Una vez una madre dijo a su hija: "Cuando perdés a un papá o a una mamá, sentís un dolor que nunca se cura, simplemente se va suavizando con los años".
Más que madres
Por Lucía Romani
16 de octubre 2016 · 08:12hs
Ese mensaje de su progenitora es el que lleva a una joven a plantearse qué hubiera sido de su vida sin su propia mamá, de haberla perdido años atrás por una enfermedad muy delicada que la llevó al borde de la muerte.
Recuerda de esa etapa días oscuros, oraciones y el teléfono que sonaba con esperanzas de mejoría. Dios quiso que la mamá de esta joven permaneciera junto a ella y ese dolor que una vez vivieron, las uniera para siempre. No físicamente, ya que la vida muchas veces impone rupturas naturales con el lazo familiar, cortes con el vínculo sanguíneo que hablan del crecimiento personal que uno debe buscar, pero fue ese momento, esa posibilidad de perderse mutuamente, lo que las marcó a fuego y les permite saber, aún hoy, que cada discusión, cada diferencia que hay entre ellas nunca será lo importante, lo fundamental ni definitivo. Ese vínculo único que solo una madre y un hijo llevan por dentro y que es más poderoso que todo lo mundanal: la separación al nacer, la distancia, el abandono.
Incluso más poderoso que la muerte: "Tú eres la tristeza de mis ojos que lloran, en silencio, por tu amor / Me miro en el espejo y veo en mi rostro el tiempo que he sufrido por tu adiós", son palabras que el cantante Juan Gabriel eligió para su "Himno del Día de las Madres", como es conocido en Méjico.
Palabras que hablan de una ausencia, de esa mujer que partió y que dejó en su alma un vacío que nada nunca pudo cubrir. Es probable que muchos, hoy, recuerden entre lágrimas a esa que un día los llevó en su vientre pero que ya ha partido hacia otro cielo, y busquen este domingo en una amiga que vivió la experiencia de la maternidad, en una compañera, alguna tía o abuela, esa cuota de amor que se espera en estas fechas especiales.
Ambos casos, sin embargo, tienen en común la posibilidad de haber experimentado algo de la magia que envuelve ese lazo tan sagrado como eterno. Y celebrarán su existencia agradeciendo a los dioses no solo por la que nos trajo al mundo sino también por esa amiga que un día te contó, entre lágrimas, que con 21 años y muchísimos proyectos por delante, esperaba un bebé. Ella no sabía si llorar o seguir adelante con esa incertidumbre que golpeaba a su puerta.
Pero asumió lo que el destino le planteaba y se reconstruyó como mamá. Y celebrarán su existencia agradeciendo también por esos millones de mamás del corazón, tan guerreras como cualquier madre biológica, tan heroínas como aquellas que tuvieron la gracia de las nueve lunas.
¿Qué implica ser madre hoy?, me pregunto pensando que, como dicen las abuelas, "el día de la madre es todos los días". Ser mamá es saber que no vas a estar sola nunca más, que tu corazón siempre va a estar dividido, que hay alguien más importante que vos, que las prioridades son otras.
Ser mamá es calcular el tiempo que tenés para dar la teta, dividirte para cumplir con todo: hijos, trabajo, hogar, pareja. Es correr, consolar, tener miedo, acariciar sin darte cuenta. Es velar por otro hasta el final de tus días.
La maternidad, pienso en este día tan especial, es todavía el mayor acto de amor, porque equivale a apostar por la vida en un mundo que muchas veces nos agobia con muerte.