Liliana Esther Maturano comenzó a cantar en Paso del Rey en los años 60, con apenas 17 años; pero su carrera solista inició en 1970 y desde entonces no paró de grabar. Sin intención de sopesar en esta columna su talento musical, en su larga carrera registró más de medio centenar de discos, vendió miles de copias, ganó 10 discos de oro y cuatro de platino, tuvo pequeños papeles en cine e interpretó temas de películas, uno de éstos con orquestación de Lalo Schifrin. Triunfó en Latinoamérica y también fue reconocida en España. En su país sin embargo, cuando se la nombra por su ridículo pseudónimo, que le fue impuesto por una discográfica, muchos se llevan la mano a la entrepierna o a un seno porque es más conocida como "mufa" que como cantante.
Los jettatores y el consuelo de la "mala suerte"
14 de septiembre 2016 · 08:59hs
Ser "yeta" es una condición que un grupo de personas supersticiosas le atribuyen a otra, sin ningún asidero racional, ya que la prueba irrefutable de tal circunstancia se basa solo en la reiteración hasta el hartazgo de historias de endeble credibilidad y rayanas a la ridiculez. En el ambiente artístico, por ejemplo, a Cacho Castaña lo acusan de "mufa" porque habló con Olga Garaventa una hora antes de la muerte de Sandro.
La imputación de "mufa" causa gracia a los demás pero conlleva la inhabilitación social y profesional al portador del estigma. En el caso de un artista o un deportista puede significar el fin de su carrera o el olvido.
"Jettatore", la obra de teatro que Gregorio de Laferrere escribió a principios de siglo XX, ridiculizaba esta situación. Su protagonista, Don Lucas, hombre de edad media y carácter débil, se dejaba sugestionar por un grupo de personas que lo inducían, a través de episodios fortuitos, a creer que tenía poderes hipnóticos y cierta propensión a la mala suerte.
En esta comedia, tantas veces llevada a las tablas y a las pantallas, el dramaturgo advierte, en clave de humor pero no sin cierto tono admonitorio, las consecuencias nefastas de endilgar a una persona el karma del infortunio.
Este largo preámbulo viene a colación de todas las sandeces que se dijeron, se dicen y se seguirán diciendo acerca de los martes 13; como si el calendario tuviese "per se" el poder de la desventura.
Basta hacer el ejercicio inverso y pensar en cualquier hecho desafortunado de nuestra historia personal o social y advertir la fecha en que ocurrió para desdibujar el poder aciago que la cultura popular le otorga a esta fecha.
Las cartas astrales, los amuletos, las cadenas que no deben cortarse y demás supercherías son absolutamente necesarias para quienes, tirando sal por encima del hombro, evitando pasar por debajo de las escaleras abiertas o evadiendo viajes y matrimonios los decimoterceros días, culpan al azar -o al destino- de sus propios errores. Los que señalan al prójimo colgándole motes como "mufa" o "yeta" son quienes sin el consuelo de la "mala suerte" no pueden hacerse responsables de sus faltas y de sus miserias.