Luciana Actis / Redacción de UNO
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Buscó su identidad y ahora reconstruye su propia historia
Todo comenzó un domingo de junio, cuando Lorena leyó en las páginas de UNO las historias de Gabriel Vieiro y Marta Caballo, y se dio cuenta de que bien podrían haber sido relatos de su propia vida pero, sobre todo, de su propia búsqueda. Esos dos ejemplos eran todo el impulso que necesitaba para animarse a revelar la trama de mentiras que arrastraba desde siempre, y así recuperar lo que le quitaron al nacer: su verdadera identidad.
Lorena Salina tiene 37 años, pero se enteró de que era adoptada hace solo cuatro años, a través de una tía. Según su partida de nacimiento, nació el 11 de mayo de 1975, en el Sanatorio Rawson de Paraná.
Su madre adoptiva le confirmó la verdad, pero de una forma reacia. Le mencionó que el doctor Jorge Skidelsky -fallecido en 2011- le dijo que no podía tener hijos pero, que él se podía encargar de conseguirle uno: “Mi mamá aceptó, y un buen día él llamó a mis padres por teléfono, que me fueron a retirar del Sanatorio Rawson”, relató Lorena a UNO, en base a la versión de su mamá. En su intento por saber más sobre sus orígenes, Lorena se dirigió a la casa del doctor Skidelsky, quien firmó su certificado de nacimiento: “Primero me lo negó, después reconoció que soy hija adoptiva, y que pensaba que mi madre ya me lo había dicho. Que no le encontraba sentido a mi búsqueda, que tendría que estar agradecida por el modo en que me criaron, sino estaría en un volcadero comiendo de la basura. Eso me hirió muchísimo, nunca más lo fui a ver. Después de eso fui al Rawson, para ver los registros de esa época, pero me contestaron que a los papeles los queman cada 15 años”.
Esta primera parte de la historia de Lorena fue publicada en UNO el domingo 23 de junio, pero aún quedaba mucho por escribir. Al día siguiente, el conductor radial Cristian Bello la llamó para que contara al aire la misma historia que había relatado en este medio; y la suerte quiso que una mujer que conocía a su tía abuela biológica estuviera escuchando la radio.
“A las 2 de la tarde me llamó esta señora, y ese mismo día me fui a verla. Esta mujer conocía la historia de lo que le había pasado a mi mamá, y me dio los datos de mi tía abuela, que había sufrido mucho cuando me dieron. Según esta señora, mi tía quiso criarme pero mi abuela no quiso, era una mujer de carácter muy áspero, todas las decisiones de la familia giraban en torno a ella. Así que cuando la señora llamó y me dio los datos de la tía, esa misma tarde fui directamente a su casa y le conté todo”, explica Lorena.
La recepción por parte de su tía fue tal como lo esperaba: “Cuando llegué a lo de esa tía, me vio y dijo ‘sí, sos re parecida a tu mamá’. Me dijo que durante mucho tiempo ella me quiso buscar, pero no se animaba porque no quería que mi abuela se moleste”.
Hace un par de días, Lorena tuvo su primer encuentro con su madre, pero prefirió reservar para sí lo ocurrido en esa ocasión. “Ella había sufrido mucho con lo que pasó”, comentó. “Yo estaba muy shockeada, era un valle de lágrimas”.
Según le contó su tía abuela, su madre tenía 19 años cuando quedó embarazada. “No sé si le habrán mentido o la obligaron a darme. Según me dijo mi tía, mi abuela no quería que me tenga, quizás por vergüenza, porque mi madre era soltera. Después de encontrarme con mi madre, hablé de nuevo con mi mamá adoptiva y su relato coincidía con el de mi tía abuela, quien me contó que un hombre fue al Sanatorio Rawson con un ajuar, me vistió y me llevó. Y mi mamá adoptiva me había dicho que mi papá fue quien me retiró del sanatorio. Además se rectificó y me dijo que no estuve en incubadora, sino que me llevaron a la Clínica Modelo a revisarme, pero no estuve en Neonatología.
También coincidían con el nombre del médico -Jorge Skidelsky-, y el nombre de mi madrina”.
Lorena relató la alegría de tener por primera vez la experiencia de una familia grande. “Conocí a mi hermano, a mis sobrinos, a mi cuñada. A mi tía, que cuando me abrazó fue algo tan caluroso, yo nunca había sentido algo así de parte mis tías. Mis hijos ahora van a tener primos de mi parte. No hay palabras para describir lo feliz que estoy”.
Ahora, solo resta hacerse la prueba del ADN aunque, para su familia, la evidencia está a la vista. “Para mi hermano, no hay que buscar muchas pruebas más. Todos dicen que el parecido es increíble. Incluso mis sobrinas dicen que soy muy parecida a la abuela”.
“Yo estoy predispuesta para mantener el contacto y seguir viéndome con mi familia biológica. Mi hermano me recibió con los brazos abiertos, aunque estaba impactado por la noticia. Y en estos días voy a conocer a mi hermana, nos vamos a juntar los tres para charlar solos”, adelantó Lorena, y añadió que “no le guardo ningún rencor a mi mamá, ni tengo reproches ni inculpaciones para ella. No quiero que nadie la juzgue, tampoco la familia, no es eso lo que busco”.
