La Villa 351 de Paraná es un claro ejemplo de la mezcla entre el bien y el mal. Así de simple. El viernes, otro hecho confuso se vivió en el asentamiento cuyo ingreso principal se da por avenida De las Américas, a metros de calle Pronunciamiento. Varios móviles policiales de la comisaría sexta y fuerzas especiales realizaron un procedimiento que los vecinos del lugar describieron como “violento”. Desde UNO se informó que “en las inmediaciones del barrio se escucharon al menos 10 disparos en dos tandas. Como resultado del operativo al menos siete personas resultaron con heridas de postas de goma”.
Cuando se mezclan el bien y el mal
Por Mauro Meyer
El testimonio de una vecina fue contundente: “Si hubieran venido con una causa justa hubieran detenido a alguien o se hubieran llevado armas. Pero no, se equivocaron. Vinieron, tiraron y se retiraron. Acá la gente no estaba haciendo nada. No hay justificativo para lo que hicieron”.
Según la mujer habían terminado de comer un locro y los chicos estaban tomando mate cuando entraron a la casa de una pareja joven y “revolvieron todo sin una orden de allanamiento”. “Había una criatura de dos semanas. Fue un abuso de poder total”, agregó.
Si uno recorre un poco los sitios digitales que mencionan noticias referidas a la Villa 351, los hechos de sangre dominan la escena. Con enfrentamientos entre bandas, la Policía metida en hechos que no quedaron del todo claro y el reclamo de los vecinos que ya tienen como algo natural el sonido que produce el disparo de un arma de fuego. Más aún, sienten que la presencia de los policías es muchas veces contraproducente en un lugar considerado un nido de delincuentes por el resto de la sociedad paranaense. Basta con leer los comentarios despectivos cada vez que la villa es noticia. Pero esto no es así. Estoy seguro de que muchos habitantes son personas de bien, trabajadores que intentan sobrevivir con lo poco que pueden ganar en un momento complicado. Pero ser de la Villa 351 es sinónimo de delincuencia.
Con esa mochila sobre sus espaldas crecen los chicos, quienes también conviven con la violencia desde temprana edad y para ellos es algo normal. De esa forma siempre serán “villeros”, por más que en el futuro busquen una salida, algo que será difícil de hallar si los gobernantes siguen mirando para otro lado. Es que desde hace mucho, la Villa 351 se transformó en un grano en el culo para los intendentes que han pasado por la Municipalidad de Paraná.
Nadie pudo dar una respuesta en materia de seguridad o en otros problemas que tiene el barrio, como la situación sanitaria o habitacional. Es que para muchos es tierra de nadie y con esa excusa se olvidan de las personas que viven en ese lugar. Como dije anteriormente, hay gente de bien, que siente miedo cada vez que se escucha una detonación.
Es complejo pensar en que esto puede cambiar. Sobre todo si cada vez que ingresa la Policía al barrio hay acusaciones cruzadas sobre su proceder. El abuso de poder es una frase que se escucha con frecuencia por parte de los vecinos, mientras que del otro lado, los efectivos expresan que cada operativo se realiza en condiciones de legalidad. Pero con los antecedes que hay, parece que esto no es del todo cierto. Es un hecho que la gente prácticamente no quiere que entren al barrio. Algunos por conveniencia ya que viven al margen de la ley, y otros por el temor de lo que pueda pasar.
En definitiva, la Villa 351 sigue siendo sinónimo de violencia. Búsquela en Internet y las noticias que podrá leer no dirán otra cosa. Allanamientos, disparos, asesinatos, disturbios y demás, son las palabras que abundan en cada crónica de este oscuro lugar. Estoy seguro de que a muchos les conviene que la situación no cambie, porque para algunos es como esconder la basura debajo de la alfombra. Pero hay personas en este barrio que esperan tener una mejor calidad de vida, apostando por un futuro mejor, con la esperanza de que sus hijos no sigan creciendo en un ambiente cargado de odio.
Mientras tanto, seguirán pensando que cualquier día puede ser el último, ya que son habitantes de un sitio donde claramente se mezclan el bien con el mal.