“Los hombres olvidan con mayor rapidez la muerte de su padre que la pérdida de su patrimonio”. Dura reflexión de Nicolás Maquiavelo. Ayer, en los EE.UU. –uno de los países que se planteó la disyuntiva entre la vida y la economía, inclinándose por la segunda– las muertes por Covid-19 ascendían a más de 138.000. Paralelamente, los diarios anunciaban que en el país del norte, durante los últimos dos meses se crearon casi 8 millones de empleos, recuperando en más de un tercio los 22 millones de puestos perdidos en la recesión provocada por la pandemia del coronavirus que se desató en marzo.
Falsa disyuntiva
Por Luciana Actis
La proyección inicial era que la situación llevaría la desocupación a aproximadamente un 7% a fin de año y que alcanzaría niveles récord en los primeros tres meses de 2021. Sin embargo, los pronósticos se equivocaron. Vaya si con semejantes cifras se olvidarán pronto de las muertes de sus padres, tías abuelas y suegros; incluso de hijos y sobrinas. Hay sociedades –como la norteamericana, con sus altos niveles de consumo– donde 150.000 muertos pueden ser un precio justo a pagar por 8 millones de nuevos empleos; y las palabras de Maquiavelo calzan como un guante. Pero, ¿será que en Argentina podemos permitirnos semejantes cifras? Y además, ¿tendremos esa capacidad de recuperación extraordinariamente inmediata? Días atrás, muchos salieron a las calles agitando banderas albicelestes pidiendo por la libertad, la Justicia, la República, contra los zurdos, entre otros conceptos abstractos que, al final, sólo se ajustan a la más caprichosa voluntad de quien los enarbola.
En primer lugar hay que señalar: si esperamos que la “libertad” (llámese fin del distanciamiento social) nos haga recuperar automáticamente los números de una economía a la que la pandemia sólo dio el golpe de gracia tras cuatro años de constante saqueo, estamos muy equivocados.
En segundo lugar, pero no menos importante: no somos los Estados Unidos y no tenemos el poder de imprimir billetes que establezcan valor de referencia a nivel mundial. En otras palabras, no podemos autoimplementar un Plan Marshall modelo 2020 para rescatar a empresas y trabajadores, como lo hizo la administración Trump, valiéndose de una fuerte emisión monetaria durante abril y mayo.
Tercero: la población. Los EE.UU. perdió –por el momento– 138.000 vidas sobre una población de 328,2 millones de habitantes, lo que significa una disminución del 0,04%. Es una cifra alta. Pero ¿qué significaría para un país como el nuestro, con 44.490.000 habitantes, semejante cifra de muertos? Afortunadamente, aún no llegamos a los 2.000, pero si relajamos aún más los ya laxos controles, la cifra se podría disparar en cuestión de semanas.
Pero tampoco hay que ser necios y negar que sectores como el turístico y el gastronómico, entre otros, han sido fuertemente golpeados y necesitan reactivarse. No es novedad que la producción económica es indispensable para la supervivencia. No por nada hay una bien establecida correlación entre esperanza de vida y crecimiento económico. Vida y economía deberían ir juntas, no por separado. Pero por el momento, es necesario atender lo urgente, para luego dar cabida a lo importante.