Papá Noel se anticipó a la Navidad y pasó el miércoles por el Fondo Monetario Internacional: el miércoles pasado, el gobierno argentino les dejó en el arbolito 1.855 millones de dólares, ante un nuevo vencimiento de la deuda impagable. Al mismo tiempo, el FMI se disfrazó del Grinch, ese personaje que roba la Navidad, para los argentinos.
FMI, el Grinch de nuestra Navidad
Por José Amado
Se trató del segundo pago del año que hicieron Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán, de la deuda criminal que el FMI le otorgó a Mauricio Macri en 2018. Mientras el gobierno vocifera contra aquel préstamo, responsabiliza al Fondo y defenestra la decisión de su antecesor, con total razón, por atrás desembolsa un dineral que bien podría ser destinado a la reactivación económica y la generación de empleo. De esta manera el presidente no cumple aquella promesa electoral de primero crecer y después pagar.
El discurso oficial es curioso y contradictorio: si no pagamos no vamos a poder crecer, cuando la realidad indica que estamos pagando mientras crece la pobreza, y el empleo que se ha recuperado es aquel llamado informal, en condiciones paupérrimas.
Todos los períodos de crecimiento económico que tuvo la Argentina en las últimas siete décadas, más breves que prolongados, coinciden con la ausencia de acuerdos, créditos y deudas impagables con el FMI. La actualidad no es la excepción. El default declarado hace 20 años fue una conquista de la pueblada nacional que tumbó al gobierno de De la Rúa. Permitió que los recursos se destinaran a las urgencias populares y, luego, a la reactivación económica. Aquella deuda, con singularidades increíbles como la estatización de deuda de privados por parte de la dictadura militar, fue una estafa de la magnitud de la actual. Tanto Macri como ahora el FMI, admitieron que los casi 43.000 millones de dólares del préstamo que el organismo desembolsó terminaron en bolsillos de bancos y empresarios que los fugaron al exterior. Y dejaron la boleta para que la paguemos los argentinos.
La situación que vivimos es insoportable para la mayoría de la población. La padecen los que no tienen nada, pero también aquellos con un salario y obra social que multiplican el esfuerzo diario para mantenerse a flote, y ni siquiera así alcanza. ¿De qué infierno o sufrimientos hablan cuando vaticinan que lo peor es el default? ¿Dónde creen que estamos ahora, o dónde piensan que están hoy unos 20 millones de argentinos?
La frase oficialista “buscar el mejor acuerdo con el FMI” es un oxímoron. No hay chance de que estemos mejor pagando semejante deuda. Ni siquiera en el caso de que se posterguen vencimientos, tarde o temprano nos llegará la cuenta. Y resulta lamentable que, a 20 años del estallido social de 2001, cuando parecía que la mayoría nos entendíamos sobre lo que implicaba el Fondo para la Argentina, hoy hay una especie de acuerdo general en el oficialismo y la oposición de que se paga o se paga. Los partidos políticos y organizaciones sociales que se manifiestan en contra del pago al FMI, incluso los que forman parte del Frente de Todos, no logran aún que el gobierno escuche.