Mientras que el senador bonaerense Mario Ishii comenzó a hacer colocar mesas en varios distritos para que los ciudadanos se expresen a favor o en contra de la implementación del Servicio Militar Obligatorio, en Entre Ríos se suman las voces opositoras.
La fotografía que deberá seguir solo en el recuerdo
El pasado domingo UNO realizó su propio plebiscito y puso a disposición de la gente si estaban de acuerdo o no con la vuelta de la colimba. Las posturas fueron diversas, pero la mayoría votó a favor.
Juan Augusto Stettler, es un arquitecto talense de 50 años que vive actualmente en Paraná. Por esas casualidades de la vida se topó con la fotografía del diario que ilustraba las opiniones de los paranaenses y se identificó inmediatamente, ese registro lo había tomado su hermano. Más allá de la sorpresa, le trajo recuerdos de un momento que no recuerda con gracia.
Bajo un color amarillento, se lo ve junto a Daniel, Claudio, Fabián, Jorge, Bichito y el Negro en el ejército de su ciudad natal. Vestidos de verde militar, recibían ese día, la primera visita familiar desde el reclutamiento.
“Con todos ellos mantengo contacto, pero ya prácticamente no nos vemos, lo único bueno que recuerdo de ese momento de mi vida fue conocerlos, aunque la amistad se da en cualquier lado”, contó Stettler y rememoró tristemente lo que significó en su vida la llegada de esa maldita carta que implicaba pasar por el ejército. Tenía 15 años, y se había ido a estudiar a Rafaela, fue allí que le llegó al noticia y aclara que no lo sorprendió para nada, pues se “sabía que te tocaba”, en su caso más que nadie, pues terminó el Secundario, a los 17 justos.
El ingeniero sintió que fue una interrupción en sus proyectos: “En ese momento sentí que me cortaban las alas, vivía solo y ya había conocido la libertad, hacía lo que me gustaba, fue como una pesadilla”. Además, tiene muy presente el día en que se vio obligado a regresar, cuando se dirigía al chequeo médico donde se determinaba quién ingresaba y quién no. Se encontró con el hijo del teniente coronel y le dio a conocer que la suerte de los dos no había sido la misma, el joven salía con un “salvado” escrito en su libreta por acomodo.
Para aquellos que consideran que sería una buena forma de integración para quienes son excluidos socialmente, el excolimba dejó en claro que las diferencias se acentuaban dentro del cuartel: “El que había estudiado más o menos la pasaba, pero la discriminación estaba presente todo el tiempo. Quienes no sabían leer ni escribir no hacían trámites ni llevaban dinero a los comandantes, siempre se le asignaba cortar el pasto o limpiar”.
Juan pasó por el ejército en el período entre la finalización de la guerra de Malvinas y la vuelta de las elecciones, por lo tanto, escuchar dichos como “ya se van a dar cuenta la mierda que es vivir en democracia” o “se levantaron los comunistas en Victoria tenemos que ir a reprimir”, eran muy comunes.
Stettler asegura que el miedo de sus superiores a la abolición inminente del totalitarismo se hacía notar. Habían dividido a los 400 soldados que se encontraban en el regimiento de Tala, entre los “sei” sección de empleo inmediato, y los “gei” para el grupo de empleo inmediato. Se asignaba a 10 soldados que se mantenían despiertos y 40 que dormían vestidos con el arma al lado, respectivamente. Así pasaban la noche, listos para atacar, en caso de que los invadieran.
“En ese momento no nos dábamos cuenta, porque éramos producto de la sociedad que ellos nos habían impuesto, uno hasta los apoyaba porque habíamos crecido bajo ese concepto”. En ese sentido, el entrevistado cuenta que la llegada al pueblo del teniente coronel, era “la” gran noticia.
“Creo que la vuelta de todo eso sería un gran retroceso, tengo hijas mujeres, pero si una de ellas fuera varón me dolería muchísimo tener que verlo pasar por esa situación, estoy opuesto también a que se dé de manera voluntaria”. Respecto de quienes se ofrecen para trabajar dentro de las Fuerzas Armadas, y desde su mirada especializada en el arte de la edificación, opina que existen superficies muy grandes, ocupadas por el ejército que han quedado en medio de las ciudades, como en el caso de Paraná, y que son totalmente inutilizados: “Es necesario que estas instituciones encuentren el espacio necesario dentro de la sociedad, hoy en día donde no existe ningún peligro de guerra, están inutilizados”.
Citando las palabras del presidente uruguayo, José Mujica, el excolimba sostiene que el dinero no puede faltar, en un mundo donde se gastan 2 millones de dólares por minuto para la fabricación de armas: “Hoy te encontrás con esos compañeros y te decís: ¡hola ‘clase 64!, por el año al que pertenecíamos en el servicio, y eso ya debería quedar atrás”.
Stettler tiene muy presente que sus superiores les hacían comer las raciones de combate que les habían mandado a los combatientes de Malvinas, a las que, por supuesto, les sacaban primero la petaca de whisky. Cuenta que después de un tiempo, cuando todos salían, abrían los ojos y descubrían que todo eso que habían vivido no les serviría para nada, pues no tendrían que tomar las armas para ir a la guerra.