Primero vieron cómo el calor de un mes de enero con temperaturas sofocantes llegaron a superar los 40° en la región y una marcada sequía destruyeron la mayor parte de sus cultivos en la huerta, sin poder hacer nada para revertirlo. El sol abrasador de los mediodías y las siestas quemó las hojas sin piedad y perdieron más del 80% de lo que debían cosechar y vender para ganarse el sustento. Luego, las fuertes lluvias siguieron afectando las plantas en las quintas. Sin embargo, los horticultores de Paraná y la zona no bajan los brazos, y con esperanza siguieron esperando el momento oportuno de la siembra y rogando que el tiempo acompañe de aquí en más para que la naturaleza, con su sabiduría, ayude a completar el ciclo y así poder recolectar la producción.
Horticultores trabajan la tierra con orgullo y dedicación
Por Vanesa Erbes
Horticultores esperan poder recuperarse de las pérdidas.
Se trata de un trabajo sacrificado, que muchas inclemencias por afrontar, en el que no hay fin de semana ni feriado porque las tareas no se interrumpen. Por eso son cada vez menos los que aguantan; muchos deciden probar con otra cosa, sumándose al listado de los que renunciaron a su oficio debido a que la expansión urbana fue abarcando terrenos que históricamente se destinaron al cultivo de frutas y verduras, entre otras variables.
Otros continúan en este rubro, en el que por lo general comenzaron a desarrollarse siguiendo un legado y una tradición familiar. Tal es el caso de Silvia Berzano, presidenta de la Asociación de Horticultores de Entre Ríos, quien desde hace décadas conoce los secretos de la tierra: comenzó las tareas en la huerta a los nueve años, ayudando a su papá, quien trabajaba para otros horticultor, a cosechar frutillas.
Con los años alquiló un predio y hoy tiene su huerta, en la que trabaja de manera incansable, como estos días, para recuperar lo que se perdió en el primer mes del año. “Hoy tenemos poca mercadería. Estos días hemos estado tirando semilla, y mucha. Así que si todo va bien, todos vamos a tener producción y ahí supuestamente van a bajar los precios en la verdulería”, contó a UNO.
Sin embargo, dijo resignada: “Después va empezar la lucha de nuevo porque no nos alcanza. Trabajamos todo el día y no juntamos un mango. Pero bueno, es la vida del productor y es la realidad, no queda otra”.
En el extenso terreno situado en las afueras de Paraná, produce sobre todo lo que son verduras de hoja, como acelga, lechuga, repollo, perejil; también cebolla de verdeo, puerro, coliflor, brócoli, remolacha. Solo aclara que no se dedica a cultivar tomates. “Los demás, casi todo”, aseguró, y señaló que en tiempos más benévolos “a veces se puede vender todo y otras no”. Sobre este punto, sostuvo: “Es una lotería ser productor”.
Para que regar las plantas y que crezcan, a diario utiliza una bomba de agua, que funciona con energía eléctrica. Algunos de sus pares usan alguna a combustible. “Los costos se van lejos cuando hay mucha sequía y a lo mejor por ahí uno logra enganchar una producción. Es cuestión de suerte”, manifestó.
Silvia no ocupa otras máquinas para su tarea, y contó: “Se siembra a mano, todo es al voleo, a base de revolear la semilla. En mi caso trabajo la tierra de manera tradicional, Máquina no tengo y desde hace un tiempo nos estamos dedicando a comprar el plantín, por el hecho de que a la lechuga en verano es imposible hacerla nacer por la temperatura que hay en el suelo”.
Muchas veces faltan brazos que la ayuden, y acerca de la poca oferta de mano de obra, reflexionó: “Yo tenía 9 años cuando empecé a trabajar. En mi época uno trabajaba a esa edad, pero ahora hay muchachos de 25 años que no trabajan y lo veo a diario. Pero no quiero profundizar en eso ni entrar en ese debate”.
No obstante, entre tantas adversidades, confió que ama su trabajo, y aunque a veces la venza el cansancio y la desazón, como pudo haber pasado en este verano, afirmó: “Si volviera a nacer, me dedicaría a lo mismo, por más que reniegue. El mayor placer que tengo, que lo digo siempre, es poder levantarme todos los días y respirar el aire impregnado por el rocío”.
Acto seguido, aclaró: “Se reniega en esto cuando no alcanzás a hacer los trabajos en el día, ya que el tiempo no alcanza, sobre todo en el verano. O porque sembraste y no te nació, o no te dio el tiempo de llegar con la cañería a todas las plantas de la huerta para regarlas, y todo eso”.
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En su caso, prefiere vender solo por mayor, y al respecto, explicó: “No soy verdulera, sin desmerecer el trabajo de los verduleros. No hago venta al público porque a veces la gente te encarga algo pero después no viene a buscarlo. Yo tengo que ir a juntar alguna verdura, subirme al tractor o mandar a alguien y por ahí es medio kilo de lechuga que me piden y a las dos horas me dicen que no van a buscarla”.
Compromiso diario
En un sector en el que predominan los hombres, Silvia aseguró: “No me siento ni más ni menos que otro productor que sea varón. Y me alegra cuando a cada uno le va bien, me siento orgullosa por el trabajo de todos. Y cuando alguno logra una buena cosecha o hacer algo, me siento feliz. Ojalá a los otros productores les pase lo mismo y que lo que yo siento por ellos lo sientan por mí”.
Ahora espera que la lluvia y el sol, con buenas temperaturas, les dé una tregua a todos los que viven del trabajo de sus manos, cultivando a cielo abierto para ganarse el pan de cada día y generar fuentes de trabajo: “También de que tengo gente trabajando conmigo hace años y se siente haciendo esta tarea en este lugar”, subrayó.
Comprometida con su labor y honrando el trabajo de sus manos, por último destacó: “Mi mayor desafío es salir adelante todos los días, y sentir el orgullo de que lo que tengo lo hice laburando”.