Fernando Arredondo/ De la Redacción de UNO
Periodismo digital en su encrucijada
Ya no es novedad decir que el público tiene como primera opción de información los medios digitales. Los números hablan: de acuerdo a una estadística de Com.Score, una compañía norteamericana que brinda datos sobre marketing y servicios, en junio pasado el universo on line de Argentina alcanzó los 13,5 millones de visitantes únicos que consumieron en ese mismo mes un promedio de 26,3 horas de conexión a internet.
De la primera cifra, el 95% de los usuarios ingresó a algún sitio de noticias en ese mismo período, siendo superado en Latinoamérica solamente por Brasil (98%).
Hay una primera batalla que los medios digitales han elegido dar, que es la de llevar tráfico hacia sus portales. La pelea en la actualidad no es nada simple ya que deben competir contra la variada oferta que el usuario encuentra en la red, menú que va desde los juegos on line, a los videos en distintas plataformas, principalmente YouTube; y por supuesto las redes sociales, las estrellas omnipresentes del mundo digital de los últimos años. En este rubro, a la vanguardia marcha Facebook: el 93% de los usuarios argentinos de internet tiene una cuenta Facebook y en promedio se pasan 10,5 horas al mes en esa red social. Esta conducta del internauta en Argentina (que no es excepción en el mundo) ha redefinido el modo en que los medios de comunicación llegan a sus audiencias: para lograr tráfico, hay que tener presencia en las redes sociales.
Cambio tras cambio
Hasta hace pocos años una de las metas básicas de los editores de páginas web era posicionar los contenidos en Google, porque desde allí provenía el grueso del tráfico. Hoy Facebook es segunda o tercera fuente de ingreso, no para de crecer y se acerca de a poco al gigante de los buscadores. Eso obligó a que los sitios periodísticos, además de ser hábiles para que sus notas aparezcan a la cabeza en las búsquedas en Google, deban emplear muchos de sus recursos en elaborar y ejecutar estrategias en medios sociales: cada vez con más frecuencia el público llega a las noticias no porque las ha buscado en Google, sino porque algún amigo la ha compartido en Facebook o porque en Twitter algún contacto replicó un posteo.
Todo esto, que es solo una parte del trabajo digital, muestra hasta qué punto se ha modificado el oficio periodístico en la última década y media, desde la aparición de internet en el país a finales de los años 90. En la etapa analógica el trabajo periodístico en empresas como UNO Entre Ríos, que arrancó siendo solo un diario de papel, se centraba en la producción de contenidos que terminaban en sus páginas ya sea como texto o como imágenes. En cierta manera, el periodista concluía su labor cuando ponía el punto final. De la distribución se encargaban otros. Hoy la tarea va mucho más allá porque además de producir tal o cual contenido periodístico, hay que ir en búsqueda del lector y, más duro para el ego aún, someterse al escarnio público que significan los comentarios tanto en las redes sociales como al pie de cada nota.
Hay una realidad y es que, en muchos casos, el monopolio de la información dejó de estar en manos solamente de los periodistas y de sus fuentes. Frente a esto, el periodista se ha visto obligado a bajar del pedestal y a desmontar el decorado que lo separaba de sus lectores: ahora los mira de frente y muchas veces sale espantado. La lucha por el sentido entre productores y consumidores de los contenidos periodísticos no tiene tregua.
Los desafíos para el periodismo digital en los años por venir son varios, pero hay dos que son centrales. Uno es el de convertirse en un negocio rentable, porque hoy no lo es. La inmensa masa de consumidores de medios digitales no se ve traducida en ingresos publicitarios, sumado a que son muy pocos los que se animan a cobrar por acceso a contenidos. Por eso son escasos los medios digitales que pueden sostenerse en el tiempo sin el soporte de un medio tradicional detrás, ya sea un diario, un canal o una radio, que banquen la pérdida.
El otro gran reto es el de apostar a la generación de contenidos de calidad (que seguramente repercutirá en lo mencionado en el anterior punto), lo que de ningún modo significa trabajar solo para una elite de consumidores. Un gran ejemplo de que esto es posible lo da uno de los medios digitales más exitosos de la actualidad, The Huffington Post, originalmente norteamericano pero que en la actualidad ya cuenta con versiones en distintas lenguas, incluso en español. Huffington ofrece a sus lectores una oferta que va de las noticias del momento, a la opinión de blogueros, pasando por la “agregación” sin complejos de noticias publicadas en otros medios sobre algún tema que amerite ser reproducido, sumando a todo esto una presencia intensa e inteligente en Facebook y Twitter. En definitiva, es haber entendido que el trabajo digital es en red y no atomizado. ¿Cuál es el resultado? Que el sitio en inglés del Huffington se encuentre hoy entre los 100 más visitados del mundo y entre los 25 con mayor tráfico de EEUU.
Superar las encrucijadas señaladas será clave para el futuro del periodismo digital en la región y en el país. Para que esto sea posible se necesita riesgo empresario y audacia periodística. La audiencia, seguramente, sabrá retribuir la apuesta.