A nivel mundial, y en homenaje a la Madre Teresa de Calcuta se celebró el 5 de septiembre el día mundial del hermano. Este 2024 fue el primer día en el que Homero, Virginia, Juan Ignacio y Juan Pablo se saludaron en su grupo de WhatsApp de Hermanos y no sólo eso, tres de ellos se reunieron en Paraná para celebrarlo. Una imagen soñada y esperada por 30 años. Son hermanos por parte de padre. Virginia es la mayor, creció junto a su madre en San Salvador; Homero es el segundo y nació en Paraná producto de una segunda relación de su padre y luego, en 1981, llegaron los mellizos, que vivieron durante toda su infancia en Federal, junto a su madre y Luis, su padre. Años de búsqueda, de encuentros y desencuentros, llamados cargados de ilusión y expectativas que se esfumaban ante la negativa, amigos que aportaban datos, y la ansiedad, sobre todo la ansiedad, se esfumaron hace un mes.
Cuatro hermanos entrerrianos y un abrazo postergado por décadas
Virginia, Homero, Juan Ignacio y Juan Pablo son hermanos por parte de padre. Tras años de búsqueda, idas y venidas los hermanos conocieron a su hermana mayor
Por Valeria Girard
“Quiero contarles que ayer, después de 30 años de búsqueda, encontré a mi hermana Virginia. Ya hablé con ella y en éstos días nos encontraremos. No se imaginan la felicidad que tengo”, publicó Homero en sus redes sociales el 15 de agosto pasado. Poco después viajó a verla y publicó una foto de ambos, abrazados y con la sonrisa de oreja a oreja. Semanas más tarde, fue el encuentro de Virginia con los mellizos y con los nueve sobrinos. “Cuando llegué, los hijos de mis hermanos me abrazaban y me decían tía. Para una persona que venía de una historia de abandono, saber que me buscaban fue shockeante, increíble”, contó. En esa reunión faltó Homero por cuestiones laborales, pero sí fueron sus tres hijos.
Las personas no siempre llegan a la madurez logrando resolver el enigma de su propia existencia, desentramando un árbol genealógico. En algunos caso desean hacerlo y en otros no. La historia de estos cuatro hermanos está llena de destino, y de deseo de encontrarse.
Homero Fernández creció junto a su madre y su abuela, no sólo con las necesidades básicas cubiertas, también con mucho amor y dedicación por parte de ambas, y con la figura de un padre ausente y desinteresado que una vez al año, o en ocasiones menos, lo llamaba para que tengan una salida juntos. Lejos estaba de cumplirse su sueño de que aquel hombre vaya a la práctica de rugby o de fútbol a alentarlo desde el alambrado o lo lleve de paseo un día de sol, en general se cumplía el ritual de ir a tomar una gaseosa al bar Los Alpes, en pleno centro de Paraná, una charla fugaz, esquiva y el retorno a su hogar, con gusto a poco. El padre se había alejado de sus vidas a sus escasos seis meses y él había aprendido a sobrellevarlo.
“En realidad a mi viejo lo conocí cuando tenía seis años. Además de sus visitas en Paraná compartí unos días durante tres veranos: fuimos de vacaciones a Concordia, Federación y Villaguay. Esas fueron las tres vacaciones que compartí con él y después ya nos veíamos ocasionalmente. Era un tipo muy apático. Yo las tenía a mi vieja, Estela, a mi abuela y a mi tío, el hermano de mi vieja, que fue el padre que no tuve. El 24 de marzo de 1994, lo recuerdo porque al otro día empezaba a estudiar en la escuela agrotécnica de Las Delicias, me llama por teléfono, nos encontramos en Los Alpes y ahí me confesó que yo tenía una hermana mayor. Me señala hacia abajo y me dice, vive en el edificio de Colón y San Martín. Fuimos juntos, pero ella no respondió al portero eléctrico. Volvimos al bar y me dijo, ella sabe de tu existencia, así que aparecé por su casa un día. Demoré en volver, y cuando lo hice ya ella no estaba. Con los mellizos, que son cuatro años menores que yo, tuve contacto esas veces que fui a Federal a visitarlo, porque mi padre si formó una familia con la madre de ellos, luego se divorció y se fue a vivir a Buenos Aires, donde pasó los últimos años”.
