Corría el año 1992. El Narigón salió de Castelli para acompañar a un amigo a Mar del Plata a una prueba futbolística en Aldosivi. Transitó por la ruta 2 sin saber que ese día iba a iniciar el romance con una institución que permanecerá hasta la eternidad. Al llegar a destino un entrenador le consultó al Narigón. ¿Pibe, querés probarte? “No, gracias”, le respondió. “Dale, nos falta un jugador. Anda cambiate así te sumás”.
El Narigón de Castelli
Por Matías Larraule
La insistencia del DT modificó el cambio de postura de Pablo Corti, el Narigón. El pibe se calzó unos botines que le acercaron. Luego ingresó casi pidiendo permiso a la cancha. En el césped desplegó su magia. Desbordó por todos los sectores del campo de juego. Sobresalió por encima del resto. Solo le faltó llevarse la pelota a su casa. Dejó asombrados a los entrenadores que evaluaban la prueba. También a su amigo, quien también superó la prueba.
“Te queremos en el equipo sí o sí. En dos semanas vamos a Buenos Aires a jugar un amistoso con Independiente. Te pasamos a buscar por Castelli si no podés venir para Mar del Plata”, le propusieron. El Narigón aceptó la invitación, pero no se presentó al acceso de su ciudad el día del encuentro ante el Rojo de Avellaneda. A él solo le gustaba jugar a la pelota.
Nito, entrenador del equipo, dejó de lado el rencor. A pesar del desplante fue a buscar al Narigón a su casa. Sabía que Pablo era distinto, un crack. Lo confirmó una vez más cuando lo observó en un partido en el que jugó para Ferro de Castelli. El DT convenció al pibe de pelo largo, quien al año se trasladó hacia La Feliz.
En 1993 comenzó la verdadera historia de amor del Narigón en el barrio del Puerto. Fue figura de un equipo que se coronó campeón del torneo liguista de punta a punta. Se destacó en un plantel con una enorme riqueza técnica. Se despachó con varios goles, pero marcó mayor diferencia al desnivelar por las bandas. Fue el socio ideal del 9. Le permitió al Tanque transformarse en el máximo artillero del campeón.
Con el tiempo El Narigón de Castelli dejó de marcar diferencias en el torneo local. Pasó a dejar su huella en el ámbito nacional. Estuvo a un paso de saltar a la elite del fútbol argentino, pero decisiones inentendibles del DT de turno y el peso de Belgrano de Córdoba, el adversario del juego decisivo, se lo impidieron.
En su carrera defendió otras camisetas. Su derrotero incluyó pasos por Godoy Cruz de Mendoza, Quilmes y Huracán de Tres Arroyos. Pero su mejor versión la exhibió con la pilcha de Aldosivi. Con ese escudo se potenció. En su regreso al club volvió a celebrar un nuevo ascenso. Ese premio lo consiguió dos semanas después de despedir a su padre.
El Narigón jugó un par de años más. Cerró su ciclo en 2008. Fue despedido con todos los honores en un partido ante Olimpo de Bahía Blanca. Tuvo su merecida cena homenaje en la sede del club en pleno barrio del Puerto y de la que asistió gran parte de la comunidad de Castelli.
Pero paradójicamente su relación con el hincha y con el club crecieron después. Su retiro del futbol no provocó su salida del club. Pablo sintió un fuerte sentido de pertenencia por Aldosivi. Se calzó el buzo de entrenador del primer equipo. Cuando los resultados fueron adversos entendió que debió dar un paso al costado. Años después regresó para cumplir funciones en las categorías formativas. No observó su nueva función como un retroceso en su carrera. Entendió que la causa era más importante que el ego.
De regreso el Narigón irradió felicidad. Al finalizar las prácticas con los pibes se dirigía hacia la utilería. Después de unos mates trasladó la ropa hacia la lavandería. El Narigón, uno de los mejores futbolistas que dio la entidad, le daba el ejemplo a los pibes que forman parte del semillero.
Sus cualidades técnicas lo ubicaron en el lote de los mejores futbolistas de la historia reciente del club. Pero su amor y compromiso por los colores lo ubican en la cima del ránking. Por eso en este 14 de mayo, día del futbolista, recuerdo la figura de Pablo Corti. Después de Diego Armando Maradona, el Narigón de Castelli fue el futbolista que mayores alegrías me regaló.