Se estima que entre los siglos XVI y XIX, llegaron al Brasil más de tres millones de esclavos desde África para trabajar en plantaciones de azúcar, café y minas de oro. El vecino país fue el último de América Latina en abolir oficialmente la esclavitud y lo hizo recién en 1888, 35 años después que en la Argentina, donde fue completamente suprimida por la Constitución Nacional de 1853. Es por eso que muchos africanos y afrodescendientes atravesaban la frontera selvática que los separaba de la Argentina y el Uruguay, escapando de la vida indigna, en busca de un mejor porvenir.
Cementerio de Los Manecos: clave de la identidad afroentrerriana
Por Luciana Actis
Algunos de ellos terminaron instalándose en Entre Ríos, y el departamento Villaguay fue una de las zonas donde mejor pudieron desarrollar su actividad y preservar sus tradiciones. Allí, más precisamente en La Capilla –localidad que hoy lleva el nombre de Ingeniero Sajaroff–, se instalaron Manuel Gregorio Evangelista y su grupo, bautizado Los Manecos, quienes luego convivirían armónicamente con los recién llegados colonos judíos.
Ricardo Moreyra es historiador perteneciente al Centro de Estudios Gaucho Rivero y profesor de historia. Hace apenas unas semanas, publicó Los Manecos de La Capilla, libro cuya autoría comparte con Abraham Arcuschin e Irma Susana Muchnik. UNO dialogó con Moreyra sobre este grupo de ex esclavos que llegaron al centro de la provincia, dejando una descendencia que al día de hoy celebra sus raíces.
“El grupo que llegó después de 1850 a Villaguay lo hizo a una estancia llamada La Capilla, porque justamente allí había una capilla de lata. Su líder era Manuel Gregorio Evangelista, y Maneco es un sobrenombre de Manuel, en portugués. Ellos hablaban ese idioma y habían aprendido castellano a través de los criollos que vivían en la estancia y que los llamaban a todos Manecos, por el sobrenombre de su líder. Justamente hacia mediados del siglo XIX, la frontera entre Brasil, la Banda Oriental y la Argentina era muy permeable. Y muchos esclavos negros que escapaban de Brasil, de la zona de Río Grande Do Sul y Santa Catarina, venían para acá. Y la zona de Entre Ríos y Corrientes eran lugares donde ellos encontraban libertad y paz, eran bien recibidos por los gauchos de la zona, al igual que recibieron a los rusos judíos”, señaló.
En ese lugar levantaron un caserío de ranchos de adobe y paja donde vivía la comunidad maneca. Todas ubicadas en torno a un patio también conocido como “el galpón”, lugar de encuentro social, de baile, música y tambores en los que resonaban ritmos traídos de un lejano continente. Manuel Gregorio se casó en La Capilla con Lorenza Pintos, y juntos tuvieron doce hijos.
“Los Manecos ya estaban instalados cuando llegaron los gauchos judíos, y se convirtió en una zona comercial bastante importante, tanto La Capilla, como Villa Domínguez y Colonia Clara. Se desarrollaron muchas cooperativas agrícolas. Una de las características era que los chicos Evangelista, descendientes de los primeros manecos iban a la escuela y jugaban con los chicos judíos. Y había muchas manecas que aprendían el idish, ya que trabajaban en casas judías y manejaban el idioma a la perfección. Los hombres manecos principalmente eran carreros, y cuando iban al bar a jugar a las cartas y socializar, también aprendían el idish. Se dio una convivencia muy linda, entre los afrodescendientes, los criollos, los pueblos originarios y los judíos, muestra de lo que fue el pluralismo cultural en el campo de Entre Ríos”, contó Moreyra.
—¿Cómo fue el proceso de investigación para escribir el libro?
—Ha sido un trabajo de investigación de cuatro o cinco años para crear esta publicación que pretendemos que llegue al público en general pero especialmente a las escuelas. El libro está basado en los testimonios de los descendientes, así hemos podido ir armando un esquema de cuáles fueron las principales figuras de las cuatro generaciones de manecos que existen. Dimos con varios ancianos que tienen los recuerdos de sus abuelos. En base a los testimonios de ellos que recogimos en entrevistas fuimos armando el relato de la historia de esta comunidad. El libro cuenta con una primera parte que es una especie de marco histórico, en el que se habla sobre cómo es que fueron llegando los afros a Entre Ríos. Y después, ya hacia 1850, se habla de lo que fue la llegada de los manecos, que fue gente humilde pero muy trabajadora.