Cosa del destino, tal vez que Virginia no haya respondido. Homero no volvió a buscarla. No por lo menos en ese momento. Sí tenía contacto con sus otros hermanos, con quienes compartía el apellido del padre, los mellizos.
Los años fueron pasando y fue la partida de su padre el detonante para que reanude la búsqueda. Un llamado telefónico los puso en conocimiento de que su padre había fallecido, entonces junto a uno de sus hermanos viajaron hasta Buenos Aires, para trasladar los restos a Paraná y darle cristiana sepultura. “Así cerré mi historia con él, y pude decirles a mis hijos que el abuelo había fallecido”, relató a UNO.
Pero “en el mismo momento en que velábamos a mi padre le pregunté a sus hermanas si sabían dónde estaba Virginia. No me dijeron nada. Ya me había contactado con amigos de mi viejo, tampoco me habían aportado datos. Hasta que alguien me recomendó que me contacte con un grupo de gente que busca gente, una ONG que se llama Te Estamos Buscando. Me contacté con ellos e inmediatamente iniciamos la búsqueda juntos. Volví al edificio al que fuimos aquella vez con mi papá, el portero ya había fallecido y la mayoría de los inquilinos no tenía conocimiento sobre el tiempo que había vivido mi hermana allí, mucho menos el lugar al que se había mudado”, contó Homero. Describió luego, paso a paso, la cantidad de llamados, búsquedas, negativas y vueltas a empezar.
Finalmente integrantes de la ONG lo llaman un día y le dicen: “Encontramos a tu hermana. Dimos con una persona que se llama Virginia Arralde, de San Salvador, hija de Mercedes y esposa de Maximiliano Blanc, todos los datos. Llamo inmediatamente por teléfono al número que me dieron y me atiende mi sobrino. Me presento y me dice ¿Hijo de Luis? Sos mi tío. ¡Mi mamá se va a volver loca cuando se entere, porque ella también quiere conocerlos!”, le dijo.
A los pocos minutos, del otro lado del teléfono estaba Virginia, quien a pesar de las ganas de conocerlos siempre, se reprimía porque no sabía si iban a querer saber de ella.
Amor de hermanos
Virginia también habló con UNO y agradecida a la vida, asegura: “Me encontré con gente que me abrazó desde el primer momento, algo a lo que no estoy tan acostumbrada”.
En los años en que vivió en Paraná estudió licenciatura en Comunicación Social, pero después se decidió por Abogacía. A sus 50 años asegura que en esta nueva etapa quiere fortalecer el vínculo con sus hermanos. “Tengo una vida formada, una mamá, suegros, cuñados y ahora muchos hermanos y sobrinos. Estoy muy contenta, los amé desde el primer momento, desde el primer llamado telefónico”, dijo.
“Me encontré con gente tan ansiosa como yo (risas) y muchas otras cuestiones en las que me sentí identificada. Siempre fui una persona muy distante, pero debe tener que ver con mi historia. Desde que nací, mi padre no estuvo con nosotras. A mis 12 años, él estaba casado y tenía a su familia en Federal y llamé, porque quería conocerlo. Hoy los mellizos me indican que seguramente fue él mismo el que me recibió la llamada, aunque no se dio a conocer, pero con el tiempo apareció. Lo conocí, y se fue. Cuando tenía 17 años y comencé a estudiar Comunicación Social, lo vuelvo a contactar y fue en ese entonces cuando lo llevó a Homero para que nos conozcamos. Yo estaba en el departamento, él me había dicho que iba a ir, pero me estaba duchando, la verdad estaba tan acostumbrada a no creerle. No alcancé a atender. Con Homero vivimos durante mucho tiempo a escasas tres cuadras, seguramente nos cruzamos muchas veces sin saber. La oportunidad fue hoy. Nada sucede antes de tiempo, no sé qué hubiera pasado si nos encontrábamos antes, hoy estoy feliz con mis hermanos y mis sobrinos, con esta familia ampliada”, señaló la entrevistada.
Homero por su parte sostuvo: “De ahora en adelante quiero que seamos una familia, que nos juntemos seguido y que nos ayudemos si uno necesita del otro, como hacen los hermanos”, concluyó.