Las páginas de este diario vienen siguiendo en las últimas semanas los avatares de Generación Zoe, que hasta hace pocos días tenía sucursal en la capital entrerriana hasta que el CEO global Leonardo Cositorto, prófugo de la Justicia argentina y de la Interpol, anunciara que la aventura llegaba a su final.
Generación Zoe: la estafa emocional e ideológica
Por Ramiro García
No es sencillo definir qué es Generación Zoe. ¿Un grupo empresarial? Se dice que tenía capitales en construcciones, comida rápida, veterinarias, gimnasios y el siempre opaco mercado de la representación de jugadores de fútbol. ¿Un fondo de inversión? Quien quería “asociarse” a Zoe debía entrar con una inversión mínima de 500 dólares, dejarla en manos de los traders o mercaderes de la empresa (sin saber cómo y por dónde “moverían” el dinero) y cobrar todos los meses, supuestamente, una ganancia del 7,5% de interés. En dólares, un rendimiento estable inverosímil para cualquier emprendimiento legal.
¿Una secta religiosa? Muchos de los feligreses de Zoe se comportan como fanáticos. No es una faceta exclusiva de los fieles de Cositorto. Continuamente surgen diversas empresas o plataformas que prometen ganancias financieras y éxito personal con poco esfuerzo a quienes se afilien, con la condición de que sumen más adeptos al emprendimiento. Todos conocemos al menos un caso de este tipo de “conversiones”.
Debido a que sus ingresos y su jerarquía en la organización dependen de su cosecha de miembros, el “pastor” se acerca jurando por lo que más le valga que sólo carga con buenas intenciones, y que sólo felicidad trae su prédica. Se portará como un amigo si recibe respuestas acordes a sus necesidades, pero puede ponerse repentina y sorprendentemente insistente, soberbio, e incluso agresivo, si uno agradece el convite pero prefiere no embarcarse.
El caso de Zoe viene cumpliendo con el ABC de las estafas piramidales financieras, sólo que a escalas gigantescas e internacionales. Sus escalafones superiores amasaron fortunas, cerraron la compañía y dejaron miles de damnificados que no saben si van a recuperar, ni cuándo, al menos algo de sus inversiones.
Pero el ejemplo de Zoe es especial. Como “una de las mejores escuelas de Liderazgo y Coaching” (tal como se presenta), el daño que provoca no se limita a lo económico.
Estas no tan nuevas disciplinas-saberes-oficios-ideologías se basan en la creencia de que el individuo es el único responsable de su bienestar o su padecer, su éxito o su fracaso, independientemente de las condiciones históricas, geográficas, económicas y sociales en que transcurre su vida. No importa cuántas carencias o comodidades tuvimos, cuántas oportunidades o privaciones, cuántas ventajas o desventajas, porque la voluntad, el deseo y la confianza, si se practican lo suficiente, alcanzarían para compensar todas las dificultades y asegurar (garantizar) los logros individuales. Las ganas igualan las posibilidades del privilegiado y el desfavorecido.
“Todo lo que una persona formada acorde a esa ‘integración pedagógica’ puede llevar a cabo estará limitado exclusivamente por su voluntad de creer, investigar y crear”, invita la oferta “educativa” que aún se lee en la página web de Zoe. Y suma premisas incomprobables: “El Coaching produce un 529% de retorno sobre la inversión y beneficios intangibles significativos para los negocios”, según una encuesta de “métricas globales”. “La inversión actual en Coaching es la menos costosa y los beneficios son enormes (no necesariamente en términos financieros) con retornos de 2.000 a 3.000%”, aporta un estudio de un consultor.
Y una definición contundente sobre lo que es un “coach”, quienes “aceptan naturalmente todo lo que llega a sus vidas como un regalo y oportunidad de interactuar. Para ellos no hay adversidad en el afuera, sino incapacidad para abordar la complejidad, desafíos por sortear”.
¿Qué tendrá para decir ahora Zoe a los estafados?
El caso de Generación Zoe, sus referentes y “líderes” puede resultar más o menos grotesco o pintoresco. Para los adeptos de Los Simpsons, es inevitable la referencia del capítulo del “Líder”.
Pero este tipo de casos también merecen pensarse en serio. Por un lado, porque hay víctimas reales, estafadas desde lo económico y también desde lo emocional. ¿Qué efectos producen las promesas de que el éxito sólo depende de las ganas en alguien cuyas condiciones externas se interponen e incluso impiden lograr sus metas?
Pero además la ideología aspiracional y motivacional merece pensarse en serio porque impregna las épocas y las culturas. El que quiere, puede. Meritocracia. Y hace años que viene avanzando en el sistema educativo.
Hay universidades, no sólo privadas sino también públicas, que ofrecen cursos y diversas formaciones en “coaching”, “design thinking”, “machine learning”, “liderazgo personal”, “mentoring”, “neurociencias”, “educación inteligente” u “oratoria”. Un extraño y variado menú que coincide mucho, quizás demasiado, con la oferta “educativa” del estafador Cositorto.
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