Hace unos días se difundió en redes sociales y en algunos medios, un estudio de la NASA que aseguraba que la ganadería en Argentina no es contaminante, tal como denuncian hace años organizaciones ambientales y que, en el mapa de la región, el territorio nacional se mostraba “en verde” respecto a la huella de carbono que deja esa actividad. Sin embargo, poco después desde la propia NASA se aclaró que, a partir de ese estudio, no era posible afirmar si la industria ganadera de un determinado país es -o no- un sumidero de gases de efecto invernadero y que el trabajo “no fundamenta ni concluye” lo que se difundió. También aclaró que dicho estudio “analizó las emisiones de dióxido de carbono y no incluyó otros gases, como el metano y el óxido nitroso, que constituyen una fracción significativa de las emisiones totales de gases de efecto invernadero procedentes del ganado”. Y es que, para llegar a una conclusión respecto a la nocividad de la producción ganadera se deberían tener en cuenta esos gases.
Informe de la NASA y un lobby de patas cortas
Ambientalistas denuncian que la ganadería no asume su responsabilidad en el aumento del efecto invernadero y del calentamiento global.
La noticia fue impactante debido a que el dióxido de carbono (CO2) es uno de los principales gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global que causa tantos padecimientos está causando a la población mundial y al planeta.
A partir de esta desinformación, entidades relacionadas a la industria ganadera como el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), se encargaron de reproducir “la buena noticia” afirmando que “nuestros sistemas ganaderos son sostenibles” y hasta la misma Embajada argentina ante la Unión Europea sostuvo que la carne argentina es “alta en proteínas, baja en emisiones” y que “la producción ganadera como se hace en la Argentina es parte de la solución al cambio climático”. Un papelón, según los ambientalistas que vienen afirmando lo contrario desde hace años.
Ante la desmentida de la NASA, desde el IPCVA afirmaron que las vacas argentinas se alimentan a través de un sistema pastoril y es por eso que relacionaron lo que el organismo aeroespacial afirmó sobre las tierras de pastoreo como factor contribuyente a mejorar los alcances de carbono.
El mapa de dicho estudio marca las emisiones y absorciones promedio de dióxido de carbono entre 2015 a 2020. Los países en los que se eliminó más dióxido de carbono del que se emitió aparecen en verdes, como Argentina. Eso significa que el consumo de combustibles fósiles y la actividad industrial emitieron menos CO2 de lo que los sistemas naturales remueven de la atmósfera. Pero ese recambio no se puede atribuir a una sola actividad económica como se le atribuyó a la ganadería porque se trata de resultados globales de toda la actividad productiva e industrial. Además, el resultado depende no sólo de tierras “trabajadas”, sino de todos los ecosistemas naturales. Es decir que la noticia era engañosa y parcializada.
La desinformación se basa en suponer que “el balance positivo es debido a la captura de carbono en las tierras de pastoreo” cuando en realidad se mide todo, incluyendo bosques y humedales, entre otros ecosistemas sin actividad. “Un salto argumental temerario del IPCVA”, catalogó el experto en ambientalismo Carlos Villalonga quien llamó a hacer una lectura equilibrad del informe de NASA.
La realidad que no se puede tapar es que el sector ganadero contribuyó, en 2018 (último dato disponible) un 18% del total de emisiones de dióxido de carbono, sobre todo el metano que generan las vacas en su digestión y el óxido nitroso de la bosta, según datos del Inventario Nacional de Gases de Efecto Invernadero.
El stock bovino de Argentina (cantidad de cabezas) fue de 53.416.435 en 2021. De ese total, cerca del 50% pasa previo a la faena por los corrales de engorde (feed lot) donde se registra un concentración y hacinamiento de los animales lejanas al sistema de pastoreo y por ende, altas concentraciones de gases. Según el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), Argentina ocupa el puesto Nº 33 en el ranking mundial de países emisores de gases de efecto invernadero y el sector agropecuario contribuiría con el 44% de esas emisiones, de las cuales entre el 21 y el 23% provienen de la ganadería.
La huella de carbono es un indicador ambiental que expresa la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que se emiten a la atmósfera y calcula el impacto que tiene una actividad sobre el ambiente.
A través de un fuerte lobby, el sector ganadero presiona para que se cambien las metodologías utilizadas para calcular las emisiones de gases de efecto invernadero de Argentina y se contabilice a favor el carbono capturado en praderas. Aseguran que los pastizales almacenan carbono hasta unos 30 centímetros en la biomasa de las raíces, y esto no es medido. Por su pare, los ambientalistas denuncian que se trata de una estrategia para no asumir la responsabilidad que tiene este sector de la economía en el aumento del efecto invernadero y del calentamiento global. Además, se preguntan de qué pastizales hablan en un contexto de tres años de sequía de la cual también son responsables por la salvaje deforestación que contribuye al cambio climático y, en forma directa o indirecta, por los incendios que ya se han naturalizado en la región.