El fallo de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos de la semana pasada, declarando que no existe el derecho constitucional al aborto en ese país, implica un retroceso de 50 años en los derechos y garantías que las mujeres habían conquistado en una sociedad que se mostraba, al menos en este tema, como moderna y progresista.
Aborto, el retroceso sobre los derechos llega del norte
Los derechos adquiridos parecen estar siempre en riesgo.
Esta resolución muestra que el avance conservador en contra de derechos adquiridos siempre es un hecho concreto.
Esto no sucedió en los Estados Unidos de un día para el otro. Trump lo hizo. Fue el ex Presidente republicano quien logró copar la Suprema Corte nombrando tres jueces ultra reaccionarios, logrando así una mayoría abrumadora con seis jueces conservadores sobre un total de nueve.
El peligro latente para la Argentina, con un sistema político y judicial atado a los vaivenes electorales, radica en la tendencia casi servil de la derecha argentina a copiarse de todo lo que se hace en los Estados Unidos sin más debate que el de la obediencia a los vientos que llegan del norte.
Cambiar jueces parece ser el primer postulado que se imponen los gobiernos de derecha al asumir sus presidencias. Sencillamente porque muchas de sus promesas de campaña se sustentan en la disconformidad de un sector conservador importante de la sociedad que no quiere cambios profundos. Y la única forma de volver formalmente al estado anterior de las cosas, es a través de la Justicia.
Trump comenzó en 2017 a nominar jueces, apenas algunas semanas después de iniciado su período presidencial.
El fallo contra el aborto cumple con una de sus promesas de campaña. Y la semana pasada parece haberse convertido en uno de sus legados para la sociedad norteamericana.
Con todas las diferencias del caso, Macri tampoco esperó mucho para cambiar la Corte a su gusto. Apenas cinco días después de asumir el 10 de diciembre de 2015, nombró, por decreto, dos nuevos jueces para la Suprema Corte de Justicia de la Argentina.
Y lo fueron. Carlos Rosenkrantz y Horacio Rosatti hoy son parte del máximo tribunal de la Argentina.
Una de las cuestiones más importantes a tener en cuenta cuando uno de estos fallos conmueve las bases de los derechos adquiridos, es que no hay que perder de vista que siempre hay un sector de la sociedad que acompaña estas medidas.
El crecimiento de la derecha y el conservadurismo es una realidad que fluye y crece en medio de una sociedad necesitada de respuestas que nunca llegan de parte del supuesto progresismo.
No fueron los terratenientes y millonarios los que llevaron a Trump a la presidencia. Fueron los trabajadores del centro del país, los granjeros, los desocupados del Cinturón de Óxido, y hasta partes importantes de las minorías raciales de ese país.
No fueron los banqueros ricos, los inversionistas, o los millonarios industriales de la Argentina los que ubicaron a Macri en el Sillón de Rivadavia.
Fueron trabajadores de frigoríficos, empleados de comercio, amas de casa, que, cansados de no tener respuestas a sus necesidades, se volcaron hacia un sector político que, bajo ningún punto de vista, defendería sus flacos logros de clase media.
Es en el marco de las necesidades cada vez más profundas que hasta los pobres se vuelven de derecha poniéndose del lado de sus patrones. Hay muchos que lo hacen por gusto, pero otros lo hacen acorralados, con la perdida esperanza de que quizás no van a terminar tan explotados como dicen, ni les van a quitar derechos, ni garantías laborales, ni le van a subir la edad de la jubilación.
En esta encerrona, los ciudadanos progresistas y que bregan por la conquista de más derechos para los que más lo necesitan, también se ven ahogados por sus propias necesidades y pierden fuerzas en su lucha.
La derecha siempre buscará sacar el mayor rédito posible de todas las variables económicas que tiene a su disposición. Los trabajadores son parte de esas variables, pero también lo son las conquistas sociales. Sólo se necesita la cantidad suficiente de jueces.