Por pasado y por presente Gustavo Romero está relacionado a Sportivo Urquiza. Lleva varios años al frente de la conducción técnica del equipo de Primera División de la V Azulada. En el banco de suplentes celebró dos títulos y perdió una final de un torneo nacional. Como futbolista dio tres vueltas olímpicas con el elenco del barrio La Floresta, entidad que hoy celebra sus primeros 94 años de vida.
Fútbol: el destino marcó su camino por Sportivo Urquiza
Por Matías Larraule
Gustavo nació en Comodoro Rivadavia. El trabajo de su padre llevó a los Romero a vivir un tiempo en Río Gallegos. Cuando tenía 6 años la familia se radicó definitivamente en Paraná. “Mi papá era militar. Pidió el pase definitivo porque tenía su casa en Paraná. Ahí nos instalamos para siempre en San Agustín”, rememoró Gustavo Romero, en diálogo con Ovación.
—¿Que significa Sportivo Urquiza en tu vida?
—Sportivo fue el primer lugar donde me llevó mi tía cuando tenía 6 años. En ese entonces a mi viejo le tocó el pase definitivo a Entre Ríos. El club quedaba a dos cuadras de mi casa. Desde esos tiempos Sportivo es mi segundo hogar. Era estar en mi casa o en el club. Jugué en todas las categorías. Desde Infantiles, Octava, Séptima, Sexta, Quinta, Cuarta y Primera División. Es el club del barrio.
—El destino tenía preparado tu vínculo con el club.
—Fue una señal de todo lo bueno que viví en mi vida deportiva. Además de chico le agarré cariño a la institución. Sportivo Urquiza me permitió representar al seleccionado de la categoría 78 de la Liga Paranaense de Fútbol durante tres años. Hay miles de anécdotas, y más en el fútbol formativo. Mi padre viajó en moto a Córdoba a verme jugar una final que disputamos ante Godoy Cruz Antonio Tomba de Mendoza. Después viví momentos que eran impensados, como haber salido tres veces campeón en Primera División, haber ganado dos torneos como entrenador y haber disputado una final de un torneo del Interior.
—¿La final perdida en el Torneo del Interior fue una herida que costó cicatrizar?
—No me costó cicatrizarla. Nadie creía que Sportivo Urquiza, con su infraestructura, iba a pelear por el ascenso. Hoy hablan de ascenso los equipos que están estructuralmente, a nivel club, bien preparados. Sportivo una sola vez tuvo jugadores de renombre como la Araña Maciel, Tabares, Carozo Mir, Salchicha Lell. Fue en la época de Aníbal Vergara. Después fueron participaciones para ver adónde llegábamos. Nunca pasábamos el puente, terminábamos acá. Por eso jugar contra tres equipos de Santa Fe como Sanjustino, El Quillá y Atlético Carcaraña era un regalo del cielo, un premio al esfuerzo ante la necesidad que hay en Sportivo Urquiza por ser un club de bajos recursos.
Multifacético. En épocas normales, donde puede desarrollar su trabajo con mayor libertad, Gustavo Romero le dedica gran parte de su tiempo al club. “Una hora antes de entrenar estoy en el club. Me voy último del predio, cuando ya se fueron todos. Y todo lo que conlleva la comunicación con el presidente y con los jugadores que faltan al entrenamiento por relaciones que tenés con el jugador, ya sea por una inquietud o un problema que tengan ellos. Y mucho más acá donde Sportivo es un escape de la realidad social y cotidiana del jugador”, describió Romero.
—Eso refleja la importancia de un club de barrio para la sociedad.
—Sportivo es un club popular con muchas carencias. Sportivo Urquiza para el jugador es un escape a la realidad diaria que tienen en sus vidas. Muchos problemas de laburo. Es fuerte decirlo, pero hay muchos problemas de adicción, y el jugador llega al club y se lo ve en la predisposición del trabajo. Por eso durante estos cuatro años fue el equipo que más finales jugó en la Liga Paranaense.
—¿En Sportivo el entrenador debe cumplir varias facetas?
—Sin dudas. Ante todo es entrenador, inculcando sobre los valores que da la familia, como el respeto. También es psicólogo. Tenemos muchas carencias y por eso le digo al jugador que no valora lo que hizo, que lo hará en el futuro. Durante estos años han jugado varias finales. Salió campeón después de 16 años. Al año siguiente perdió un campeonato con Paraná por diferencia de gol, al año siguiente campeón y finalista de un torneo del interior, 2019 salió campeón ante su clásico rival y en su cancha. Ellos van a entender todo esto pasado mucho tiempo de lo que hicieron.
—Al momento de elegir: ¿Gustavo Romero jugador o entrenador?
—Entrenador. Siendo jugador era muy individualista. El jugador piensa en uno mismo. En cambio el entrenador tiene una mirada colectiva porque tiene que pensar en un trabajo para 20, 30 cabecitas que tenés a tu responsabilidad. Aparte me gusta ayudar al jugador y crecer junto a ellos.
—¿De ese enfoque te diste cuenta cuándo comenzaste tu ciclo de entrenador o cuándo estabas en el cierre como futbolista?
—En la última etapa de futbolista. Un claro ejemplo es que no exigía ser titular. Tranquilamente por mi pasado podía exigir titularidad, pero ya pensaba de otra manera. Mi último partido de la Liga, en un clásico ante Peñarol en cancha de Patronato, que ganamos, tuve la oportunidad de jugar 20, 30 minutos. En mis primeros años de jugador hubiera hecho un bardo tremendo, pero en ese partido me alcanzaron y sobraron esos minutos.