Los que viven del complejo sojero deberían dejar de hacerse los distraídos y levantarle un monumento al presidente de la Nación. Producen con estándares de control ambiental más bien moderados y además venden al exterior. Injusto es generalizar, pero los que exportan la pasan requetebien. La verdad, no sé si el derrame de dólares hacia sus cuentas bancarias llega a los bolsillos de sus empleados, pero una injusticia sería que un trabajador de cualquier acopio tenga problemas para pagar la luz, el gas, el súper o cada tanto un viajecito al Uruguay.
Otros que van con viento de cola son los integrantes de la industria del software. El tipo de cambio los ayuda atento que tienen esta contribución en términos de exportaciones y además tienen la posibilidad de hacerlo sin necesidad de la logística. "Es de los sectores mejor posicionados", aportó la analista Karina Prieto al diario porteño Ámbito Financiero ante una consulta específica sobre la actividad cuando el dólar estaba a 25 pesos. De modo que ahora están mucho mejor. El turismo es otro rubro que espera con expectativa subirse al podio de los ganadores del momento.
A los empresarios les dicen al oído que este verano serán para exclusivos los viajes al extranjero y que la mayoría quedará en plan de descanso fronteras adentro. Queda poco para ver si la promesa se cumple. Mientras tanto siguen pagando el pato de la recesión ya que el golpe al bolsillo entre las familias de trabajadores hizo posible que las escapaditas de fin de semana largo queden para cuando lleguen mejores días. Y salir a comer afuera pasó a ser un plan más meditado que espontáneo porque, entre dos, 1.000 pesos se van volando en cualquier reunión de amigos.
Los que se van quedando sin oxígeno en este mundo color amarillo son los que viven del mercado interno. Los fabricantes por ejemplo, bien ponderan la suba del dólar en tanto frene la entrada de artículos importados. Pero no son tontos y dejan saber que las tasas de interés desorbitantes generan un tremendo ahogo financiero para las pequeñas y medianas empresas. Eso sin contar el impacto de los incrementos de las tarifas de los servicios públicos y la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores. La construcción, el comercio y los proveedores de servicios en general están afuera de las mieles. Nadie compra, construye o moderniza nada.
Como sea que se quiera presentar el panorama, las malas noticias están ahí, aparecen para abofetearnos y decirnos que de optimismo y buena onda no se come ni se trabaja o educa. Que, en definitiva, hasta que escampe los sectores ligados al trabajo no recibirán el calor de la buenaventura.