Los obreros de la exfábrica Coceramic de la capital entrerriana y sus familias siguen esperando. Es, básicamente, lo único que han podido hacer en los últimos años, desde que les prometieron que les iban a instalar la nueva empresa en el Parque Industrial.
¿Y la plata de Coceramic?
Por José Amado
El año pasado, cuando comenzó el desguace de la histórica construcción, Diario UNO hizo pública la situación en la cual los trabajadores se quedaban sin el pan y sin la torta: ni fábrica nueva, ni fábrica vieja; ni salarios, ni indemnizaciones; con las manos vacías.
En ese panorama desolador hubo una suerte de reactivación de la lucha por sus derechos, una lucha que comenzaron a inicios de la década de 1990, cuando todavía nadie imaginaba el fenómeno de las fábricas recuperadas en Argentina y ellos ya gestionaban una empresa sin patrón.
Ahora, resulta que las protestas, las marchas, los reclamos a los distintos poderes del Estado, habían dado sus frutos, pero no estaban al tanto.
Según nos contaron atónitos, desde el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación enviaron casi 50 millones de pesos destinados a la compra de la maquinaria necesaria para instalar la nueva fábrica, pero nadie sabe a ciencia cierta qué pasó con ese dinero. Si llegó, si no llegó y a dónde fue a parar. Para los extrabajadores es una intriga y ahora quieren que les cuenten que pasó con ese trámite y el desembolso.
El ministro Daniel Arroyo, dicen los obreros, les preguntó por la fábrica, y ellos se quedaron sin saber qué decir; denuncian que el Gobierno utilizó esos fondos para otras urgencias. Si es así, en Argentina eso se llama malversación de fondos públicos y es un delito. ¿Algún fiscal se pondrá a investigarlo? Ya que la pública estafa que sufrieron los trabajadores con la violación del contrato por el empresario “inversionista” presentado por el propio Gobierno, no motivó ninguna causa, ahora podrían averiguar.
Si esto que denuncian los obreros es tal cual, y no se repara el “error” en forma urgente, sería la frutilla del postre tras décadas de abandono, promesas falsas, mentiras y desidia por parte de las autoridades. El año pasado, cuando se reavivó el conflicto, hubo algunas reuniones y fotos de ocasión, pero los gitanos a quienes les encomendaron tirar abajo la fábrica siguieron con su labor. Ni siquiera la Municipalidad inspeccionó lo que sucedía en un territorio de la ciudad cuya arquitectura se considera histórica, está protegida por ordenanza y no se puede tocar un ladrillo sin autorización. Al parecer, nadie quería quedar afuera del futuro negocio.
Hay 44 familias que todavía están esperando una respuesta para poder trabajar; subsisten como pueden en medio de una crisis bestial, en una ciudad donde no se crean fuentes laborales dignas, y hacerse microemprendedor parece la salida para muchos. La única propuesta de producción y trabajo autogestionada ha sido ignorada, frente al deleite de empresarios y gobernantes por los terrenos de la Coceramic en pleno Parque Urquiza.