Se realizó anoche la misa Crismal en la Catedral Nuestra Señora del Rosario de Paraná. Allí, monseñor Juan Alberto Puiggari reunió a los 120 sacerdotes que integran el clero de la Arquidiócesis para renovar las promesas sacerdotales y bendecir el santo Crisma, el óleo de los catecumenos y el óleos para la unción de los enfermos.
"No faltarán vocaciones si se eleva el tono de nuestra vida sacerdotal"
Durante su homilía, monseñor Puiggari hizo hincapié en la Semana Santa.
"En la puerta del Triduo Pascual quiero pedirles que nos situemos al pie de la cruz y tomemos conciencia de cuánto dolor habrá sentido Jesucristo por este tiempo histórico: los horrores de la guerra en Ucrania, la anticultura de la muerte dominante, las distintas formas de pobreza e injusticia, una acelerada secularización de la sociedad y de nuestra Patria que excluye progresivamente a Dios del ámbito público, y un eclipse del sentido de Dios. Vivimos en un tiempo de una persecución educada pero agresiva, disfrazada de cultura, disfrazada de modernidad, disfrazada de progreso", manifestó.
Además, pidió más fe, más entrega, más testimonio. "La hora difícil que vive el mundo nos exige ser fuertes en la esperanza, fundada no en un falso optimismo, sino en la certeza del triunfo de Cristo, porque Él ama a este mundo y por él entregó su vida; nos exige a los sacerdotes una entrega incondicional y un amor que nos arranque de la tentación de la mediocridad, de la mundanidad, de la rutina, del egoísmo personal, de la vida cómoda, y nos encienda en el fuego devorador que consumió a San Pablo, y a todos los grandes apóstoles".
Aseguró que más allá de los documentos, se necesitan acciones. "Quizás nunca como hasta ahora se preparan materiales catequéticos, litúrgicos, homiléticos, planes pastorales, todos buenos y necesarios. Pero si nos falta el amor somos -como escribe Pablo en primera Carta a los Corintios- campana que resuena, o un platillo que retiñe… Si no tengo el amor, si no soy testimonio vivo, coherente y creíble del amor, sino sirvo al amor, nada soy", indicó.
Y parafraseando al papa Francisco, sostuvo "La misión se realiza por la atracción de una belleza en la vida, por el 'esplendor de la verdad' que despierta los corazones dormidos, que rompe la capa de la indiferencia. Es tiempo providencial de gracia, para proponer nuestro testimonio cristiano, con humildad y sencillez de corazón y dar la razón de la esperanza que anima nuestra vida. Una vida de sencillez y renuncia, llena de alegría y esperanza.
Posteriormente, le habló a los sacerdotes. "Le pido al Señor que renueve nuestro fervor y entrega, purifique nuestros pecados e infunda una vez más al anhelo de santidad: 'Sacerdote santo, pronto y grande'. Pronto, porque la vida es breve. Grande, porque lo requiere la grandeza del sacerdocio y el momento de la historia que estamos viviendo. Por eso, mis hermanos, permítanme en esta noche tan especial, recordarles lo que decía San Pablo a Timoteo: 'Te recomiendo que reavives el don de Dios que has recibido por la imposición de manos…porque el Espíritu que Dios nos ha dado es un espíritu de fortaleza, de amor y de sobriedad'".
Luego, les pidió renovar el amor por la vocación. "El sacerdocio exige siempre que renunciemos a nuestra propia voluntad, a la idea de la simple autorrealización, a lo que podríamos hacer o querríamos tener y nos entreguemos a otra voluntad para dejarnos guiar por ella. Si no existe, si no está presente esa decisión básica de entrega a otra voluntad, de identificarnos con ella, no se está caminando por la auténtica senda sacerdotal".
Además, agradeció la presencia del Cardenal Karlic. "Les agradezco el trabajo intenso y los aliento frente a las dificultades. Rezo siempre por ustedes, tengo muy presente en esta noche a nuestro querido Cardenal Karlic, pienso en nuestros hermanos enfermos, en los que están sirviendo en otras Diócesis, en los más jóvenes que tienen un largo trayecto por delante, enfrentando este momento de cambios tan vertiginosos, en los que están en la edad madura y sienten el cansancio del camino, por todos y por cada uno, hoy y cada día le pido al Padre que los fortalezca".
También pidió orar por más vocaciones religiosas. " Nuestro pueblo tiene derecho a dirigirse a los sacerdotes con la esperanza de ver en ellos a Cristo. No los defraudemos. Ellos nos necesitan como maestros de santidad, que manifestemos el corazón misericordioso del Padre. Tienen necesidad de ello particularmente los jóvenes, a los cuales Cristo sigue llamando para que sean sus amigos y para proponer a algunos la entrega total a la causa del Reino. No faltarán ciertamente vocaciones si se eleva el tono de nuestra vida sacerdotal, si fuéramos más santos, más fraternos, más alegres, más apasionados en el ejercicio de nuestro ministerio. Un sacerdote 'conquistado' por Cristo, 'conquista' más fácilmente a otros para que se decidan a compartir la misma aventura. Recemos y trabajemos por las vocaciones".