Hoy, calificar a una persona o grupo por su ideología situándoles a la derecha, al centro o a la izquierda es anacrónico, confuso y contradictorio. En el contexto actual, es difícil situar espacialmente las ideas (¿a la izquierda o derecha de quién o de qué?), cuando se han desarrollado tantos movimientos políticos y sociales cuyos vectores atraviesan a los sectores más amplios.
El cuento de la derecha y la izquierda
Por Luciana Actis
Un ejemplo claro es el feminismo y la campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito: los pañuelos verdes los llevan mujeres (y “aliades deconstruides”) del PTS, el PRO, el FPV, y demás siglas político-partidarias divergentes entre sí. Entonces, ¿es de izquierda o derecha quien luce este símbolo amarrado en una muñeca, el cuello o la mochila? Y qué se puede decir de los curas de las villas, que llevan adelante una importante obra junto a los más vulnerables pero no están a favor del aborto. ¿Es válido decirles fachos?
Situar la ideología de alguien, valga la redundancia, en un sitio es omitir un panorama mucho más complejo y, en un afán reduccionista, se termina embarrando la cancha. Pero, si aún somos adeptos y nos cuesta despegarnos de los conceptos que aluden a lo espacial, quizás sería más apropiado utilizar otras categorías, vagas y poco académicas, pero más prácticas y orientadoras al momento de entender a quién representa un pensamiento, individuo de referencia o una organización. Esas categorías son arriba y abajo.
Arriba, las élites y sus esbirros bien pagos, el 1% que concentra el 82% de las riquezas a nivel mundial. Abajo, el resto, el 99% que debemos compartir el 18% que sobra, pero terminamos peleándonos entre nosotros a las piñas, los balazos, pidiendo pena de muerte para los pibes chorros, tildando de “fache” a quien no usa lenguaje inclusivo o escrachando por facebook a quien alargó 20 minutos el paseo del perro durante la cuarentena. Nunca se nos ocurre levantar la cabeza y mirar para arriba, seguimos buscando enemigos por derecha e izquierda. Y a veces, un pañuelo verde, naranja o celeste camufla las verdaderas ideas de quienes los usan.
La riqueza del mundo no sólo sigue en manos de una pequeñísima minoría, sino que la brecha entre los súper ricos y los pobres se agrandó aún más. Esto es lo que afirma la Oxfam, una confederación internacional formada por 19 organizaciones no gubernamentales, que realizan labores humanitarias en 90 países. La ONG responsabiliza de esta desigualdad a la evasión de impuestos, la influencia de las empresas en la política, la erosión de los derechos de los trabajadores y el recorte de gastos. ¿Nos suena?
Pero para gran parte de ese 99% que roe los huesos que los de arriba arrojan, el foco de la cuestión es que liberan a los presos por la pandemia (afirmación que es falsa, dicho sea de paso), o que tal o cual senador o senadora no utiliza lenguaje inclusivo cuando hace sus alocuciones en el senado. Se sigue viendo el problema en términos de zurdos y fachos, de diestra y siniestra.
La pandemia y el cambio de paradigma que supuso en poco tiempo, trajo una bocanada de aire fresco que podría dejar al descubierto las tendencias ideológicas de varios. En estos días se va a tratar una ley que va a despejar bastante el panorama, y se va a ver a las claras quién tira para arriba y quién para abajo, más allá de pañuelos multicolores, dedos en “V” o puños levantados. Se trata del proyecto de impuesto a las riquezas, que en caso de ser aprobado y convertido en ley, implicará un tributo a los bienes personales declarados a partir de los 200 millones de pesos. El máximo a pagar sería del 3,5% para quienes tienen un patrimonio superior a 3.000 millones.
Habrá quienes hablarán de “revanchas”, de medidas “insuficientes” o de que la crisis “hay que remarla entre todos”. No importa de cuáles eufemismos se valgan para decir “no” a los impuestos a los ricos; aquí no se puede correr por izquierda ni por derecha, no habrá forma de esconderse detrás de banderas partidarias, ni valdrán los pañuelos de colores. Aquí, haciendo uso de sus fueros, cada legislador dejará expuesto su fuero interno. Si tira para arriba, o para abajo; si brega por los intereses de la élite o los del pueblo.