José Amado/De la Redacción de UNO
Madres que canalizan el dolor en la lucha por justicia
“Hay que seguir luchando para que esto no vuelva a pasar nunca más”. María Inés Cabrol lo afirmaba en cada oportunidad durante la incansable búsqueda de su hija, Fernanda Aguirre. Ella es el emblema de muchas madres que transforman el dolor en fuerza para poder levantarse y salir a reclamar Justicia por la pérdida de un hijo o hija en un delito. Nadie puede devolvérselos, pero la promesa de que alguien pagará por lo que hizo es hasta el final. Algunas pueden verle la cara a los responsables y lograr una condena; otras esperan, buscan, acusan, pero no logran justicia.
En todos los casos son la punta de lanza de cada movimiento que surge ante una muerte violenta, y no se quedan solo en el reclamo por las causas de sus hijos víctimas, sino que van mas allá: la droga en el barrio, la seguridad vial, el accionar policial, los tiempos judiciales, la impunidad. No es un fenómeno nuevo: la madres de Plaza de Mayo, en circunstancias muy diferentes con el propio de Estado como enemigo y en plena dictadura militar, salían a caminar por sus hijos desaparecidos. Y en 37 años nada las detuvo.
Según la fuerza, el acompañamiento o los recursos emocionales que cada una tenga, algunas organizan movilizaciones y actos frente a Tribunales llenos de carteles y pancartas, hablan en los medios y escrachan a los acusados. Otras se manifiestan de una manera mas silenciosa, con una peregrinación semanal por los pasillos de los juzgados insistiendo a los funcionarios judiciales que se muevan, peleándose con fiscales y jueces para que investiguen.
Valores
El 23 de febrero un conductor embistió a otro auto en Avenida de las Américas y mató a Diana Pascal, de 17 años, y a Graciela Zandomeni, de 61. La mamá de Diana, Adriana Cámara, no dudó en organizar marchas, pintar estrellas en la calle y encabezar cuanta actividad pueda para hacer oír su pedido de justicia. Hoy es su primer día de la madre sin su hija: “Es un día bravo, pero no mas que todos los días”, dijo a UNO. Consciente de que nada ni nadie le devolverá a Diana, cuenta que logró transformar el dolor en fuerza para salir a luchar. Afirma que se duerme cada noche y se levanta cada día pensando en lo mismo, pero la moviliza la promesa que le hizo a su hija de lograr justicia, y no se detendrá hasta lograrlo.
Adriana no se considera un ejemplo, sabe que cada persona afronta el dolor a su manera. “Yo tengo un carácter fuerte”, afirma, y lo deja bien en claro en cada acto y entrevista. Mientras piensa en lo que hay que hacer para la vigilia de este miércoles 23 en Tribunales para renovar su reclamo, espera que su lucha sirva para evitar otras muertes en tragedias viales. “Porque todo está mal”, asegura y enumera los problemas de la educación, la salud, la seguridad vial, pero fundamentalmente la crisis de valores: “Se perdió el valor por la vida”, lamenta.
Un espacio para salir adelante
Algunas madres, como otros familiares de víctimas, recurren a los profesionales de la Dirección General de Asistencia a la Víctima del Delito, que funciona en calle Victoria de Paraná. Araceli Ibarra es una de las psicólogas que trabaja con pacientes en esta situación. “Muchas veces las personas que han perdido a un ser querido pueden ir canalizando esa angustia y esa sed de que se puedan aclarar los hechos, pidiendo justicia, yendo al juzgado de manera silenciosa, en contacto con su abogado; buscar contención, hacer marchas, o poner placas en algún lugar”, cuenta Ibarra, y explica: “Muchas veces sucede que antes de pedir justicia, se hacen un autocuestionamiento: por qué ocurrió el hecho, por qué justo a él le tocó, qué habrá ocurrido, y el pedido de justicia aparece después”.
