Lucía Franchi
Conectarse: a mucho más que un click de distancia
Licenciada en Psicología
La pandemia expone algo que en educación ya sabíamos, estamos educando para un mundo absolutamente desconocido e incierto, ¿cuál es el sentido de la resistencia a su reconocimiento? La gran pregunta es ¿La escuela está educando en competencias emocionales que permitan gestionar esta incertidumbre?
La montaña rusa de emociones que los niños y adolescentes transitan durante su escolaridad, se visibilizó en la educación remota con cámaras apagadas, desconexiones, no participación, silencios incómodos, falta de entrega de trabajos y actividades, etc. Muchos alumnos “desconectados” que quizás en la presencialidad también lo estaban, pero al “estar en el aula” daba la sensación de conexión.
Quedó al descubierto que hacer el doble click para ingresar al zoom o al classroom no nos daba la certeza de que nuestros alumnos estuvieran conectados. CONECTARSE es mucho más que estar. Ojalá que al volver a la presencialidad sigamos preguntándonos ¿Está conectado? ¿Está acá? ¿Se da cuenta que está desconectado? Sería ésta una buena oportunidad para que el pensamiento irrumpa con la palabra y que sea el propio pensamiento quien le de sentido a esta verdad.
Para estar conectado con el aprendizaje, el alumno necesita reconocer aquello que siente, explorar entre las más de 500 palabras de emociones para nombrarla y poder expresarla. Por lo tanto, necesita entrenar su conciencia emocional, identificar cómo se siente le permitirá conocer cómo se sienten los otros. No se trata de “estar bien para aprender”, se trata de comprender para aprehender que todas las emociones son funcionales para la vida, incluida las displacenteras. Esta competencia, es la llave de acceso para lograr la capacidad de regular y gestionar aquellas que nos puedan generar malestar y autogenerar emociones placenteras, tan necesarias en este contexto. ¿Y esto se puede hacer en el aula? ¡Si! Mientras doy matemáticas, historia, lengua, arte, etc.
Conectarse también es autoconocerse, para saber cuáles son mis intereses y expresarlos, para conocer mis fortalezas y también mis limitaciones. Autoconocerse para afrontar las frustraciones y las equivocaciones, no como fracaso, sino como aprendizaje. Es la oportunidad para descomponer las estructuras, pero no para destruirlas, sino más bien para conocerlas y resignificarlas. Esta es la oportunidad para intentar comprender cómo está construido este conjunto de partes que forman un todo.
Conectarse es ayudar a que nuestros estudiantes desarrollen una mentalidad de crecimiento por sobre una mentalidad fija, flexibilidad más que rigidez, creatividad más que acumulación, comprensión más que memorización. Es un desafío que no podemos evadir, es momento de cuestionarnos nuestra propia actividad, es momento de hacer uso de nuestra propia razón, sólo así podremos transformar esta realidad que nos atraviesa.
La educación emocional, lejos de ser una moda, es una práctica fundamentada y científica que, aplicada de forma sistemática y sustentable, permite que nuestros alumnos desarrollen competencias emocionales fundamentales para la vida. Esto no implica que los docentes tengamos que hacer terapia con nuestros alumnos, todo lo contrario, la educación emocional es una estrategia educativa de promoción de la salud, con el objetivo de mejorar la calidad de vida y acercarnos al bienestar.
Claramente, una vuelta a la presencialidad, de forma híbrida o completa, debe contemplar además de los protocolos sanitarios necesarios, personal capacitado para acompañar y educar a los alumnos a gestionar su mundo emocional y ese escenario común que nos brinda la escuela y que por tantos meses no pudieron transitar.