Los truculentos secretos del Seminario bajo la lupa de Enz

Vida y obra de un cura pedófilo y sus jefes de la Iglesia. Abusos y pecados: gracias a una intervención periodística, la Iglesia de Entre Ríos ya no podrá seguir lavando los trapitos sucios puertas adentro, y las víctimas de corrupción podrán ser escuchada
8 de diciembre 2014 · 11:07hs

Tirso Fiorotto/ De la Redacción de UNO

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Es uno de los casos judiciales de mayor relevancia informativa de la década. La justicia interroga a tres obispos sucesivos de Paraná.

Los arzobispos eméritos de la arquidiócesis de Paraná, cardenal Estanislao Esteban Karlic y monseñor Mario Luis Bautista Maulión, y el arzobispo de la arquidiócesis de Paraná monseñor Juan Alberto Puiggari, deberán responder interrogatorios sobre la conducta de la autoridad de la Iglesia en el caso de corrupción de menores que tiene como principal imputado al cura Justo José Ilarraz. En una semana deberán ofrecer sus respuestas.

Los abusados en el Seminario de Paraná lograron un canal para expresar la angustia que guardaron por años. Eso rompió el pacto de silencio impuesto desde las jerarquías.

Ya se investigan las denuncias fuera del poder de la curia. Por un lado, los atropellos de un sacerdote, que revelan otros atropellos; por otro lado, el vicio de los obispos: tapar y tapar, ocultar, aunque en ello quede impune una conducta de alto riesgo, y se lastime por segunda vez a las víctimas con la ausencia de respuestas.

 

Secretos del poder

Las prácticas regionales de la dictadura en la región, las desapariciones, las torturas; los atropellos de las fuerzas de seguridad, la corrupción, la connivencia de políticos y empresarios para la corrupción; la complicidad de sectores civiles con sectores militares, los vicios de ciertos sindicalistas enriquecidos, la ausencia de república. La concentración de la tenencia y el uso de la tierra en pocas manos, la arremetida de las multinacionales, la invasión de medios masivos de comunicación desde el poder político y económico, la patria contratista… Son algunos de los temas que ha estudiado y denunciado el periodista Daniel Enz en más de tres décadas de oficio en la región, desde que llegó de su Reconquista natal a estudiar y ejercer el periodismo en Paraná.

En la obra “Abusos y pecados” vuelve con toda la artillería sobre un tema que ya lo había ocupado antes: el silencio de la curia frente a hechos aberrantes que los obispos no llevaron a los estrados judiciales.

Los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, la prensa, los militares, las fuerzas de seguridad, los sindicalistas, los empresarios, y qué decir de la oligarquía, de los pooles y los banqueros, han sufrido a Enz y a los periodistas que lo acompañan en sus trabajos.

Con la denuncia contra el cura Justo José Ilarraz por el abuso de menores en el Seminario de Paraná, el entrerriano por adopción logró esta vez desentrañar delitos graves que involucran a sacerdotes y a prelados.

 

Red de cómplices

No es la divulgación pormenorizada de los manoseos lo que sorprende en la obra. Eso sirve como testimonio, para subrayar la gravedad de las prácticas contra inocentes, y contra padres trabajadores que entregaban confiados sus más preciados tesoros al Seminario.

Lo que más llama la atención es la red de complicidades, la serie de conductas típicas de Pilatos, el lavarse las manos, por si pasa. A ver si los niños se olvidan, a ver si se curan solos de las ofensas, a ver si el sacerdote se arrepiente y endereza el camino allá lejos.

No equivale a meter a todos en la misma bolsa. Así como hubo niños que, ya adultos, hicieron pata ancha y denunciaron las agresiones, también hubo curas que acompañaron, que no naturalizaron, aunque eso los predispusiera mal con las jerarquías. Todo eso está en la obra de Enz.

Abusos y pecados se de tiene en el caso de Justo José Ilarraz, el cura pedófilo, y lo presenta en su contexto. Hay mucha tela para cortar en este libro.

Las relaciones de los obispos y sacerdotes y laicos con la dictadura, con la represión, con sectores de poder político; la incursión en las universidades, en los institutos secundarios; y también la lucha de algunos sacerdotes y obispos contra la dictadura, y las persecuciones que soportaron.

Está el que abusa y persiste en sus persecuciones, y el que enfrenta al abusador.

La redacción es filosa, con buenos datos y testimonios.

