El documental "Una casa sin cortinas", dirigido por Julián Troksberg y ya disponible en la plataforma de Flow, intenta descifrar la enigmática figura de María Estela Martínez de Perón, también conocida como Isabelita, la presidenta constitucional que tomó el mando del país en 1974, tras la muerte de Juan Domingo Perón, y que por diferentes motivos se convirtió en un incómodo nombre propio para el peronismo.
"Una casa sin cortinas", busca descubrir la figura de Isabel Perón
"Me atrajo la idea de mirar más de cerca el personaje y buscar entender por qué generaba tanta incomodidad, al punto de que lo más grato para todos nosotros era dejarla en las sombras. Ese fue el germen de la película y un poco la idea que la atraviesa", dijo Troksberg en diálogo con Télam, sobre el filme estrenado en la Competencia Argentina del último Bafici y ganador del premio Flow.
El también realizador de "Mártir o asesino", sobre Simón Radowitzky, apela a una treintena de testimonios de personalidades que estuvieron y están al lado de Isabelita, como Carlos Ruckauf y Carlos Corach, como su secretario de Prensa y Difusión, Osvaldo Papaleo, sus actuales apoderados, vecinos de su época argentina y hasta el vidente al que acudía.
Entre todos ellos hace la radiografía de un personaje que por momentos pareciera fuerte y decidido, responsable de un gobierno anárquico y enclenque, pero que, en manos de José López Rega abrió las puertas al período más violento y sanguinario que vivió Argentina como república.
Pero los testimonios también dan cuenta de una mujer que jamás se imaginó en la posición en que terminó. Según algunos de los entrevistados, fue "la primera víctima" de la dictadura cívico-militar, por haber estado cinco años presa y tres en el exilio; castigos que tomó "con dignidad".
"Cuando se cumplieron 40 años del golpe de Estado se recordaron a los compañeros desaparecidos, se condenaron la represión militar y los estragos económicos, y se ahondó sobre la memoria de ese fatídico 1976. Sin embargo, había una figura central de ese período, la presidenta democrática de la república, que no aparecía en el cuadro", indicó Troksberg.
Martínez de Perón fue la primera mujer del continente en llegar por el voto popular a la primera magistratura del Estado.
"Ella era un personaje que me erizaba la piel -reconoció el director-. Crecí con las marcas familiares de los ahorros evaporados en el Rodrigazo, la extensión de la represión feroz, la detención de amigos de mis padres, y el accionar de la Triple A. La idea de la película fue ir al encuentro de ese lugar tenebroso para ver qué había. Y en eso mi visión política sobre Isabel no varió en todo el recorrido, en cierto modo me devolvió al lugar de salida. Pero a la vez, lo que sí sentí es que cuando más avanzaba sobre el personaje se hacía más difuso. Como si a Isabel no la explicaran los grandes datos públicos, ni fechas precisas, sino ciertos pequeños sinsentidos que dan la pauta de lo que dejó en la memoria popular".
—¿Creés que es un personaje que alguna vez tendrá su explicación?
Me parece que no. Pero creo que también eso es parte de la gracia de ciertos personajes públicos. Especialmente de la política.
—¿Como ve el peronismo a este personaje?
—No sé si el peronismo quiere dejar afuera su figura, porque el peronismo es amplio y tiene muchísimos matices. Pero lo que es seguro es que con la figura de Isabel no se sabe bien qué hacer. La izquierda peronista siempre la odió y la ortodoxia tampoco salía a reivindicarla en voz alta. No creo que haya un intento tan consciente de borrarla. Sino un doble movimiento: Isabel se fue recluyendo y alejando de la vida pública; y en general era más cómodo dejarla olvidada. Así que el personaje se pudo ir evaporando. Pero a la vez Isabel llevaba el apellido Perón y eso pesa mucho. Por lo que tampoco se la puede dejar de lado como a otros tantos dirigentes.
—Algunos entrevistados la ubican como una víctima y otros como victimaria. ¿Creés que es un poco de cada cosa?
—Sin duda ella abrió la compuerta a dos de las cosas que luego serían marca de la dictadura militar: la política económica (con el Rodrigazo) y la represión (con la extensión del accionar militar para aniquilar el accionar guerrillero). Pero a la vez, Isabel terminó presa cinco años, más que cualquier otro presidente de la historia argentina. Creo que justamente en ese tipo de contradicciones es donde tratábamos de pararnos para mirar el personaje.
—¿Es un personaje que podría haber elegido otra cosa para su vida o, en silencio, hizo lo que quiso?
—Pareciera que lleva una carga muy pesada, y que ha quedado atrapada en su propia historia. Su vida en Madrid seguramente fue más liviana que en Argentina: allí podría ir a comprarse todos los pares de zapatos que quisiera en la calle Serrano, sin que fuera la viuda de Perón. Pero a la vez, pareciera que tampoco hubo tal liviandad, si se mira su derrotero posterior: vive aislada, solitaria, como si cargara justamente con el peso de su historia. La artista plástica Marcia Schvartz tiene un cuadro que se llama "Expiación", que creo que da una idea mucho más precisa que las explicaciones racionales que podamos buscar.
—¿Qué creés que quiere decir Isabel con su casi eterno silencio?
—No lo sé. Algunos entrevistados justamente defienden su silencio y hablan de que es de lo mejor de su trayectoria política. Y a la vez, finalmente viendo su vida, no sé qué tendrá para decir.