Alfredo Hoffman/De la Redacción de UNO
Los represores Dasso y Valentino se desentendieron de las desapariciones
El estallido lleno de bronca de la hermana y la hija del obrero ferroviario desaparecido Sixto Francisco Zalasar sintetiza el clima que reinó en la extensa audiencia de este jueves en el megajuicio por delitos de lesa humanidad en la costa del río Uruguay, que se realiza ante el Tribunal Oral Federal de Paraná. Las mujeres increparon al imputado Naldo Miguel Dasso; en la cara le gritaron “¡asesino!” y le exigieron que dijera la verdad y develara el destino de Sixto y de Julio Solaga, los dos desaparecidos concordienses comprendidos en el juicio. Dasso acababa de hablar durante dos horas, sin asumir responsabilidad ni conocimiento en ambos casos.
Este jueves culminó su declaración indagatoria iniciada el miércoles el militar retirado Juan Miguel Valentino, jefe del Escuadrón de Exploración de Caballería de Gualeguaychú y del Área 223 durante la dictadura. Luego realizó su exposición Dasso, quien fuera jefe del regimiento de Concordia y del Área 225. Finalmente fue el turno de la exposición del expolicía federal Julio César “Moscardón Verde” Rodríguez, quien prestaba servicios en la delegación Concepción del Uruguay de la fuerza. Ninguno aceptó contestar preguntas. Todos se escudaron en que cumplían órdenes superiores, aunque aseguraron que no eran órdenes ilegales. Los dos primeros admitieron detenciones por motivos políticos, pero las enmarcaron en la alegada “guerra contra la subversión” y las consideraron “legítimas” por provenir del Comando de Brigada con asiento en Paraná.
Valentino se permitió poner dudas sobre las desapariciones de Gualeguaychú. Sobre Norma “Noni” González, secuestrada el 12 de agosto de 1976, dijo que él estuvo presente en el casamiento de ella con Raúl Rodera, que se habría realizado en la Unidad Penal 2 cuando Rodera estaba preso allí, tiempo antes de la desaparición de “Noni”. Rodera testimonió en el juicio el 29 de agosto por videoconferencia desde Madrid, donde reside. El represor, que señaló que estuvo en el casamiento a pedido de la pareja, dijo que estaban buscando la posibilidad de irse del país y subrayó: “Dudo que la familia de Norma González esté enterada del casamiento porque no se dijo en ningún testimonio”.
Respecto de Oscar Alfredo Dezorzi, se preguntó por qué su familia no sabía que había tramitado la ciudadanía italiana –un dato que surgió durante el juicio–, consideró que ése podía ser “un elemento que le permitiera salir del país por algún problema” y llegó a deslizar que podría “estar vivo”.
Similar perversión utilizó cuando explicó detalladamente cómo funciona una picana eléctrica y qué efectos produce, aunque aseguró que lo averiguó “preguntando a amigos médicos” o leyendo, ya que negó que se hayan realizado torturas a los presos. “Parece que las picanas sobraban. Yo no sabía nada de eso”, expresó en otro pasaje, al referirse a los relatos sobre los tormentos en su área.
Valentino continuó con su tedioso repaso testimonio por testimonio, señalando lo que a su entender eran falsedades o incoherencias de los testigos y considerando que algunos estuvieron “totalmente preparados”. Por lo demás, se limitó a decir que las detenciones las realizó por mandato del Comando de Brigada y él se encargó de hacerles firmar a los presos el “enterado” de que estaban a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, lo que venía desde el Ministerio del Interior. Además los mantuvo “demorados” en el Escuadrón a la espera de la orden de pasarlos a la Unidad Penal 2, sobre la cual “no tenía injerencia”. También se desligó de lo que pudieron hacer sus subalternos: “En las Fuerzas Armadas se transmite el mando pero no la responsabilidad”, indicó, pero agregó: “Uno no puede tener la bola de cristal y saber si alguien va a cometer algún desliz”.
“Cumplí con mi deber. Las leyes que cumplí eran legales y estaban enmarcadas en el estado de sitio dictado por el gobierno constitucional. No tuve oportunidad de cumplir órdenes inmorales, pero dado el caso no lo hubiera hecho”, finalizó.