Hay aquí recursos del periodismo de investigación que son un tanto opinables, como ciertos entrecomillados de frases cuya versión original es difícil probar u obtener. Aunque no deja de ser, para el caso, un detalle técnico.

Por otro lado, algunas prácticas de ciertos sacerdotes reciben una calificación como podrían recibir otras. Observamos, por ejemplo, una suerte de reduccionismo al analizar el uso del cilicio. ¿Puede haber ascetas hoy, sin necesidad de que alguno de sus modos se explique como aberración sexual?

Aún así, el autor entiende que se trata de temas delicados y deja puertas abiertas. Lo importante: no esconde, y no le tiene miedo.

La obra apunta los cañones contra el régimen de impunidad y silencio edificado por la curia, y vaya si logra su cometido.

 

Los dos fuimos abusados

En estos días se conocen noticias sobre la actuación de la justicia en torno de Ilarraz y las autoridades del Obispado. Todo ello deriva de la denuncia periodística que tornó el problema ya inocultable, desde una nota firmada por Daniel Enz un jueves 13 de setiembre de 2012.

El libro empieza con el párrafo que más nos impactó, entre los testimonios. El de un sacerdote que confiesa que tanto él como Ilarraz fueron abusados antes.

Es decir, de entrada se nos presenta el caso no como un hecho aislado, la experiencia de un loquito, sino como una cadena.

“‘Yo también fui abusado. Y fue en este mismo lugar, en que estamos todos reunidos, cuando era apenas un niño’. La voz del cura oriundo de Crespo sonó más intensa que nunca en el auditorio cerrado del lugar religioso, repleto de curas, ubicado a escasos kilómetros de Paraná. No hubo murmullos, sólo silencio y sorpresa por la revelación. La voz se le quebró y los ojos se le llenaron de lágrimas por la confesión pública en medio de un fuerte debate que hacía tiempo no se daban los curas de la zona. Muy pocos de los que estaban allí –menos que los dedos de una mano-, sabían del trauma de ese sacerdote, agravado por más de 40 años de silencio e impunidad”.

“Casi nadie levantaba la cabeza –continúa Enz-, como queriendo acompañar ese dolor contado a viva voz ante los principales referentes de la Diócesis de Paraná, lo que rompió un muro de ocultamiento. El único que lo miraba fijo, como tratando de intimidarlo, era quien estaba en la cabecera del encuentro, en la soledad de la mesa: el arzobispo de Paraná, monseñor Juan Puiggari. El cardenal y arzobispo emérito, Estanislao Esteban Karlic, estaba ubicado en la primera fila, pero solamente agachó la cabeza…. Seguramente le resultaba inconfundible la voz del sacerdote, a quien conocía hacía casi tres décadas. ‘Yo lo pude superar y seguí por la buena senda. Otro no pudieron recuperarse’, acotó el cura M.J.T. ‘Los dos fuimos abusados: el padre Justo y yo’, afirmó segundos después”.

 

Prólogo de Lewin

“Abusos y pecados” está prologado por la periodista Miriam Lewin, la misma que denunció y mandó a la cárcel al cura Julio Grassi, en un caso testigo en la historia de la pedofilia de sacerdotes en la Argentina.

“Las víctimas no mienten. Dedican a veces su vida a reparar lo destruido. Una red de abusados por sacerdotes se expandió desde los Estados Unidos al mundo, y otra está tomando forma en la Argentina. Reconocerse en el sufrimiento de otros es una forma de reconstruirse”, dice Lewin.

Por supuesto, tanto Lewin como Enz deben soportar las descalificaciones de los empecinados que, aún ante las evidencias, buscan salvar a los victimarios o relativizar el daño que producen.

La obra contiene algunas páginas con menor desarrollo en cuanto a testimonios, pero que sirven a los fines de mostrar el mundo de silenciamientos de un Seminario.

Aunque ocurran cosas típicas de cualquier sociedad humana, saltan a la vista aquí las dificultades que deben superar las personas subordinadas, como los niños o adolescentes, para salir del paso en casos de atropello.

Es decir, la estructura rígida y vertical, el miedo, conspiraron contra las posibilidades de hablar, de expresarse, en los niños, y los problemas se vieron agravados.

Al atropello de la carne, el atropello del silencio. Y todo aquí nomás, en Paraná: corrupción de gurises entre padrenuestros y avemarías.

 

 

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