Una hora y media después de ingresar a la cárcel de Paraná para cumplir con la prisión preventiva de 60 días que le dictó la jueza de Garantías Elisa Zilli, el imputado por el femicidio de la docente Noemí Guadalupe Suárez, ocurrido en Cerrito el fin de semana, Oscar Omar Bertuni, fue hallado ahorcado. Todo indica que se trató de una autodeterminación. Poco antes, el hombre había escuchado el cúmulo de pruebas que habían reunido los fiscales, donde sus propias palabras y sus acciones lo condenaban.
Femicidio de Noemí: acciones y palabras condenaban a Bertuni
Por José Amado
En la audiencia de ayer al mediodía, los fiscales Cristian Giunta y Fernanda Ruffatti, habían enumerado la gran cantidad de pruebas que reunieron en la investigación que inició el domingo a la noche, cuando fue hallado el cuerpo de la víctima en la habitación de su vivienda. Más allá de no haber obtenido alguna prueba directa de su participación en el crimen de género, otras evidencias y testimonios ubicaban como principal sospechoso al trabajador de Vialidad provincial.
Además, se describió el contexto de violencia de género psicológica que Bertuni ejerció sobre Noemí durante una década, y que profundizó con intentos de manipulación desde hace unos meses cuando la mujer decidió ponerle fin a la relación. Las 33 puñaladas que le asestó a la docente evidenció el odio que le produjo la decisión soberana de la mujer, quien había comenzado una nueva vida y todas la notaban mucho más alegre.
En la tarde del martes, el acusado había sido indagado por los fiscales y la medida cautelar de prisión preventiva había sido acordada por las partes, con el consentimiento del propio Bertuni, quien ya no aparentaba motivación para declararse inocente. Le imputaban un delito que lo iba a llevar a una condena de prisión perpetua.
Bertuni ingresó a la Unidad Penal 1 de Paraná a las 13.50, proveniente de la Alcaidía de Tribunales, donde había sido la audiencia. Como es de costumbre, lo alojaron en la cenda 1, ubicada al lado de la Guardia del establecimiento penitenciario de calle Marcos Sastre. Allí debía permanecer un par de días, hasta que todas las guardias conozcan al nuevo interno.
A las 15.05 fue visto con vida por última vez, y 25 minutos después, a las 15.30, un oficial lo encontró ahorcado. Desde el Servicio Penitenciario se dio intervención a la comisaría décima y luego al fiscal en turno, Laureano Dato, quien dispuso que se resguarde la escena, al tiempo que dio intervención a la Dirección Criminalística, a Homicidios y al médico policial. Se solicitó la autopsia para descartar cualquier otra circunstancia violenta alrededor del deceso. Oficialmente se informó que se trató de un suicidio.
El crimen y la historia
El hecho que le imputaron los fiscales a Bertuni había quedado plasmado así: “Entre la noche del 23 de octubre y la madrugada del 24, Bertuni ingresó hasta el dormitorio del domicilio de calle Lavalle 882 de Cerrito, y sorprendió sola en la cama a quien fue su expareja, Noemí Guadalupe Suárez, y le asestó 33 puñaladas en tórax anterior, tórax posterior y cuello, de diferentes dimensiones y trayectos, como así también en hombros, parrilla costal izquierda y región dorso lumbar, provocándole la muerte por una hemorragia interna y externa masiva por lesión cortopunzante en pared toráxica, cardíaca y pulmonar, producida por arma blanca (...) lesión de ambos pulmones y del corazón”.
Y continuaba refiriéndose al contexto en que ocurrió el hecho: “Colofón de una relación sentimental de 10 años aproximadamente, signada por la constante violencia psicológica, y la cual había culminado hace aproximadamente tres meses, por decisión de la víctima, no obstante, la oposición del imputado e insistencia por retomar la misma”.
El delito endilgado era Homicidio doblemente agravado por relación de pareja y violencia de género.
Extraña aparición
En la primera circunstancia narrada por el fiscal Giunta, sobre el momento del hallazgo del cuerpo de la docente, ya entraba en escena Bertuni en una actitud por demás sospechosa: “Facundo Suárez trató de contactar a su tía, fue a la casa ese domingo porque habían intentado comunicarse con Noemí y no los atendía. Él llegó al domicilio, la llamaba y no contestaba, por lo tanto, pidió colaboración a los vecinos, quien le accedió para que ingrese por el fondo de su casa. Miraron por el tapial y la casa de Noemí no tenía luces. Deciden sortear el tapial y ver lo que estaba pasando, había una puerta entreabierta, Facundo se asoma y ve a cuatro o cinco metros las piernas de Noemí. Ahí mismo deciden llamar a la Policia y se hacen presente dos uniformados de la comisaría de Cerrito que también acceden por la casa del vecino. Advierten que había un cuerpo tirado y sin vida. Encienden las luces del dormitorio, con manchas en la sangre en la cama y en la ropa”.
Lo más llamativo ocurrió en seguida: “Inmediatamente escuchan un ruido y advierten que ingresa una persona por la puerta principal. Le detienen inmediatamente la marcha y resulta que era Bertuni, quien hace dos o tres pasos en el living, no llega al umbral de la puerta del dormitorio. Le prohíben el ingreso y e piden que se vaya”.
Preso de sus palabras
Luego del trabajo científico en la escena del crimen, siguieron varias declaraciones en la comisaría de Cerrito. Allí surgieron más datos que comprometían a la expareja de la víctima, según refirió el fiscal en la audiencia.
