En el día en que la Iglesia Católica recuerda a San Mateo, la vocación del apóstol, que nació como recaudador de impuestos, se vuelve a revivir el relato del Papa Francisco que indica que fue precisamente a través del Evangelio de San Mateo, que se leyó el 21 de septiembre de 1953, el día en que Jorge Mario Bergoglio se dio cuenta de que sería sacerdote.
Papa Francisco: a 70 años del nacimiento de una vocación
"Mientras iba a la fiesta anual del estudiante, sentí el impulso de entrar en la iglesia y confesarme. Ese día cambió mi vida y dejó una huella que perdura hasta hoy”. Pero "la fantasía de Dios para llamarnos es infinita", subrayó. Puede ser "encontrarnos con una situación de pobreza, en un momento de oración, gracias a un testimonio límpido del Evangelio, a una lectura que nos abre la mente, cuando escuchamos la Palabra de Dios y la sentimos dirigida directamente a nosotros, en el consejo de un hermano o una hermana que nos acompaña, en un tiempo de enfermedad o de luto", indicó en su mensaje para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones de este año.
En el libro "El Jesuita", de Sergio Rubín y Francesca Ambrogetti se describe el momento exacto en que Jorge Bergoglio sintió el llamado al sacerdocio. “Era el día de primavera. El joven Jorge Bergoglio iba de festejos con su noviecita. Pero algo lo llevó a pasar por su parroquia porteña de San José de Flores. Sentía deseos de confesarse. Las palabras del sacerdote lo sacudieron. Le despertaron la vocación religiosa que llevaba adentro. Salió de allí convencido de que quería ser sacerdote. Pero no se lo dijo a nadie. El único síntoma fue que al poco tiempo rompió con su novia. Fiel a su estilo reservado esperó unos años para anunciar su decisión a su familia. Su padre lo celebró, su madre, en cambio, se enojó. Pero no se amilanó. Fue duro para él: ella no quiso ir a verlo durante los primeros años del seminario hasta que finalmente aceptó su decisión. Una decisión que lo llevaría muchos años después a ser el primer Papa argentino y latinoamericano”.
En el escudo que eligió al convertirse en Su Santidad Francisco también se explica su elección, el llamado a seguir a Dios. El lema del Santo Padre Francisco procede de las Homilías de san Beda el Venerable, sacerdote (Hom. 21; CCL 122, 149-151), quien, comentando el episodio evangélico de la vocación de San Mateo, escribe: "Vio Jesús a un publicano, y como le miró con sentimiento de amor y le eligió, le dijo: Sígueme)”.
Esta homilía es un homenaje a la misericordia divina y se reproduce en la Liturgia de las Horas de la fiesta de San Mateo.
El camino de Francisco
"Una vez se me había ocurrido ser cura pero como se ocurre ser ingeniero, ser médico, ser músico... se te ocurre. Estaba haciendo el colegio industrial, yo estudiaba química, y un 21 de septiembre, me acuerdo siempre, salí para ir a pasear con mis compañeros y pasé por la iglesia de Flores. Yo iba a la iglesia de Flores, y ahí entré, se me dio, sentí que tenía que entrar, sabés estas cosas que sentís adentro que no sabés cómo son”, así describió el momento el Papa Francisco, en una entrevista radial en “La 96 Voz de Caacupe", recopilada en “El camino del Ángel”.
Fue en la fiesta de San Mateo de 1953, cuando Jorge Bergoglio experimentó, a la edad de 17 años, de un modo del todo particular, la presencia amorosa de Dios en su vida. Después de una confesión, sintió su corazón tocado y advirtió la llegada de la misericordia de Dios, que, con mirada de tierno amor, lo llamaba a la vida religiosa.
Sintió el llamado de su vocación y según relató: “Miré, estaba oscurito, una mañana de septiembre, tipo 9 de la mañana, y veo que venía un cura caminando, no lo conocía, no era de la iglesia, y se sentó en uno de los confesionarios, el último confesionario a la izquierda, mirando al altar. Y ahí no sé qué me pasó, sentí como si alguien me agarró de adentro y me llevó al confesionario, no sé qué pasó. Y de ahí sentí que tenía que ser cura, pero no dudé ¿eh?, no dudé”.
Una vez elegido obispo, monseñor Bergoglio, en recuerdo de tal acontecimiento, que marcó los inicios de su total consagración a Dios en Su Iglesia, decidió elegir, como lema y programa de vida, la expresión de San Beda miserando atque eligendo (lo miró con misericordia y lo eligió), que también quiso reproducir en su escudo pontificio.