A favor o en contra, el coronavirus se transformó en otro factor de militancia al modo argentino. Es decir, sin grises. En este país se juega al todo o nada. Y no importa si hay que mezclar temas para ganar espacios o enredar la discusión. Todo vale.
Coronavirus: Militando sobre la pandemia
Entonces la cuarentena es la salvación del país para unos, o la madre de todos los males para los otros. Y ya que está mezclamos la reforma judicial de Fernández, los espías de Macri, el dólar, la vacuna de Oxford, Facundo Astudillo, y por si acaso algo no estuviera quedando claro, se suman los paneles de televisión para cerrar el círculo.
Nos acostumbramos a un país donde no se pueden discutir los temas por separado. Si a alguien se le ocurre apoyar la continuidad de esta cuarentena que todos queremos dejar atrás, los que escuchan esta posición dan por sentado que esa persona está a favor del Gobierno en todo lo que haga.
Por el contrario, aquellos que piden una salida a estos cinco meses de aislamiento son directamente vinculados a la oposición en cualquiera de sus formas.
A casi nueve meses de haber asumido su presidencia, Alberto Fernández lleva seis meses gobernando un país aislado del mundo, con sus provincias bloqueadas y con sus 44 millones de habitantes deambulando entre el hastío y el miedo.
Durante meses sostuvo la coherencia discursiva y operativa de anteponer la salud a la economía, pero lentamente debió ir aflojando los nudos que lo ataban a esa posición que parecía irrenunciable. Es que después de cinco meses de aislamiento quedan pocas opciones.
La mayoría de las personas no han sido afectadas por el coronavirus. Gran parte de esa mayoría está sufriendo problemas económicos, por lo tanto, desde esa mayoría se impone la necesidad de abrir la economía. Y que sea lo que Dios quiera.
Esta posición se fortalece sobre la falsa confianza de que el virus ataca a los otros.
Un escrito que circula en las redes, expuesto por Blas Matías Fiorovic, un médico de la ciudad de Gualeguaychú, hoy la segunda ciudad más afectada de nuestra provincia, habla de la irresponsabilidad de las mayorías, aun ante requerimientos tan sencillos como el respeto por las distancias o el uso del barbijo.
“¿Te acordás que hace un mes y piquito no tenías ningún conocido aislado o positivo? ¿Ahora seguro lo tenés, no? Tal vez hoy no tengas a ningún conocido grave, o peor aún, fallecido. Dentro de un tiempo, es muy probable que lo tengas, porque la única forma de frenar el avance de las infecciones es cambiando la actitud de la sociedad ante el problema. Lamentablemente, no creo que eso vaya a pasar. Volver atrás con la cuarentena no es opción. La gente tiene que trabajar, porque de eso se vive. Sin embargo hay actitudes que se pueden evitar y no se evitan.
Quienes me conocen saben que tiendo a ser optimista casi ante cualquier circunstancia de la vida, pero no hay optimismo que venza a la inconsciencia de las masas sobre los problemas del otro. Siendo sincero, no creo que el ritmo de contagios baje hasta que cada uno de nosotros tenga un grave o un muerto en su círculo cercano”, remarca en uno de sus párrafos.
La posición de este médico es real ante un virus que mata. No tiene posición política, no llama a la movilización, ni busca aristas dañinas en los argumentos ajenos. Expone lo que somos, como actuamos y que es lo que probablemente suceda en los meses que vienen.
Al virus no le importa la posición política de nadie. Defender la cuarentena o atacarla no nos librará del mal, y esto queda en evidencia con cada parte médico que vuelve a sumar centenares de muertos y miles de infectados todos los días.
Sobran motivos para la militancia partidaria. Como si no bastaran la pobreza, el endeudamiento del país, la Justicia y la exclusión social, entre otra decena de temas impostergables que tiene la Argentina.
Apelar a la responsabilidad individual es el único recurso que sigue siendo válido en cualquier debate sobre la pandemia, sobre todo con aquellos que siguen sin entender que lo peor aún no ha pasado.