El domingo a la noche, Agustina llamó a Bertuni porque no se podía comunicar con su mamá, y el hombre le dijo: “Sí, ayer (por el sábado) la vi y estaba medio depre”. Pero la hija contó que habló con su madre ese día, que estaba bien, hasta se le habían algunos dolores que padecía.
Después de ingresar a la vivienda de Noemí y toparse con los policías, Bertuni la llamó a Agustina y le dijo que en la casa de su mamá había muchos policías y no lo dejaban pasar. Conmocionada, la joven le pidió a su novio Bruno que llamara a Bertuni porque ya le parecía muy raro lo que estaba pasando. El hombre le dijo a Bruno: “Veo sangre, veo cortes”. Es Y el joven cortó la comunicación.
Esta frase que Bertuni le dijo al novio de la hija de Noemí, por teléfono, fue clave para su incriminación: “Bertuni no pudo haber visto la escena del hallazgo del cuerpo de Noemí”, aseguró el fiscal.
Daniel Torres, exmarido de Noemí y padre de sus dos hijos, lo llamó a Bertuni y este empezó a llorar, dijo “yo no sé nada, está toda la Policía, hay sangre en la cama, yo no estuve con ella, no me dejaron entrar”.
Nuevamente la misma contradicción: “Los policías afirmaron que, pese a que Bertuni ingresó al domicilio por la puerta de enfrente, inmediatamente fue interceptado y no llega a la puerta de la habitación, de ningún modo pudo haber visto la escena del crimen, ni los pies de la víctima”, aseguró Giunta.
Otra acción del imputado que evidenció su intención de desviar la investigación fue cuando habló con Diego, hermano de Noemí, y le dijo que la cerradura de la casa estaba forzada, lo cual no era cierto, pretendiendo sembrar sospechas de un robo.
Borró pruebas
Otro dato aportado por el fiscal refiere a otra prueba clave: secuestraron el celular de la víctima: “Ingresamos con la clave aportada por los hijos de Noemí, y fuimos directamente al contacto Cacho, que es el sobrenombre de Bertuni, y no tenía ningún mensaje, estaban todos los mensajes borrados. El único contacto que tenía todos los mensajes borrados era el de Cacho. La pericia está orientada a tratar de recuperar la comunicación”, explicó.
El infierno de Noemí
“Bertuni tuvo con la víctima una relación signada por la violencia de género en su modalidad psicológica. Pudimos escucharlo al hijo que vive en Catamarca con su papá, que tenían un trato diario con su mamá, y dijo que ‘él siempre la hostigaba, siempre la dejaba plantada, incluso la gorreaba’. Agregó Agustina que era infiel y aparte le decía con quién y le daba detalles”, relató la fiscal Ruffatti.
“Dijo su hijo Fabricio que ella había logrado cortar esta relación de 10 años, había hablado el sábado a la mañana y ella estaba sumamente contenta, le dijo que iba a pasar año nuevo con él a Catamarca, que no le importaba cuánto le costara, que ella iba ir igual. Y que justamente se le habían pasado los dolores de espalda que siempre tenía. ‘Desde que corté la relación con Bertuni, ya no me duele nada’, decía Noemí. Había empezado el gimnasio y natación. Y también la mujer le contó a su hijo que después que había cortado la relación él solía entrar a la casa, un día llegó y estaba cortando el pasto, una clara invasión. Claramente quería seguir manipulándola”, agregó.
En la misma línea de las pruebas de la violencia de género, la fiscal contó: “Agustina hizo referencia a todos los episodios de infidelidad, los planteos constantes porque ella trabajaba mucho, ‘como trabajás mucho no tenés tiempo para mí’, que le había sido infiel con una chica de su edad, compañera de ella, le mandaba fotos de las mujeres con las que estaba, que se había contraído una enfermedad venérea, que ella había tenido que ir al ginecólogo y con todo el dolor le dijo que él también tenía que tomar una pastilla para curarse y él no quiso, se ofendió, incluso se enojó cuando ella decidió ligarse las trompas, en una clara violencia sexual”.
“Agustina dijo que ella no era feliz con él -relató Ruffatti-. Incluso con ayuda de un psicólogo y una psiquiatra ella logra cortar la relación y a partir de ahí Bertuni empieza a hostigarla. Era una persona que casi no conocía a sus suegros, los padres de la víctima, pero después de que ella le dijo que no quería seguir más aparecía en la casa de los suegros en el campo, solo, a conversar con ellos”.
Luego refirió otro signo claro de violencia machista: “Bertuni la quería sólo para él, le molestaba cuando ella iba a visitar a sus hijos, a Córdoba y Catamarca, cuando volvía Bertuni no le hablaba más, hacía silencio. Todo ese tipo de violencia psicológica en la cual la manipulaba. Cuando vio que las visitas y las llamadas no tenían efecto, empezó a perseguirla, y también la espiaba. Cuando vio que no podía recuperarla, hizo lo que hizo”.
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Odio y saña
La fiscal aseguró que el asesino actuó con saña y sobre seguro: “Se debe valorar la naturaleza del hecho: es un femicidio en el cual no hemos atribuido ensañamiento, como actitud jurídica, pero sí como actitud del imputado en la cual pudimos ver que le aplicó 33 puñaladas, un ensañamiento que es típico de los femicidas, la mayoría son en el corazón y en el cuello. Además el señor sabía que actuaba sobre seguro, que la víctima vivía sola, cómo entrar y cómo salir. Era una persona que trabajaba todo el día, muy solitaria y muy cerrada”.