Ignacio Bogino soñó desde niño con transformarse en un futbolista profesional. Persiguió esa meta. Logró ese objetivo. Edificó su carrera. A los 34 años continúa disfrutando al ingresar a un campo de juego. Pero su vida no estuvo enfocada únicamente en el ámbito deportivo. El defensor que formó parte del plantel de Patronato durante cuatro temporadas también se relacionó con el arte. Inició su camino en este ámbito a través del dibujo. Continuó abriendo caminos. Ingresó en la literatura. Se animó a escribir sus propios textos. Superó estereotipos para naturalizarlos. Se descubrió.
El futbolista que se descubrió a través de la literatura
Por Matías Larraule
En 2017 Nacho formó parte de la segunda edición de Pelota de Papel, una obra en la que los futbolistas gozaron de espacios para traducir en palabras sus experiencias. Este año, y en plena cuarentena, presentó su primer libro al que bautizó Jugador de Fútbol. “Es un cuento que tenía escrito, es autorreferencial. Habla de mi experiencia, no tanto con la profesión en sí sino cómo fui conviviendo con eso a través de un problema familiar que tuve con mi hermana. No me salió otra que escribir algo sobre eso. Fede Falco, que es un escritor de Córdoba que vive en Buenos Aires, tiene una editorial que se llama Cuentos María Susana y me lo quiso editar. El libro salió en plena pandemia”, relató Bogino, en diálogo con Ovación.
—¿Nace con mayor naturalidad contar experiencias propias?
—Fue una necesidad personal para atravesar ese momento. Me salió escribirlo y medio que no me cuestiono mucho ni me pongo a pensar. Es como algo más orgánico que es la manera que trato de escribir o es lo que va saliendo. A veces se puede ficcionar, pero creo que, a pesar de todo, la literatura está atravesada por la propia experiencia por más que uno enfoca muchas veces artilugios diferentes para que tengan otros defectos, metáforas. La experiencia de cada uno está en cada texto y en cada escrito. Fue justo un lugar y un momento puntual y me salió eso. Está en cada uno. Hay personas que son muy autorreferenciales y otros a los que les sirve solo escribir ficción. Este cuento es autorreferencial, pero está ficcionado también. Cada uno va encontrando su forma y su punto de vista para poder volcar en la escritura lo que tiene ganas o va saliendo.
—El puntapié inicial lo diste en Pelota de papel 2.
—Siempre tuve un vínculo con los libros y la literatura, pero no me animaba a escribir. Sentía que era de otro palo, que los escritores eran eruditos. Todos esos estereotipos que uno recibe de afuera y con el desconocimiento no lo pude romper. Cuando me fui a Buenos Aires fueron creciendo las ganas. Hice un programa de radio con Leo Di Lorenzo cuando jugaba en Temperley. Ahí comenzamos a invitar a escritores, comenzamos a vincularnos y vimos que la literatura estaba cerca, no estaba tan lejano, tenía que animarme. Me invitaron en Pelota de papel para dibujar. Le dije que sí, que estaba agradecido, pero que quería escribir también para experimentar un poco eso. Ahí salió el proceso de escritura donde descubrí que lo podía hacer y me gustó. Me quedé con ganas de seguir, pero por cuestiones del oficio no le estaba dando el tiempo. Después me separé, quedé sólo viviendo en Buenos Aires y quise canalizar ese tiempo y esa soledad. Fui a un taller de Gabriela Cabezón Cámara, que es una escritora de Buenos Aires. Comencé a escribir y empecé un proceso de transformación, que es poner el ojo en eso. Un punto de vista particular, una forma de mirar. Comencé con algo que ahora lo tengo incorporado y lo hago todos los días. Es parte mía la escritura.
—La barrera frente a la literatura la habías ubicado vos.
—Como pasa muchas veces con los prejuicios con los jugadores de fútbol y cuando lo conocen se caen y así con todos los estereotipos que nos muestran. Siempre le tuve mucho respeto a la escritura porque para mí siempre fue muy importante. Al venir de otro palo tuve que romper mis propios prejuicios y entender que lo importante es el proceso y no hay título de nada. Empezar a convivir con eso es una manera de descubrirse uno. Fue una nueva etapa de mi vida. Empecé a escribir y también empecé a ser una persona diferente en muchos aspectos.
—¿Por ejemplo?
—En ponerme siempre en estado de pregunta. Eso fue lo más importante. A lo mejor antes me creía dueño de algunas certezas y cuando se empiezan a desmoronar las cosas encontré esa manera de mirar las cosas en estado de pregunta, de cuestionarme. Pude romper con prejuicios ajenos y con cosas internas mías. Siento que cuando uno está en estado de pregunta es más humilde porque estás siempre queriendo saber. Si no, repite lo que sabe y siempre es lo mismo, está como en un círculo. Pequeños modos que fui cambiando y empiezan a repercutir en la gente que uno quiere y también en las cosas que uno hace, en la profesión. Me sirvió mucho para ser otra persona dentro del vestuario y poder acoplar todo ese mundo literario a mi forma de ser y mi forma de estar dentro de una cancha. Creo que va todo de la mano, todo entretejido.
—Tu primer contacto con la literatura fue casual.