—¿Quedan muchos descendientes en la zona?
—Son muchos los descendientes de ellos, viven en La Capilla y están muy orgullosos de su ascendencia africana. Y también han migrado a pueblos vecinos, como Villa Dominguez, Colonia Clara, Villa Elisa.
Tras la huella afro
Para Ricardo Moreyra, su labor docente fue el disparador de su interés a la hora de escribir Los Manecos de la Capilla: “Hace unos años, el director de la escuela donde doy clases nos invitó a participar de una feria de ciencias y los chicos estaban interesados por el cementerio de negros que estaba abandonado, destruido, habían hecho un basural al lado. Y ellos querían saber si era cierto que era un cementerio de negros, como decía la gente en Sajaroff. Yo vivo en Villaguay, y les decía ‘no se hagan problema, vamos a ir a algunas de las tres bibliotecas populares que hay en la ciudad , que son completas, muy buenas, algo vamos a encontrar’. Y fuimos a hacerlo, pero no encontramos nada. Había muchísimos libros sobre la inmigración europea en la provincia, pero de los afro, nada. Así que fue toda una aventura de empezar a investigar, a hablar con los descendientes y se pudo llegar a un resultado después de cinco años de trabajo”.
Pero nada es casualidad, en la Argentina, en el mejor de los casos, la herencia afro fue escrita en los márgenes de la historia. Empeñados en construir una identidad nacional basada principalmente en la herencia europea, los historiadores obviaron el aporte crucial de los esclavos y sus descendientes al desarrollo económico, cultural y político. Ese proceso de ocultamiento de la herencia negra sigue afectando hoy a los afrodescendientes, que luchan desde hace décadas para que se reconozca su historia y sus derechos.
Pero la huella afro es difícil de borrar. Además de sus descendientes vivos, la gran paradoja es que uno de los testimonios materiales más vívidos de la presencia negra en el departamento Villaguay es un camposanto: el Cementerio de Los Manecos.
“Abraham (Arcuschin) hacía siete años que venía investigando, hacía tiempo que venía luchando para que se le diera respeto a las almas que estaban en ese cementerio y para que se reconozca su aporte a la comunidad, que se cuidara el lugar y se señalizara con carteles. De hecho, cuando empecé la investigación con los chicos de la escuela, él ya se había puesto en contacto con los descendientes. Por mi parte, yo había empezado a hacer lo mismo por mi trabajo con los estudiantes y cuando pasamos la instancia local de Villaguay, fuimos a la provincial en Paraná y luego a Buenos Aires, donde obtuvimos un reconocimiento del Inadi y de Presidencia de la Nación. Por lo que decidimos continuarlo. Y un día por casualidad lo encontré en un kiosco al doctor Arcuschin y me comentó que quería hacer un libro sobre los manecos, entonces le ofrecí aportar mi material. Así fue que empezamos a trabajar entre los dos, y luego se sumó Susana, su esposa, en calidad de correctora”.
El libro se presentó el 15 de octubre porque fue el aniversario del nacimiento de Clara Peralta, más conocida como Doña Caroya, una partera afro que atendió más de 1.000 partos en Colonia Clara y La Capilla. “Cuando la llamaban salía aunque llueva, truene o haya una helada, de noche, de madrugada, en carro, caminando o en bicicleta. A veces, yendo a lugares muy alejados. Y siempre lo hizo gratis, es por eso que hace dos años, el Gobierno de Entre Ríos le hizo el reconocimiento de Mujer Ilustre de Entre Ríos. Ella era nacida en La Capilla y era nieta de Manue Gregorio Evangelista, por eso quisimos homenajearla”, acotó Moreyra.
El cementerio maneco
Está ubicado en la ruta de acceso a Sajaroff, sobre el margen izquierdo de la calle y justo al lado de donde solía estar el volcadero municipal .El cementerio no pertenecía a la comuna, sino que era de un particular, que lo donó al Gobierno entrerriano en 2019 con el objetivo de que se preserve el patrimonio.
Para llevar adelante la recuperación del espacio relacionado al patrimonio Afrodescendiente Regional, se realizó una investigación financiada por la provincia entre 2016 y 2017; y otra posterior por el Consejo Federal de Inversiones denominada: Memorias, identidades y materialidades afroentrerrianas: arqueología histórica y antropología en torno a las familias afrodescendientes de Ingeniero Miguel Sajaroff, ex La Capilla. Se realizó un abordaje interdisciplinar que combinó la arqueología, la antropología y la musicología.
