El Whatsapp fluye sin insultos ni halagos. Largo el año de pandemia. Entre sus frutos contamos la recuperación de viejos lazos de amistad, cultivados a distancia, tanto como se puede. Pero a la vez comprobamos la complejidad y las limitaciones de esos canales ficticios en los momentos de tensión.
El Whatsapp fluye sin insultos ni halagos
La conversación personal lleva milenios de alineación y balanceo, de pulidos y búsquedas. Cada cultura ha desarrollado modos propios de la comunicación a prueba y error, por siglos y siglos. ¿Vamos a reemplazar, de un día para el otro, las mil sutilezas del cara a cara por el frío y filoso intercambio por Whatsapp, Google, Facebook? A no engañarse: no es con inventos que aceitaremos el diálogo.
Una expresión destemplada, al extremo del insulto, usando un lenguaje cortante como es el de las redes, sin amortiguadores, puede generar una ruptura. Sin embargo, esos casos son pocos al lado de otras limitantes generadas por el halago o el aplauso fácil.
Ante la actitud inesperada, de una persona que es miembro del grupo y de pronto derrapa y se va al pasto, sabemos de distintas respuestas más o menos adecuadas o eficaces. Pero veamos esto: todo el grupo siente en el corazón el alejamiento de un integrante si es un poquito conflictivo. Algo salió mal no ya en el individuo sino en la comunidad. No se trata de tal o cual persona, sino de un “nosotros/nosotras” con heridas. Si una de las patas del colectivo desaparece, el problema no se supera, porque es el colectivo el que renguea.
Producido un cortocircuito, en vez de suavizar o diluir la diferencia solemos escarbar el punto hasta el quiebre, sin considerar que el lenguaje a distancia no es un vehículo apropiado. ¿Estamos en verdad preparados para sustituir los diversos lenguajes en sinergia del mano a mano por un whatsapp, sin morir en el intento?
Claro que no hay recetas para prevenir las rupturas, aunque sabemos que el primer consejo consiste en desconfiar de lenguajes nuevos aportados por la tecnología que nos toma de conejillos.
Solía decir Krishnamurti que las personas (y agreguemos, los grupos) están vacunadas contra el virus de la fragmentación si evitan hacer carne los insultos o los halagos. Es decir: la comunicación verdadera puede darse en la medida en que conversemos las personas, los grupos, no mediados por las imágenes. Y eso vale para el cara a cara, por supuesto, pero ¿Cuánto se potencia el problema de la imagen en la conversación a distancia?
Si Juan halaga o insulta a Pedro, y Pedro registra eso, en el próximo encuentro ya no habrá relación entre ambos: conversarán sus imágenes, sus prejuicios. Reunidos, en cambio, en un lugar, y con un mate de por medio, habrá un sinfín de modos para recuperar la relación en su complejidad y dejar esa muy fina fibra disonante en su punto casi insignificante. Pero a distancia, y con nosotros desprevenidos, ¿no cobra esa pequeña parte la dimensión del todo?
Nos preguntarnos: ¿es un grupo de Whatsapp o de Google un grupo de amigos? ¿No genera esta mediación tecnológica las posibilidades del sí fácil y del no fácil?
En una comunidad, cuando un miembro no está de acuerdo, conversa, se detiene, escucha, responde dentro de un ámbito. Allí hay alguien que sirve un vaso de agua, alguien que ofrece un mate, arrima una banqueta, enciende una estufa. Guiños, chistes, anécdotas, palmadas. Antes y después de un asunto conflictivo se habla del frío, el viento, la lluvia. En fin: hay un clima.
En los grupos a distancia, quien no está de acuerdo suele encerrarse en sus límites y marcharse sin más, para revelar en un solo acto la ausencia de comunidad. Quien se sienta halagado, lo mismo: suele dejar que hable su imagen. ¿Qué relación hay allí, entonces? ¿Conversan las personas, o conversan sus retratos?
Con los aislamientos del Covid-19, tal vez las comunidades nos estemos debiendo una mayor conciencia del desmembramiento de la palabra; de la ligereza para el halago o el insulto en que hemos caído. Nos debemos una conciencia del terreno perdido en comunicación, confianza, amistad. Entre el lenguaje personal y el grupo a distancia existe el parecido que encontramos entre una selva y una plantación de eucalipto. Si descuidamos ese abismo nos dejaremos ahogar en los inventos.