Lamentablemente se tuvo que producir un rebrote de coronavirus en Paraná, para que la ciudad tomara conciencia de lo peligroso que es el virus. Se vio claramente cuál fue el proceso dado en estos 96 días y donde, la verdad, gran parte pensamos que esta enfermedad no nos iba a tocar.
Balas que pican cerca
Por Javier Aragón
Ahora, con los 62 casos confirmados en la capital provincial (datos hasta ayer), sentimos que “las balas picaron cerca”. De esa manera, el relajamiento se reflejó en algunas situaciones irresponsables, como encuentros sociales que terminaron con una gran cantidad de afectados.
Por irresponsabilidad, desidia o vaya a saber qué, hubo inconductas y claras violaciones a la cuarentena. Ante esto, la comunidad se paralizó, por miedo y temor. El movimiento habitual de la ciudad se retrajo y la circulación de peatones también. Sin querer, esto favorece la idea de alejarse de las calles y estar a resguardo en nuestras viviendas. Se podrá esquivar el virus si se suman los cuidados sanitarios, el uso de tapabocas, el mantenimiento de la distancia y la reducción máxima del contacto con el resto de la comunidad.
Muchos tenemos la suerte de tener un sueldo seguro y cobrar todos los meses, y con ese panorama se escucha gritar a los cuatro vientos: primero la vida, luego la economía. La verdad es que es muy egoísta hablar desde la comodidad de tener el poco o mucho dinero de modo regular cada 30 días. Hay que ponerse en lugar del jubilado que debe vivir con 18.000 pesos por mes, o los comerciantes que no venden y que no cobran IFE o beneficios sociales; los taxistas que no realizan viajes; los vendedores que no pueden ir a la Costanera y muchos sectores más de la economía informal, y que no son contenidos desde el Estado. Y si son ayudados, tampoco tienen la solución definitiva cobrando 10.000 pesos por mes. En ese marco, el gobierno nacional debería salir de la grieta que tan mal nos hizo al país y que fue el fiel reflejo del kirchnerismo y del macrismo. En medio de semejante crisis, debería aparecer el estadista y ver un poco más lejos de la punta de la nariz. En definitiva dejar de hacer politiquería y enterrar el “ministerio de la venganza” que, da la sensación, dirige la actual vicepresidenta. Si quiere imitar a alguien, que busque en la historia de Hipólito Irigoyen, Juan Perón, Arturo Illia, Ricardo Alfonsín o Eduardo Duhalde. Este último fue el que en medio de la debacle del 2001 convocó a una gran mesa del diálogo y consenso de la dirigencia política, de la producción, la iglesia, el campo y otros sectores. Hoy se deberían sumar especialistas de salud y economía para tomar las mejores decisiones para enfrentar la pandemia y cómo prepararnos para la post cuarentena.
Encerrarse entre un grupo de amigos y personalidades ligadas a una actividad determinada nos lleva a este presente, lleno de incertidumbre, dudas, contradicciones, despidos, comercios y empresas cerradas. Y si a eso se suma el aumento de afectados y muertos, es ingresar sin plan a enfrentar la tormenta perfecta: crisis sanitaria, económica, financiera y social.