—En mi casa había tres, cuatro libros que estaban como de adorno, pero que a la vez eran muy importantes porque eran como un faro. Siempre me tentaban, como que no era algo cultural en mi casa o con mis amigos. El libro tenía un papel muy ajeno. En un momento de crisis mía, pero más adolescente, con eso de que si iba a jugar al fútbol o no y otras cuestiones personales. Agarré uno de esos libros y era La canción de nosotros de (Eduardo) Galeano y me sentí muy acompañado. Fue una experiencia fundacional. Ahí comenzó mi relación y no puedo estar sin leer. Es como algo bastante orgánico en mí.
—La amistad con Di Lorenzo te permitió naturalizar la relación entre el fútbol y la literatura.
—Fue encontrarme con gente que compartía las mismas inquietudes, hablar de esos temas y así las cosas fluyen de otra manera. Compartir ese espacio es súper importante y le saca peso a uno. Fue como un proceso deconvivir con el jugador de fútbol y con otra persona que también es jugador de fútbol y a la vez hacía otras cosas. Siempre pinté y en Paraná iba a un taller. Me costaba decir que dibujaba, cuando estuve en Rosario Central sucedió lo mismo. Al tener gente que hacía cosas parecidas me ayudó a soltarme más fácil. En ese sentido fue una gran ayuda. Además es una amistad que mantenemos hasta el día de hoy y es importante para mí fuera del ámbito laboral.
—Fue liberador.
—Ese es el punto. Ver de a uno esas cosas es mas difícil. Nos sirvió para acompañarnos, para liberarnos, hacer proyectos nuevos. Fue como un movimiento que se empezó armar y fue muy jugoso. En lo personal fue muy transformador. Fue el inicio a que comience a escribir. Si no hubiese comenzado el programa de radio no hubiese llegado a Pelota de papel. Quizás escribía más adelante. Creo que en algún momento iba a escribir. Era una cuestión de que se cayera nomás ese velo. Fue muy importante.
—En Patronato compartiste plantel con Carignano, que también tiene un enfoque a la literatura. ¿Interactuaban entre ustedes?
—Compartíamos la lectura. A Cari le gusta más la historia, no tanto la narrativa. Cuando concentrábamos lo compartíamos. Después él escribió cuentos para chicos que se los ilustré. Tengo relación y es un punto en común que nos hermanó y nos hizo muy amigos. Me pasó también con Seba Vidal en Patronato, que compartíamos algunas cosas que en algún punto te acercan.
—¿Hoy el fútbol qué lugar ocupa en tu vida?
—Ocupa un lugar de sostén. Estoy pensando en volver a jugar o no. Es como mi conflicto. Sigo entrenando, pero es como un punto en cuestión. Tengo muchas ganas de dedicarme de lleno a todo esto que estoy haciendo ahora. Disfruto del juego porque me gusta jugar mucho, y por eso me dolería perderlo. Pero en este momento tengo la cabeza muy metida en la literatura. Estoy haciendo una novela y es como una protección que pude armar ahora en la cuarentena. La verdad que el futuro es bastante incierto con respecto a lo futbolístico.
—¿La incertidumbre por la nueva normalidad empuja esta decisión?
— Hace rato que vengo con la idea y trabajando con la psicóloga la idea del retiro. Me siento muy bien para seguir, pero si no es ahora, será más adelante. en algún momento eso caerá y será un salto muy grande después de toda una vida haciendo algo. Me vengo preparando de una manera aunque cuando llegue, llegará. Y a la vez hace dos años que estoy lejos de mi hija. Ella vive en Rosario, yo en Buenos Aires y eso es un punto muy importante para mí y no quiero perder la experiencia de su crecimiento. Eso para mí es el valor más importante en este momento y en la balanza está tirando muchísimo. Después está toda esta pata de la experiencia nueva que me sostiene, me protege para soltar el fútbol. Va por dos lados, un lado familiar y la otra la cuestión que en algún momento va a llegar.
—¿Te considerás una persona que escribe, o un escritor?
—Me considero una persona que escribe y siempre me voy a considerar así. Siento que soy una persona que juega a la pelota. No me interesan los rótulos porque eso te llevan a encasillarte y no te dejan hacer otra cosa. Me gusta dibujar, tocar la guitarra, mañana me puede gustar otra cosa. El acto más importante de ser escritor es escribir. Ser escritor es un título que no tiene sentido. Cualquiera puede sacar un libro. A mí me gusta escribir y es lo que disfruto. Una vez que sale algo ya deja de ser mío. Lo mismo pasa con el fútbol. Toda mi vida quise ser jugador de fútbol y después me di cuenta de que eso me contenía y no me dejaba ser otras cosas. Por eso esos cambios de los que hablaba antes son estos puntos de vista que van surgiendo. Escribo todo los días y ojalá siga haciéndolo. Eso es más importante que cualquier título.
—¿Escribís distintas temáticas y géneros?
—Casi siempre narrativas. Ahora estoy escribiendo bastante poesías. También me puse a escribir una novela. Hice un proceso muy intenso porque es un trabajo muy largo y se trabaja un montonazo. Uno apuesta un montón a la nada porque te sentás y comenzás a generar un mundo que ni siquiera sabe si va a funcionar. Me lleva mucho tiempo eso, pero cuando eran los cuentos me posicionaba en eso. Trato de no juzgarme y que vaya saliendo. Es la manera que me gusta crear. No me aprieto con nada. Lo que va saliendo lo dejo que fluya.