El arqueólogo Alejandro Richard, becario doctoral de Conicet e investigador Ad honorem perteneciente al Museo de Ciencias Naturales y Antropológicas “Prof. Antonio Serrano”, estuvo a la cabeza de ese trabajo en el que también participaron Cristian Lallami, Juan Marco Quiroga y Pablo Cirio.
“El Ministerio de Turismo convoca al Museo Serrano en 2016 a raíz de que se quería poner en valor el cementerio y había algunas ideas dando vueltas. Entonces viajamos a Villaguay y Sajaroff. Estaba en el campo de un privado, en el camino de entrada a La Capilla. Y estaba lindante a un basurero, el basurero del pueblo, con la vegetación crecida y en estado de abandono, si bien tenía un alambrado que el propietario del campó puso en 2004 o 2005 para delimitar el camposanto”, contó el investigador.
A partir de esa visita se diagramó un proyecto de investigación de tres meses para ver qué acciones se tomaban en vista de su patrimonialización. “Nos entrevistamos con familias afrodescendientes que estaban vinculadas a este cementerio y a la historia de los Manecos particularmente, por lo que el tema excedía a un camposanto. Entonces, atendiendo a las inquietudes de estas familias y las necesidades de la comunidad local, como la de erradicar el basurero, se iniciaron gestiones, se pudo erradicar el basural, que es donde actualmente se está proyectando el estacionamiento del cementerio. Y se empezó a trabajar mano a mano con el presidente de la Junta de Gobierno y articulando con el municipio de Villaguay para desmalezar el lugar y seguir investigando”.
Por el estado de abandono del lugar, la mayoría de las cruces estaban removidas de su sitio original, muchas en el piso, ninguna placa con fechas o nombres y eso dificultaba mucho el poder continuar con el trabajo.
Richard señaló que para poder encauzar el proyecto iniciaron investigaciones etnográficas, articulando antropología con arqueología e historia: “En el marco de eso se hizo un primer relevamiento con un teodolito geodésico en el camposanto para delimitar la disposición de las tumbas con un nivel de detalle de milímetros, tomando como parámetro los desniveles, y poder determinar con mayor precisión qué superficie abarcaba el camposanto. Fue un trabajo arqueológico en cuanto también pudimos aproximarnos a excavar algunos ranchos que fueron habitados durante la primera mitad del Siglo XX y buscando ranchos del Siglo XIX”.
En tanto, para establecer el período de uso del cementerio, utilizaron otros recursos: “Por un lado nos basamos en el estudio de la oralidad de los entrevistados, y por otro recurrimos a hacer una suerte de catálogo de estilos de cruces, de modos de confeccionar esas cruces de metal, relevando los cementerios regionales de Clara, Domínguez y Villaguay que sí tienen sus placas con las correspondientes fechas. A partir de ahí se hizo una suerte de inventario, y en base a la comparación obtuvimos una cronología relativa de esas cruces. Coincidiendo con lo que decían los relatos orales, determinamos que el cementerio estuvo en uso desde principios del siglo XX hasta la década del 40’”.
Consultado respecto a si en el camposanto sólo estaban sepultados afrodescendientes o también había criollos, explicó: “Hacia fines del siglo XIX, La Capilla se constituye como centro rural poblado de Colonia Clara. La mayoría de su población es de origen judío y este sería el cementerio cristiano del pueblo; por eso, recuperando testimonios orales de descendientes de los Manecos y de criollos de la región, pudimos observar que no sólo hay afrodescendientes, sino tmbién otras familias enterradas”.
Cabe destacar que Sajaroff –La Capilla– hoy no tiene cementerio, sino que cuando una persona fallece se la suele sepultar en Villa Clara. “Su abandono responde un poco a la historia de La Capilla, que en la década de 1960 cambió su nombre a Ingeniero Sajaroff, en honor a uno de los cooperativistas de la colonización judía. A su vez el pueblo, al igual que la provincia de Entre Ríos o Corrientes, estuvo afectado por una emigración a grandes centros urbanos como Rosario y el Conurbano Bonaerense. Esto llevó a un despoblamiento de la zona; a su vez, la apertura de cementerios en pueblos vecinos, llevó a que el camposanto de La Capilla deje de utilizarse”, explicó Richard.