Esa frase se escuchó en la noche del domingo durante la vigilia mediática para saber quien sería el nuevo ministro de Economía del país. La compartió un periodista con el conductor de uno de los canales de noticias que a esa hora especulaba sobre la lista de nombres para reemplazar al exministro de Economía Martín Guzmán. No hace falta ser semiólogo para entender lo que había querido decirle al comunicador una “fuente inobjetable” desde el círculo más cercano al poder.
"Están jugando con la gente"
“Están jugando con la gente”, confió el informante. Si algún argentino desprevenido pensaba que en esa mesa chica se discutía el rumbo de la economía, está totalmente equivocado. Alberto Fernández, el presidente de todos los argentinos, se mostraba intransigente al no aceptar incluir en la negociación a Cristina Fernández de Kirchner. El peor escenario en medio de una de las crisis políticas más importantes del país.
La irresponsabilidad institucional en su máxima expresión, quizás sin tomar debida conciencia que equivocar el rumbo implica hipotecar el futuro de millones de argentinos. “Están jugando con la gente”, la frase que queda resonando tras el Guzmán Gate.
Es así porque en cierto punto la población reclama coherencia y responsabilidad en un momento tan delicado, porque la inflación sigue desbocada y no hay acuerdo de precios que valga cuando apenas se puede llegar a fin de mes.
Es la pelea por el manejo del poder, desde Cristina y Alberto hasta el cuadro político más chico del Frente de Todos. Entonces en vez de priorizar lo que realmente importa, en un momento tan “caliente” surgen tensiones por futuras candidaturas pensando en las elecciones de 2023. Es que de acuerdo a trascendidos, el kirchnerismo duro le exigió a Alberto que decline la posibilidad de ser reelecto como presidente de la Nación. Como era de esperar, Fernández no quiere renunciar a la chance de tener un segundo mandato en la Casa Rosada. Está claro que la ambición desmedida puede llevar a tomar decisiones equivocadas, dentro de un espacio político debilitado y sin la fortaleza que tenía cuando CFK y Fernández decidieron formar la alianza política.
En medio de la tormenta, las personalidades políticas más influyentes del país decidieron darse una tregua: no se sabe quién llamó a quién, pero Cristina y Alberto hablaron por teléfono para consensuar quién ocuparía el cargo del saliente Guzmán. Por primera vez en mucho tiempo pensaron un poco en ese proyecto que se había gestado en mayo de 2019 para ganarle a Mauricio Macri.
Un diálogo sin testigos donde no se sabe si hablaron de priorizar a la gente por encima de cualquier enfrentamiento por diferencias ideológicas.
Más allá de cualquier especulación de pasillo, resta saber cuál será el programa económico de la nueva ministra, Silvina Batakis.
En su primera experiencia en un cargo de tanta relevancia, la ministra deberá asumir en un contexto complejo y con varios frentes por resolver.
Uno de los temas que siempre preocupa es el del proceso inflacionario que atraviesa Argentina hace varios años. Guzmán había establecido prioridades en su plan económico, siendo uno de ellos la renegociación de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Tras las primeras reuniones de la flamante funcionaria con el Presidente, Guzmán y el titular del Banco Central, Miguel Pesce, se supo que mantendrá el programa con el FMI.
Uno de los disparadores de salida anticipada de Guzmán habría sido la segmentación de tarifas. En este caso, es muy probable que continúe con ese lineamiento más allá de que se trata de una de las medidas más resistidas por el kirchnerismo.
El resto de las medidas está por verse, sobre todo el comportamiento del mercado y el impacto que dichas decisiones tendrá en el común de la gente. El ciudadano de a pie no entiende de macro ni microeconomía, sino que se conforma con cosas simples: tener un trabajo estable y que el sueldo le alcance para vivir dignamente. Es de esperar que los de arriba tomen conciencia de lo que se está poniendo en juego.