En los tiempos que corren cada miembro de una familia tiene obligaciones por cumplir, actividades diversas en distintos horarios y ajetreos cotidianos y otras cuestiones que muchas veces complotan para generar desencuentros y hasta problemas en la comunicación y los vínculos que se tejen entre ellos.
Terapias familiares, una tendencia que crece con el afán de mejorar los vínculos
Frente a esta realidad, las terapias familiares se expanden para atender estas dificultades, y si bien existen desde hace varias décadas, en Paraná desde hace algún tiempo se están volviendo una tendencia. El licenciado en Psicología Sebastián Sigal, especialista en diferentes tratamientos, consultor y capacitador, comentó a UNO: “En los últimos tiempos existe alguna concientización de ciertas personas que ya directamente piden terapia familiar, cuando antes solían ser los psicólogos los que la recomendaban frente a alguna situación particular. La demanda está creciendo, si bien no en la misma proporción que la terapia individual o de pareja”.
Quienes recurren a este tipo de sesiones son aquellas personas que previamente advierten que muchas de las situaciones disfuncionales o problemáticas que atraviesan tienen que ver con su entorno familiar o con alguna problemática que está atravesando alguno de sus miembros. No obstante, puede haber alguien en la familia que se resista a asistir: “Lo que se aborda es el vínculo. Hay familias que son receptivas a esta modalidad y otras que no”, mencionó Sigal.
A la vez, observó: “Hay mucho miedo todavía a la terapia familiar, así como antes había mucho miedo a ir a un psicólogo, y lo mismo ocurrió después con la terapia de pareja. La gente usualmente en estos casos se cuestiona exponerse delante de un ‘tercero’ y crean una resistencia. Diría que el último de los formatos terapéuticos en el que piensan es la psicoterapia familiar, o también la psicoterapia grupal, por una cuestión hasta cultural nuestra, ya que a los argentinos por lo general les cuesta plantear sus problemas y dificultades en un grupo”.
“Los dispositivos grupales son difíciles de armar, y a la gente le cuesta más exponerse a una situación familiar porque lo que más peso tiene es sentir que la propia familia tiene disfuncionalidades. A veces destapar conflictos que atraviesa a una familia es muy doloroso para alguno o para muchos de sus miembros, y también eso genera mayores reservas a optar por esta psicoterapia”.
Por otra parte, aclaró que en ocasiones cada integrante del grupo que decide encarar este proceso puede hacer a la par terapia individual, acompañando la terapia familiar: “Puede ir alguno de los miembros o cada uno de ellos a una psicoterapia individual y también hacer una terapia familiar como algo independiente. La diferencia es que en la terapia individual uno se enfoca en la persona y en la familiar en lo que es el vínculo y el funcionamiento entre los integrantes de esa familia”, aclaró.
Pueden ser muchas las causas que lleven a las personas a acudir a una terapia compartida. Sobre este punto, el especialista señaló: “Hay cuestiones que llevan a las personas a recurrir a una psicoterapia individual. Pero cuando alguna familia o alguno de sus miembros empieza a advertir que hay algo que es repetitivo, o quizás algo que le pasa a todos los integrantes de la misma familia y ya han probado abordarlo de manera individual y no resultó, entonces empiezan a darse cuenta de que hay algo más dando vueltas y son las que por ahí directamente piden alguna terapia familiar”.
Un escollo para este tipo de opciones es que si una familia carece de cobertura o la obra social a la que está afiliada no tiene convenio con el Colegio de Psicólogos de Entre Ríos, por lo general los costos se encarecen: “Hay obras sociales que cubren la psicoterapia familiar, pero en otros casos trabajan con reintegros parciales y esa también es una traba. La parte económica en estos casos genera una limitación”, aseguró Sigal.
Reforzar la comunicación
El profesional evaluó “que la mayoría de las familias que tienen dificultades las tienen en el orden de la comunicación”, y sostuvo: “En general estas problemáticas son muy frecuentes. Habitualmente sus integrantes son desorganizados, no tienen un método o una manera de poder expresarse, no se escuchan. También está el tema de las jerarquías y el ordenamiento: a veces hay familias en las que el integrante más chiquito termina resolviendo lo que deberían resolver los padres. Los padres por ahí se comportan de manera infantil y eso siempre trae problemas en el funcionamiento del grupo familiar, que no necesariamente está integrado por el papá, la mamá y los hijos, sino que puede contemplar a un amigo o una tía que convive con ellos y operan dentro de la casa”.
Asimismo, subrayó: “Cuando hay dificultades en la comunicación en la familia no pueden ordenarse, no se entienden, no pueden interpretar las necesidades del otro. A partir de allí pueden aparecer problemas más serios, como peleas fuertes, violencia, y otras tantas cosas que son habituales, además de enfermedades en quienes la componen”.
Por otra parte, reflexionó sobre los contratiempos en los modos de comunicarse que provoca muchas veces el uso del celular, que en los últimos años se extendió a casi todos los integrantes de las familias, incluyendo muchas veces a niños de corta edad. “El celular sin dudas incide en los problemas de comunicación. Ocupa el tiempo que antes se usaba para otras cosas, que era el contacto cara a cara, o aun el hablar por teléfono, que genera otra cosa que intercambiar mensajes. Hoy por hoy hay gente, sobre todo los más jóvenes, que no saben lo que es hablar por teléfono, no quieren hacerlo, y la única manera de comunicarse es por WhatsApp. Hay una generación, desde el año 2000 a esta parte, que no usa el teléfono para hablar y se van despersonalizando los vínculos. Es como que en algún punto las personas dejan de entenderse porque no pueden conectarse entre sí”, concluyó el experto.