Marcelo Medina / De la Redacción de UNO
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No sé si al fiscal Alberto Nisman lo mataron o se mató. Eso lo dirá la Justicia. Es importante que se sepa qué ocurrió. Lo que sí me parece es que en la actualidad ya nadie quiere ser Nisman. A poco más de un año de la muerte del fiscal federal, que investigó la causa AMIA, muy poca gente se movilizó. Los grandes medios porteños le restaron importancia y la convocatoria realizada por los colegas del fiscal tuvo poco éxito. La supuesta movilización espontánea para pedir el esclarecimiento de la muerte del fiscal en 2015 no fue más que una marcha política impulsada por la oposición al gobierno de Cristina Kirchner. Esa famosa movilización estuvo encabezada por fiscales federales que en su mayoría están denunciados o en la actualidad pertenecen al nuevo gobierno. El caso más reciente es el de José María Campagnoli quien quedó al frente de un área de búsqueda de prófugos en la órbita del Ministerio de Seguridad de la Nación. Eso no lo hace ni buen ni malo. Pero es llamativo.
Con el paso del tiempo muchas personas se dieron cuenta de que el fiscal Nisman, como funcionario público, fue todo lo que tenemos que rechazar. Antes de apoyar una causa tenemos que sentarnos a pensar a quién beneficiamos con nuestra presencia o declaraciones, en lugar de salir corriendo detrás de lo que otros dicen. Sería un buen ejercicio revisar nuestros muros de facebook de hace un año para ver si seguimos pensando lo mismo sobre el funcionario.
Los grandes medios de comunicación vieron en Nisman la posibilidad de golpear a un gobierno y la aprovecharon. Ahora bien, como sociedad no nos podemos permitir tener este tipo de fiscales. Desde 2004, cuando el kirchnerismo lo puso al frente de la causa AMIA, esta avanzó a cuenta gotas. Nadie controló ni dijo nada. Recién el año pasado nos enteramos que su trabajo no había sido bueno. También pudimos conocer que tenía cuentas no declaradas en bancos del exterior: Bank of America de Miami y banco Merrill Lynch de Nueva York. Que había recibido un dudoso depósito de 150.000 dólares realizado por Damián Carlos Stefanini, el misterioso empresario que desapareció en 2014, causa que investiga la doctora Arroyo Salgado, exesposa de Nisman. Pero eso no es todo. Además, el fallecido fiscal se quedaba todos los meses con una porción del sueldo de 41.000 pesos que Diego Lagomarsino, único imputado, recibía como empleado de la UFI AMIA. Según Página/12, Perfil y La Nación el fiscal se quedaba con 20.000 pesos. Esos mismos medios lograron revelar más irregularidades que cometió el fiscal, que acompañó de forma obsecuente a los gobiernos de Néstor y Cristina hasta que se firmó el Memorándum de Entendimiento con Irán ratificado como ley en la votación del Congreso. Es más, el jefe de inteligencia K, Jaime Stiuso, se acercó a la causa porque Néstor Kirchner se lo pidió. La sociedad Nisman-Stiuso que hoy hace renegar a tantos kirchneristas fue forjada durante la denominada década ganada.
Lamentablemente las familias de las 85 víctimas de la AMIA siguen reclamando justicia, algo que parece que no se logrará con la investigación que hizo Nisman.
Hoy parece que ya nadie quiere ser Nisman
25 de febrero 2016 · 06:40hs