Daniel Caraffini/ De la Redacción de UNO
Lustra su bronce y tiende sus brazos
El grueso de la población, envuelto en sus preocupaciones diarias, la inminencia de las Fiestas navideñas y los cierres de ciclos escolares, entre tantas otras realidades familiares, poco sabe de qué se trata esta 47ª Cumbre de Jefes y Jefas de Estado del Mercosur.
Sin embargo, hay un reconocimiento a su carácter histórico, porque seguramente nunca más –al menos no había pasado en sus más de 300 años de historia– tantos presidentes de países estarán todos juntos en esta zona de barrancas, río y verdes, en nuestro lugar en el mundo.
No solo las noticias han puesto al tanto de este acontecimiento: el andar cotidiano por las calles de la ciudad mostró la relevancia de la llegada de tantos mandatarios. Caracas, Montevideo, Brasilia, Mendoza, Asunción, Foz do Iguazú y ahora Paraná.
Como todo hecho social y político, su realización adquirirá trascendencia con el paso del tiempo, más allá de lo que arroje como conclusiones y sobre medidas concretas que impulse el bloque para el avance de la integración regional. Con el paso del tiempo, generaciones futuras lo marcarán como un hito para la ciudad, emparentándolo con otros hechos que marcaron y distinguen la historia ciudadana, como Paraná Capital de la Confederación Argentina, la creación de la escuela Normal, la inauguración del túnel subfluvial, o la presencia del papa Juan Pablo II.
Al menos por unas horas, Paraná estará en el centro de la escena, y todo el Cono Sur posará sus ojos sobre ella.
¿Qué sociedad verán?
Seguramente, muchos que no la conocen se maravillarán con su naturaleza, la calidez de sus verdes, la prepotencia del marrón del río, sus envolventes lomadas y barrancas. Hablarán de nuestro aporte a la constitución de un país, de nuestro legado a la educación nacional, y de esa casi increíble obra de ingeniería emplazada debajo del río.
Por un tiempo se podrá revelar que tan amistosa como su relación con la naturaleza, ha sido su acogimiento a personas del interior entrerriano, de otras provincias y países, en una convivencia que no divide por procedencias ni credos. Esa también es otra cara de presentación.
Nosotros, por su parte, dejaremos de lado por un tiempo nuestras deudas pendientes: con los niños y jóvenes excluidos en los barrios, condenados por la discriminación y la falta de oportunidades, cooptados por bandas narco o que eligen escapar de realidades a través de suicidios que ya conmueven a comunidades barriales o escolares. También borraremos por unos segundos la catástrofe que vivimos por la epidemias de muertes por accidentes de tránsito, y las penurias por un servicio de Justicia que también muestra lo que somos hoy: una sociedad bastante injusta, y que expone brutalmente las diferencias entre ricos y pobres.
Atravesados por ambos extremos, como cualquier sociedad actual, seremos anfitriones de un acontecimiento internacional que algunos recordarán por las vallas en el Parque Urquiza y la Costanera, por la veloz y feroz lavada de cara urbana, o por el cierre irregular del ciclo lectivo, pero que en definitiva traerá reminiscencias de esa Paraná que fue centro político del país, en la década del 60 del siglo XIX.
La XLVII Cumbre del Mercosur no marcará un antes y un después en la historia de la ciudad. Pero será, sin dudas, un hito que se recordará y valorará con el paso del tiempo.
Es, porqué no, la entrada a una dimensión ya vivida por anteriores generaciones de paranaenses marcadas por esos otros hitos históricos recordados, y el reverdecer de una autoestima colectiva muchas veces vulnerable.