Por último, les agradeció públicamente a Gabriel Vieiro y a Marta Caballo. “Si ellos no hubiesen contado sus historias por acá, yo nunca me hubiera animado, nunca hubiera tomado impulso y nunca hubiera llegado a la verdad”.
Ellos siguen buscando
Gabriel Vieiro tiene 43 años y su identidad le fue robada al nacer. En el acta del Registro Civil figura que nació el 10 de marzo de 1969, en el Sanatorio Rawson de Paraná, pero su madre adoptiva le dijo que habría nacido en febrero. En ninguna parte se dejó constancia de que fue adoptado, sino que quedó inscrito como hijo biológico de sus padres.
Su verdadera madre habría sido una adolescente a la que mediante engaños le robaron a su hijo: le habrían inducido el parto -con la excusa de que tenía un fibroma- y luego le dijeron que el niño nació muerto. El ginecólogo Miguel Bottero Brollo -muerto en 1995- es a quien Gabriel apunta como principal responsable, en base a lo que su madre adoptiva le confesó.
Por su parte Marta Caballo nació el 14 de setiembre de 1974 en Paraná, de acuerdo a su testimonio de nacimiento, elaborado el 16 de setiembre de ese año, en la oficina del Registro Civil de Paraná, en base al certificado firmado por Bottero Brollo.
Cuando tenía 27 se enteró de la verdad a través de una tía, ya que sus padres murieron cuando ella era una adolescente: “Ella era maestra en la escuela Alberdi, donde también trabajaba la esposa de Bottero Brollo. Cuando mi tía le comentó que mi madre adoptiva perdía los embarazos a los dos meses de gestación, la mujer del médico le contó lo que hacía su marido, y que existía la posibilidad de adopción. Fue así que mis padres se contactaron con ese médico”. Al igual que en el caso de Gabriel, la madre adoptiva de Marta salió por la puerta del Rawson como si la beba fuera hija propia.
En 2002 Marta hizo una publicación en Diario UNO, en la que relataba lo que le había contado su tía y pedía contactarse con alguien que pudiera darle alguna información sobre la identidad de su madre. Fue así que se comunicó con ella la hija de quien en ese entonces era la jefa de enfermeras del Sanatorio Rawson.
“Era una persona mayor, hermética, con un pacto de silencio; y el único dato certero que me dio fue que la mayoría de las mamás eran de Santa Fe, de buena posición económica, y que las traían a parir a Paraná para tapar la vergüenza. También me dijo que en los libros de la clínica, a las mujeres que venían a parir siempre las hacían figurar como parturientas, no como en otros lugares en los que se hacían estas operaciones ilegales”, relató Marta.
En tanto, Cecilia Ziganorsky tenía 42 años cuando se enteró de que era adoptada, a través de uno de sus hermanos adoptivos. Cecilia no tuvo oportunidad de preguntarle a sus padres, porque ambos fallecieron. Según su hermano, a Cecilia la llevaron a su casa cuando tenía horas de vida, era una beba muy chiquita. Solo sabe que nació en el Sanatorio Rawson -porque eso es lo que figura en su partida de nacimiento-, y que el médico responsable fue Miguel Bottero Brollo.
“Mi mamá ha sido una adolescente de 17 o 18 años. Eso es algo que mi hermano escuchó una vez, un comentario que se hizo en mi familia y después nunca más se habló del tema. Porque en esa época era así, mi familia hizo un pacto de silencio y nadie estaba dispuesto a romperlo. Por lo que me dijo mi hermano, Bottero Brollo no le quiso decir a mi papá quién era mi madre biológica, le respondió que no le convenía saberlo por su propia tranquilidad, para que después no vengan a reclamarme”, señaló Cecilia.
Liliana Cabrera busca a su hija, nacida el 10 de junio de 1973 en el hospital San Roque. “Éramos muy chicos, yo tenía 15 años, y mi marido -que en esa época era mi novio-, 16. Él ya trabajaba, yo quedé embarazada. Tuve mi parto en el San Roque a los ocho meses de gestación, el domingo 10 de junio de 1973. El parto fue normal, la beba era hermosa y pesó 1,8 kilos”.
Sin embargo, a las pocas horas le dijeron que la nena había muerto y nunca le dejaron ver el cuerpo, las enfermeras le dijeron que ya la habían enterrado. Ella nunca creyó en esa versión, años después, se dedicó a buscar a su hija, y en una oportunidad pudo hablar con el doctor Jorge Cantaberta, quien la atendió en el parto. “En un primer momento, la mujer de él me dice que no podía verlo porque estaba con problemas de salud; yo le respondí que no quería hacerle mal, solo quería hablar. Cuando me dejó hablar con él, le pregunté qué había hecho con mi hija. Y al final me terminó reconociendo que la dio: ‘lo hice porque la beba iba a estar mucho mejor que si se quedaba con ustedes’. Eso fue todo lo que me dijo”, relató Liliana a UNO.