Con las valijas ya preparadas para el Mundial de Fútbol de Qatar, fanáticos del fútbol se enteraron que no podrán consumir cerveza -alcohol en general- ni en los estadios ni en las calles de la sede mundialista. Y, aunque desde la organización del evento se preocuparon en aclarar que se podrá beber en las “fan zone” (bares, hoteles, discotecas, lugares amurallados y alejados de Doha) y en horarios determinados, ya hay muchos desilusionados con la prohibición de uno de los folclores más arraigados de ciertas hinchadas, de ingresar bien curdas a los estadios.
Qatar, la cerveza y los derechos humanos
Al enojo por la prohibición de la cerveza en los estadios podría sumarse la indignación respecto a la particular visión de los derechos humanos que tiene Qatar
Al enojo por la prohibición de la cerveza en los estadios podría sumarse la indignación respecto a la particular visión de los derechos humanos que tiene Qatar
Qatar es una monarquía absolutista gobernada, desde mediados del siglo XIX, por la familia Al Thani. Su sociedad es conservadora y de religión musulmana, en su gran mayoría. El alcohol es considerado algo malo para la conducta y la salud humana que lleva a cometer acciones inapropiadas, reñidas con la religión que se profesa. Entre otras prohibiciones que deberán tener en cuenta los visitantes es que no se pueden tener relaciones fuera del matrimonio y las muestras de afecto en público pueden acarrear al “cariñoso” hasta siete años de cárcel. El código penal, basado en la ley suní, dispone penas de prisión de entre 1 a 5 años por "actos de sodomía" (homosexualidad y lesbianismo) entre hombres o entre mujeres.
Los organizadores del evento pidieron respetar las costumbres locales por lo que se puede inferir que no serán bienvenidas expresiones de diversidad sexual. Si bien desmintieron que las banderas LGTBIQ+ estarían prohibidas en los estadios, quién se arriesgará a “provocar a los cataríes” cuando el titular de la organización Al-Khater dijo a la CNN que no se rechazará a la comunidad homosexual pero sí “las manifestaciones de afecto públicas, independientemente del sexo”. Con tantas advertencias, más de uno habrá de reprimir algún saludo efusivo tras el gol de su equipo si no quiere terminar tras las rejas. En tanto, el encargado de la seguridad del torneo dijo a AP que se podrían requisar banderas “para proteger de ataques a los hinchas que las muestren”. Palabras más, palabras menos, admitió la intolerancia de los cataríes con la comunidad LGTBIQ+.
Para los enojados con la prohibición de la cerveza en los estadios hay otros muchos datos importantes que deberían sumarse a la indignación respecto a la particular visión de los derechos humanos que maneja la sede de la Copa Mundial de Fútbol de 2022.
Según datos de Amnistía Internacional para construir las infraestructura del mundial, la monarquía de Qatar explota a miles de inmigrantes de Bangladesh, India y Nepal; los someten a trabajos forzados, reteniendo sus pasaportes y documentos para que no puedan salir del país, los tienen meses sin cobrar sus salarios que, además, están muy por debajo de los acordados. Muchos trabajadores denunciaron haber pagado comisiones de hasta 4.300 dólares a contratistas en sus países de origen y, al llegar, se encontraron con un trabajo esclavo.
En los obradores viven hacinados y en condiciones de paupérrima higiene y seguridad. Los obreros migrantes están casi presos en un sistema de “apadrinamiento”, sin poder abandonar los campamentos porque no les renuevan los permisos y, en caso de salir sin éstos, son multados o encarcelados. Tampoco pueden cambiar de trabajo y reciben amenazas de muerte por parte de los contratistas a la menor queja.
A los que compraron pasajes para ir a Qatar ya les advirtieron que en los aeropuertos se detectan sustancias ilegales que son motivo de cárcel, aún si se trata de cantidades residuales ya que se utilizan tecnologías de punta en esta clase de detecciones y hay ciertos medicamentos prescriptos que también son ilegales. Los turistas también tendrán que cuidarse de sacar fotografías ya que esto también tiene un fuerte control. “Cualquier material fílmico que sea considerado insultante e insensible con la cultura qatarí podrá ser considerado un crimen para la ley local”, se advirtió.
Otro dato insoslayable es que las mujeres en Qatar pudieron votar recién en 1999 y si bien es uno de los países de oriente medio en el que más derechos han conseguido, aun deja mucho que desear en derechos de género. Qatar acepta la flagelación como castigo por consumo de alcohol o “relaciones sexuales ilícitas” y mantiene la pena de muerte para casos de seguridad nacional y apostasía. Los practicantes de otras religiones tienen libertad de culto, siempre y cuando sean discretos, y la libertad de expresión también es un derecho a medias ya que hay condenas a cadena perpetua para quienes critiquen el régimen.
En síntesis, ojalá que la privación de la cerveza en los estadios sirva para enojarse por todo lo demás.