Debido a la pandemia, no sólo cambiaron los hábitos cotidianos a la hora de convivir y prestar atención a temas de salud, sino también para consumir contenido a través de internet y redes sociales.
¿El fin de los influencers?
Por Fedra Venturini
Los 'influencers' se convirtieron en tema de debate por el creciente uso de filtros, publicidades encubiertas y vidas aparentemente perfectas
Hace relativamente poco se ‘naturalizó’ el concepto de influencer como una persona que reúne a una comunidad a través de una plataforma determinada y, como indica su nombre, influye en este grupo digital por determinados motivos: residir en el mismo lugar, compartir ciertas características e intereses o tener un rango etario cercano. Lo importante es el carisma de la persona frente a la cámara para pensar: “este creador podría ser mi amigo en la vida real” y esto es lo que abrió a las personalidades en redes sociales una posibilidad de marketing donde el canje -intercambio de productos por contenido o producción del mismo a cambio de dinero- se volvió una estrategia común a la hora de ofrecer productos en distintos rubros de bienes y servicios en redes, pues ¿quién mejor para vender un producto que alguien ‘cercano’?
Sin embargo, entre 2012 y 2016 surgió una -poco sana- tendencia de mostrar perfección en todos los sentidos: un hogar siempre ordenado, rutinas con ejercicio, vida saludable y extremadamente productivos. Esto, sumado a empresas que buscaban vender sus productos a toda costa a través de influencers en las redes sociales, provocaron que estas vidas aparentemente ideales se vuelvan poco creíbles. Además, se sumaron los peligrosos retos virales que en muchas ocasiones ponen en riesgo la integridad física de públicos susceptibles, como son los niños o preadolescentes.
Por este motivo, quienes scrolleamos en redes sociales gradualmente comenzamos a querer ver un cambio en el contenido: menos filtros, menos perfección y más realidad, sin intentar vendernos productos de por medio. Los usuarios cambiamos de prioridad en la búsqueda de hábitos más saludables como experiencias en el estudio, cuidar nuestra salud, cómo ahorrar o recetas de cocina sencillas.
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Varios creadores, que ya habitaban espacios como Instagram y el controvertido TikTok, dieron cuenta de esto y transformaron su contenido hacia lo realista para que sus públicos se identifiquen, volviendo humanos a los creadores. También surgió una nueva ola de influencers que, con la premisa de la realidad como protagonista, no tardaron en hacerse un lugar en las redes y destacan por su transparencia frente a cámaras y la cercanía e interacción con los usuarios.
Ahora, ¿qué pasa con quienes no supieron adaptarse a esta tendencia que llegó para quedarse? Tomo como ejemplo el clan Kardashian-Jenner. Las cinco hermanas acumulan millones de seguidores y sus plataformas fueron la puerta a negocios de éxito. Pero lentamente las personas se están alejando de un contenido totalmente alejado de la realidad, donde predominan los retoques con Photoshop y un estilo de vida inalcanzable. En Argentina no estamos lejos de que suceda lo mismo, teniendo en cuenta que la situación política, social y económica se calienta más y más conforme nos acercamos a las elecciones. La realidad supera a la ficción o, en este caso, a los influencers. Actualmente l as personas no buscamos un ‘escape’ a través de las redes, sino conectar e interactuar con lo que vemos del otro lado.
Afortunadamente muchas personas que ocupan este rol en las redes sociales dan cuenta que la vida cotidiana es más allá de lo que vemos en el celular y vemos a influencers advertir sobre el peligro de los nuevos filtros creados por inteligencia artificial (que son casi imperceptibles), aclarando cuándo un contenido es pago para no pecar de publicidad engañosa, los peligros de los retos virales (que lamentablemente se cobraron varias vidas) y también sinceridad ante los problemas cotidianos que no escapan a nadie.
En síntesis, no estamos frente a un final de los influencers en sí, sino al tipo peligroso de las personalidades de internet que fomentan valores negativos encubiertos de “buenas vibras”, publicidades encubiertas, filtros y vidas perfectas e inalcanzables.