A fines de enero vi cómo un grupo de policías rodeó a una pareja de jóvenes en la esquina de Perú y Pellegrini, en Paraná, para luego subirlos a un patrullero y llevarlos, ante la mirada de los transeúntes que caminaban la tarde del viernes 27 por el microcentro. UNO consultó al uniformado que estaba a cargo del operativo respecto a los motivos por los que los habían detenido. La respuesta fue la siguiente: "Los denunciaron en un negocio, pero luego dijeron que no los reconocían". La Policía les pidió los documentos y como no los tenían, decidieron llevarlos a la comisaría. En la zona nadie entendió muy bien lo que sucedió. Mucho menos los dos jóvenes que aceptaron las ordenes de los policías y subieron sin resistirse al patrullero. Hace un tiempo que la Policía está realizando operativos en la zona del microcentro, los que también son frecuentes en las plazas más concurridas de la ciudad. Cada vez es más común ver cómo los policías demoran a grupos de jóvenes y adolescentes que circulan por la calle, solo por su estética o por su forma de circular, generalmente desprejuiciada, exhibiendo cierta rebeldía propia de una edad en la que las hormonas predisponen a la transgresión, lo que no constituye un delito. En este contexto de "inseguridades" exacerbadas, también ocurren situaciones que ameritan la inmediata presencia policial, como cuando se llevaron detenido a un vendedor que ofrecía sus mercancías en la peatonal, porque agredió a una empleada municipal. Días antes, en un caluroso mediodía de verano, en calle Chile, un adolescente que había sido demorado por uniformados, luego de mostrar el documento, les dijo: "Es la tercera vez que me paran desde que crucé el centro". Los policías le reiteraron que se sacara la gorrita y que abriera la mochila, descubriendo que tenía una línea para pescar con una plomada y un anzuelo, además de un buzo y la billetera. Venía de trabajar en una obra en construcción y se iba para la costa a pescar. Es evidente que hay una intención de controlar las identidades de los "sospechosos", por lo que, en el caso de que así fuera, se vuelve fundamental que los responsables de la seguridad realicen una confirmación oficial y que el accionar de los efectivos esté fundado en elementos concretos.
El control de los "sospechosos" de siempre
10 de febrero 2017 · 09:56hs
Foto UNO/Archivo
También es importante señalar, y no es nuevo, que los "sospechosos" son siempre los mismos. La estigmatización social hacia una franja etaria específica compuesta por jóvenes varones de clase media baja y baja es tan evidente que ya no se puede ocultar. Ante una evidencia tan clara, es necesario reflexionar si las fuerzas de seguridad hacen su aporte para pacificar desde la prevención o hacen una obscena exhibición de abuso de poder para disciplinar a aquellos jóvenes a fuerza de abusos y excesos. Si es lo último, es muy probable que la "inseguridad" no decline sino que se encuentren motivaciones por fuera de los clásicos motivos que la generan y la refuerzan, como la falta de trabajo, la exclusión de la escuela, la ausencia de horizontes en los que fijar expectativas de crecimiento y la construcción de redes sociales de contención y construcción de una sociedad que no discrimine y ofrezca equidad en el acceso a oportunidades educativas y laborales para todos los jóvenes.