Poder entender que con pequeñas acciones cambiamos el entorno, a nuestra casa común, es parte del compromiso que debemos asumir para no dejar a las futuras generaciones un planeta herido de muerte. Los incendios vienen arrasando a los humedales a un ritmo que preocupa y que requiere de acciones urgentes no solo de parte de los gobernantes, sino que también debe involucrar a toda la sociedad. Por la magnitud de los incendios, el tiempo de permanencia en el territorio, las secuelas en términos ambientales se calculan que serán severas. Esa es la estimación que realizó la bióloga y doctora en Ciencias Naturales e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (Conicet) Paola Peltzer.
Incendios: aconsejan no realizar plantaciones en territorios afectados
En una entrevista con UNO la especialista brindó detalles de la investigación inédita que junto a un grupo de expertos está realizando en zonas quemadas en Paraná, Santa Fe y Diamante. El estudio de campo permitió establecer las primeras conclusiones: los incendios representan un problema a largo plazo para la sustentabilidad de los humedales y los bienes y servicios que los mismos proveen. Así lo entendió Peltzer, quien además consideró que “el daño para la biodiversidad puede decirse que no fue muy grave, ya que si hubiera ocurrido en plena etapa de reproducción de los anfibios que se produce en primavera-verano, o de los mamíferos o aves, el daño hubiera sido severamente mayor”.
En medio de ese infierno los que se llevaron la peor parte fueron los micromamíferos, los reptiles y los vertebrados de escasa magnitud, porque no tuvieron la posibilidad de escapar. Peltzer explicó que en el primer grupo están agrupados los roedores, particularmente los cuises caberean pamparum, el ratón colilargo y la rata colorada. Mientras que en el segundo se destacan las yararás, los yacarés y las tortugas de río. “La pérdida es importante igual, porque hay muchos animales que hibernan (anfibios y reptiles) entonces no tienen posibilidad de escape, como sí lo tienen las aves”, especificó la docente de la Universidad Nacional del Litoral (UNL). Entre las víctimas de este ecocidio también se suma el herbívoro que es símbolo de los humedales: el carpincho.
Los invertebrados no tuvieron la posibilidad de escapar y el saldo de la especie en el corto plazo es poco alentador: “Las abejas y las avispas detienen su población localmente y se extinguen del lugar. Toda esta declinación de biodiversidad a nivel mundial revela la importancia que tienen las abejas como polinizadoras; cuando se extinga la última abeja todo lo que tenga que ver con sus servicios de polinización se termina y eso hará una desregulación de las plantas”, advirtió sobre las consecuencias de esta problemática.
Lo que el fuego se llevó
Otra de las aristas del problema radica en la afectación de la flora autóctona de las islas del Delta entrerriano. La destrucción de las especies nativas depende directamente de la intensidad de los distintos focos de incendio. Y en este punto la bióloga resaltó la importancia en que todos los suelos tienen banco de semillas naturales. Al respecto explicó: “Cuando el banco de semillas no es alcanzado por el fuego, la posibilidad de que rebroten las especies es bastante grande; se llama restauración pasiva en vegetación. La función biológica va a continuar luego de un daño, en este caso sería el fuego. Cuando ese banco de semillas es afectado, la restauración activa no debe realizarse de inmediato. Por eso no es aconsejable salir de inmediato a colocar plantines en distintos lugares o incluso sin saber si son nativas o si son exóticas. Durante un año se deben evaluar las consecuencias y hasta dónde llegó el daño: si hubo afectación del suelo, del filtrado de nutrientes y de otras características microbiológicas. Si luego de ese tiempo encontramos que hay un gran rebrote de árboles que habían sido quemados, lo mejor es que la naturaleza siga su proceso”.
En cambio, si se observa que durante ese período no hubo mejoras se debe comenzar con el proceso de restauración asistida, principalmente a través de la traslocación de plantines, de plantas nativas, como por ejemplo el espinillo, el ceibo, el sauce, sangre de drago, aliso de río y el curupí. Acerca de la posibilidad de que se puedan perder en forma definitiva algunas especies, la profesora de la UNL aseguró: “No lo puedo asegurar, pero sí se pueden extinguir localmente, que la intensidad del fuego haya sido tan grande, que haya levantado tanta temperatura, que haya borrado los bancos de semillas y la microbiota del suelo. Y que no favorezca el rebrote de ninguna especie. Por ejemplo, que el sauce o el ceibo no puedan volver a colonizar esos lugares. Los frutos y semillas de nuestros humedales se dispersan por el aire, por el agua o a través de los animales. Las semillas de la carpinchera, una planta muy particular, se pegan en los pelos de los carpinchos y pueden dispersarse de un lugar a otro. Cuando falta el carpincho o cuando no tenemos la microbiota del suelo, es probable que las plantas nativas del lugar no vuelvan a recuperarse”.
Con respecto a la conveniencia de la intervención humana en una etapa posfuego para favorecer la recuperación de la biodiversidad, Peltzer señaló que “directamente en el lugar no se aconseja ni siquiera sacar la carcaza de los árboles quemados ni de los animales muertos, porque todo eso sirve para que la naturaleza vuelva a toda esa trayectoria en la que estaba pasivamente. Tampoco se recomienda que las personas merodeen el lugar, porque eso va a servir de percha para otros animales que se alimentarán de esos animales muertos. Tampoco es conveniente que vuelva la actividad ganadera ni el forrajeo, porque van a eliminar cualquier posibilidad de restauración pasiva”.
En medio de un desastre ambiental de tamaña magnitud, que incluso ha tenido consecuencias negativas para la salud humana, Peltzer alentó a que la ciudadanía se relacione desde otro lugar con la naturaleza: “En primera instancia deben asesorarse de cuáles son las especies nativas de nuestra región, como por ejemplo el espinillo, el sauce, el ceibo. De esas especies se pueden obtener semillas y empezar a hacer plantines en sus casas, se pueden reemplazar árboles que tienen plantados en sus veredas y nada tienen que ver con nuestro país, como el fresno, la acacia negra y los paraísos. Es la forma de seguir educando y concientizando a la gente de que hay árboles que no son nuestros. Hay que trabajar en la educación ambiental”.