“Como en toda guerra, hubo heridos y muertos”
Naldo Dasso comenzó negando su responsabilidad sobre las desapariciones de Zalasar y Solaga. “No los conocí, nunca recibí orden alguna para detenerlos, ni nunca impartí orden alguna para que se los detuviera”, afirmó. “Conocí ambos casos a través de las autoridades de la Jefatura Departamental de Policía y del destacamento de Gendarmería, donde los familiares habían radicado las denuncias, y por alguna noticia del diario. Llevé a cabo todas las medidas a mi alcance para ubicarlos, todas con resultado negativo”, relató.
“Recibí a los familiares de ambos y fui frontal; nunca fue mi intención alentar falsas expectativas. No sé qué pasó en aquellas circunstancias. Creo haber hecho todo lo que estaba a mi alcance”, insistió. “Nunca supe ni sé qué pasó con Solaga y Zalasar. Si lo supiera, ya a esta altura del partido lo diría”, afirmó, provocando la indignación de los familiares presentes en la sala.
En otro pasaje desmintió a los numerosos testigos que han descripto los malos tratos que propinaba a quienes iban a preguntarle por el destino de sus seres queridos: “Ya no sé cómo decirlo. Estoy dispuesto a que me hagan cualquier tipo de estudio psicológico, porque parece que hay en mí una perversidad oculta”. Y ante lo pedidos que ha recibido para que hable sobre lo sucedido durante la represión ilegal en Concordia, afirmó: “No me puedo arrepentir de lo que no hice, de lo que no sé”.
Dedicó varios minutos a responder al exgobernador Jorge Busti, quien lo había acusado de llamarlo a su despacho, recibirlo con un arma sobre la mesa y gritarle que él era “el dueño de la vida y la muerte en Concordia”. Dijo que nunca tuvo contacto con el dirigente del Frente Entrerriano Federal hasta que lo vio el 8 de junio de este año en los tribunales federales, calificó a su testimonio de “falaz” y se quejó: “Busti me agravió salvajemente”.
“Supe que Busti habría estado vinculado con la organización Montoneros porque recibí una orden de detenerlo y enviarlo a un lugar determinado del país. Pero no la cumplí porque venía por un canal ilegítimo. Tiempo después sí llegó la orden por el Comando de la Brigada y el mayor (Ramón) Orieta me pidió ser él quien estuviera al mando del operativo, porque lo conocía a Busti”, manifestó. Y también desmintió las acusaciones que le hicieran el vocal del Superior Tribunal de Justicia Bernardo Salduna y el delegado de Derechos Humanos en Concordia, Rubén Bonelli.
Dasso, al igual que Valentino, admitió que hubo presos políticos alojados en el Regimiento. Dijo que fueron 40 los detenidos la madrugada del 24 de marzo de 1976, entre ellos los denunciantes Félix Donato Román y Juan José Durantini; siempre sin orden judicial, solo con orden del Comando de Paraná, lo que le daba supuesta “legitimidad” por tratarse de un contexto de estado de sitio. Él “ni siquiera sospechaba” que esas órdenes no eran legítimas y, como aquello era “una guerra”, le podría corresponder hasta la pena de muerte si no las cumplía. Aseguró que no hubo torturas a los presos, juró que les daban buenos tratos, hasta que a los 10 días recibió la indicación superior de trasladarlos en colectivo a un grupo a la cárcel de Concepción del Uruguay y a otro a la de Gualeguaychú.
Otras de las frases que causaron indignación fueron: “Todos dicen que por ser jefe de área sabía todo. Nada más alejado de la realidad”. Y más adelante: “Como en toda guerra hubo heridos y muertos; errores y horrores; acciones injustificadas de ambos lados. Me declaro inocente de los delitos que se me imputan. No he sido ni soy represor, no he sido ni soy genocida, delincuente o corrupto. He sido un soldado que acató las órdenes de sus superiores. Soy consciente de que les estoy entregando mi libertad, porque sé que me voy a morir en preso”. Y finalmente desafió a la prensa: “Estoy preparado para los títulos de mañana”.
El Moscardón
Por último declaró Julio César Rodríguez, quien intentó buscar contradicciones o inexactitudes en los testimonios de quienes sufrieron secuestros y torturas en la Policía Federal de Concepción del Uruguay. También se desvinculó de los cargos: “No detuve, ni interrogué a la gente, ni le practiqué torturas, ni físicas ni psicológicas. Yo no tenía ninguna relación con los detenidos”, afirmó.
Luego desmintió el uso de la picana en la seccional, la actuación de un grupo de tareas y el funcionamiento allí de un centro clandestino de detención. “Estábamos para cumplir órdenes, siempre y cuando estuvieran dentro de los reglamentos”, fue la muletilla que también él repitió.