Los avances en el tratamiento psicológico pueden ir relacionados a los vaivenes de la causa judicial, la expectativas de resolución del caso y los recuerdos que esto trae. La licenciada cuenta: “El tratamiento parte de la singularidad de cada persona, de lo que está viviendo, de sus proyectos de vida, sus deseos o angustias. De a poquito van saliendo, no solo acompañados por la asistencia psicológica sino también por el acompañamiento familiar, empiezan a retomar actividades que habían quedado relegadas”.
Sin embargo, esto puede verse puesto en peligro cuando llega el día del juicio y la reconstrucción de los hechos trágicos en un debate: “Cuando comienza el juicio reviven en cierta medida el día cuando les anunciaron la pérdida del ser querido, hay como un retroceso en todo lo que venían logrando en cuestiones emocionales, en los aspectos de su vida, en esos pequeños logros. En algunos casos no significa que con una condena se pueda generar un alivio o que van a superar este dolor, sino que tiene que ver con esta ausencia, esta pérdida de la persona querida, amada, que desea que esté, que todavía viva. Entonces la terapia tiene que continuar. Desde la Dirección siempre se dejan las puertas abiertas que vuelvan a terapia si es lo que necesitan”, afirmó Ibarra.
Fortalezas y acompañamientos
Por otro lado, la psicóloga contó que la demanda del tratamiento “muchas veces no viene de parte de las mamás, porque ante el episodio ocurrido están muy agobiadas, muy angustiadas o desesperadas y no sabe a quién acudir, qué hacer. Proviene desde otros lugares, desde un familiar, o desde una Asociación como Vidaer, o desde la Justicia, para poder brindarles una asistencia psicológica, sobrellevar y acompañarlas en ese dolor”.
Por último, Ibarra sostuvo que los tiempos de los tratamientos son relativos: “La pérdida siempre es algo sorpresivo, inesperado, entonces genera mucho desconcierto y en las primeras etapas esta sensación de que la persona va a regresar está ligado mas al deseo de que no haya ocurrido el episodio. Lo manifiestan como un sueño, que se tienen que despertar. No hay un tiempo cronológico del proceso de duelo, va a depender de la personalidad de cada una, de las fortalezas que tenga esa persona, de cómo este acompañada o sostenida a nivel familiar”.
“Que no le pase a otro”
En la necesidad de movilizarse por justicia para sus hijos, algunas madres se acercan a la Asociación de familiares de víctimas de delitos (Vidaer). Su presidenta, Carla Cusimano, contó de estos casos: “El dolor de una mamá que ha perdido un hijo es incomprensible y es muy difícil de entender si no es desde el lugar de otra mamá que ha pasado por lo mismo. Nosotros somos el nexo, la unión entre estas mamás y otros familiares que nos ha tocado vivir el dolor pero desde otro lugar. Somos el lugar de contención de estas mamás en la medida que ellas así lo requieran y lo necesiten”.
Cusimano destacó “la contención desde lo profesional en momentos tan complejos, nos parece vital ofrecer la asistencia psicológica con profesionales que son de altísima calidad, con una preparación especial para trabajar con familiares de víctimas”.
Desde Vidaer, además de manifestarse por las causas judiciales, se trabaja por las problemáticas que han generado muchas tragedias: “Hay un principio rector en todos los familiares de víctimas: la necesidad de que no le pase a otro. De repente te dicen ‘nada me va a devolver a mi hija o a mi hijo, pero no quiero que esto le pase a otro’. Es el trabajo hacia lo profundo de uno mismo, tratando de sobrellevar un duelo tan terrible, y el trabajo hacia afuera que de alguna manera también te ayuda a lo interno. Tener una actividad, hacer una marcha, una vigilia, pintar una estrella, e incluso acompañar a otro que está pasando por lo mismo. Todo esto también ayuda a salir adelante, no hay nada peor que quedarse quieto, en la casa. Cuando perdés un ser querido la casa es una trampa mortal, todo te trae recuerdos, cada lugar , cada prenda de vestir. Entonces uno tiene que tratar de salir”, afirma la referente de Vidaer.
Por último, Cusimano concluye con un “mensaje de fortaleza”, acerca de que “se puede salir adelante aprendiendo a vivir distinto, se aprende a convivir con el dolor”.













