Luego de una multitudinaria procesión por las calles del barrio, en horas de la tarde, se ofició la misa central de la celebración. En ese marco, ante un marco imponente de fieles, el arzobispo, Juan Alberto Puiggari, destacó el carácter de la fiesta religiosa “como un momento de oportunidad para renovar la fe”, y tras dar cuenta de la historia de San Cayetano, muy especial para Argentina por el pan, la paz y el trabajo, reconoció los incesantes pedidos de los fieles por la falta de empleo.
Puiggari: "No podemos ignorar la crisis actual del trabajo. Pedir trabajo es pedir dignidad"
“Los he escuchado en los medios de comunicación, y me lo han dicho antes de iniciar la misa, la gracia por el trabajo. Hoy pongo en el altar eso, con la certeza de que San Cayetano les va a hacer llegar una gracia, la que sabe que es más necesitada”.
“No podemos ignorar la crisis actual del trabajo. Pedir trabajo es pedir dignidad, la dignidad para llevar el pan a las mesas, de dar el pan a sus hijos. No solo es el pan del trigo, sino de la educación y el progreso”, planteó el obispo, que apeló que por intercesión del santo, “se nos conceda el don de trabajo para todos los hermanos, y de la cultura del trabajo, porque durante años muchos generaciones han sufrido esa pérdida de valores”.
Y apeló a la responsabilidades políticas, empresarias y gremiales, para generar trabajo: “Por favor háganlo, es un acto de caridad enorme, dignificar a una familia”.
La realidad del país, la crisis y el fin de semana con elecciones, no quedó al margen de la homilía, con breves comentarios.
Así, Puiggari sostuvo que “hay muchas causas por la crisis argentina, pero una más profunda y me gusta que lo hayan puesto como lema, es la falta de amor entre nosotros. Cuando en mayo nos reunimos con el Papa, nos dijo que está dolido y cuánta división hay en el país; un pueblo dividido no tiene futuro”, narró.
“El odio lleva a la destrucción, a la muerte, a la injusticia; el amor lleva a la unidad, a la solidaridad, a la comprensión, a la paz. Hay muchos motivos hoy para estar enojados, pero pidamos la gracia de salir con un corazón pacificado”, exhortó a los fieles.
Frente a esa descripción de la realidad argentina, con otros términos y sin mencionar la “grieta”, dijo que “el odio y la división es propio de los débiles”, y opinó: “En pocos días tendremos elecciones y eso divide más a los argentinos, es un momento difícil; el sentido de la elección es el de la democracia. Cada uno votará a conciencia sobre lo que cree, pero no es una guerra. Si en la Argentina no nos unimos no habrá solución económica o política”.
“Todos tenemos que ser protagonistas de un cambio para una Argentina mucho mejor”, observó luego de reconocer el “difícil momento”, actual. Dijo que tal vez cada uno no tenga los instrumentos para dar trabajo, pero alentó a compartir el pan, o visitar a los enfermos. “Salgamos de la indiferencia, individualismo, del no te metás, no es cristiano, podemos cambiar nuestras familias donde hay tantos rencores; podemos cambiar nuestros barrios”, apeló.