El Cementerio Parroquial de San Benito se encuentra ubicado en las afueras de la ciudad, en Avenida Federación 370. Si bien el cementerio más reconocido de San Benito es el Parque de la Paz, el parroquial tiene historia y tumbas que datan de siglos atrás.
Cementerio Parroquial: un campo santo en San Benito
Los tiempos de Dios son perfectos. Así lo entienden desde el Cementerio Parroquial de San Benito. A quienes le llega la hora, existe un espacio santo.
Por Aldana Martínez
Los tiempos de Dios son perfectos. Así lo entienden desde el Cementerio Parroquial de San Benito. A quienes le llega la hora, existe un espacio santo.
Los tiempos de Dios son perfectos. Así lo entienden desde el Cementerio Parroquial de San Benito. A quienes le llega la hora, existe un espacio santo.
Los tiempos de Dios son perfectos. Así lo entienden desde el Cementerio Parroquial de San Benito. A quienes le llega la hora, existe un espacio santo.
El campo santo es un espacio que mantiene viva la historia, anécdotas y situaciones familiares que persisten aún después de la muerte. Los tiempos de Dios son perfectos. A diferencia de su vecino (Parque de la Paz), este cementerio tiene panteones, sepulcros, nichos y fosas diversas y cargadas de identidad.
Trabajos espirituales
Una de las situaciones que más se encuentran en el día a día es la presencias de trabajos de magia en la puerta del cementerio. Uno de los grupos que más se hace presente allí es el de los Umbanda. “Cerramos el cementerio a la noche, ahora es muy difícil ingresar. Hemos sacado pedazos de hígado de animal, velas, cuchillos, gallos muertos, una vez tuvimos que correr una gallina por todo el cementerio. Todo tiene su significado para ellos”, explicó Omar Hillairet, el director del Cementerio Parroquial de San Benito.
Respecto a las situaciones paranormales, el sepulturero Abel dijo que en ocasiones graban audios de Whatsapp y se registran voces y gritos que no los perciben con sus oídos. Otro de los sepultureros, Néstor, fue sereno durante 16 años cuando el cementerio tenía cuidados por la noche (hoy solo se utilizan cámaras) y se reservó los recuerdos paranormales que ha vivido. Otra de las anécdotas que más los sorprendió, fue la de una mujer que falleció y su familia pidió que no taparan el nicho durante tres días porque aseguraban que su madre “reviviría”. “Era una señora de 94 años. Los hijos venían, sacaban el cajón y le rezaban a la madre”, contó el encargado y sepulturero. En ese sentido, aclararon que el carácter parroquial del lugar hace que sean comprensivos con los deseos de los deudos.
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En otra oportunidad, encontraron dos cráneos en un mismo cajón y no supieron cuál fue la causa. Abel sostiene que hoy “la gente tiene la excusa de no venir al cementerio porque le hace mal. Lo que no saben, es que hay niños de 8 años llevando féretros de sus amigos. Son distintas realidades”; y en el mismo sentido, Hillairet plantea que se busca, eventualmente, lograr un espacio más armónico para los visitantes y que no tenga un aspecto tétrico: “Que no tenga el terror de un cementerio. El cajón, las telarañas, que se pueda entrar con el mate a visitar a un familiar que está en un lugar santo. Apuntamos a ese lugar agradable. La gente viene y pone plantas, camisetas, osos y necesitamos corregir esos aspectos”.
La tumba de Montiel
Uno de los panteones más visitados es el de Sergio Montiel, el ex gobernador de la provincia de Entre Ríos, que fue trasladado allí donde descansan eternamente sus familiares. Está prácticamente inaccesible a la vista ya que la familia lo mantiene cerrado al público. Así también, hay madres y padres que visitan a sus difuntos hijos todos los días, religiosamente. Llevan un mantenimiento de las tumbas digno de una habitación. En la cruz mayor hay unos 2.000 cuerpos reducidos y “entreverados” en un osario. Cuando se hacen las reducciones, los cajones se tiran y se queman en un pozo en inmediaciones del cementerio.
Según Abel, esas maderas fueron las que se vieron aquella mañana del 18 de marzo de 2010 cuando se inundó el Cementerio Parroquial y surgió la versión de “cajones flotantes” en el arroyo Las Tunas. No se alcanzaron a desintegrar con el fuego por la llegada de la lluvia: “No había cuerpos ahí. Está todo cerrado herméticamente, así que es imposible que haya habido un cajón con un cuerpo. Si se vio un cajón entero, pero estaba en desuso”, indicó el director. Luego hubo otra inundación dos años después pero pasó desapercibida.
Por otro lado, durante la época post- dictadura de los años 80’ recibieron la visita de policías que hicieron diversos allanamientos buscando cuerpos de desaparecidos. Sin embargo, no lograron encontrar nada. “La Iglesia no esconde nada”, expresó el director. Cuando sucedió la desaparición de Fernanda Aguirre, quien vivió en inmediaciones del Cementerio, el lugar fue uno de los puntos de allanamiento en la búsqueda de la adolescente desaparecida en 2004.
Cementerio Parroquial
El Cementerio Parroquial es privado y depende de la administración del Arzobispado de Paraná. “Si bien, muchos creen que es municipal, no tenemos nada que ver con el municipio. Vienen cuerpos de todos lados, la mayoría son del centro de Paraná y de pueblos cercanos. Tenemos unos 20.000 muertos”. Cada fosa tiene espacio para dos féretros y dos reducciones; en los nichos la mayoría tienen espacio para un cuerpo y hay otros sectores que tienen la posibilidad de poner dos cajones. Los sepultureros pasan mucho tiempo entre las tumbas y eso conlleva que cada uno de ellos sepa dónde se encuentra cada cuerpo. El cementerio tiene unos 140 años y cuenta con tumbas del 1800, que son históricas. La mas vieja data de 1888. Esas se mantienen por ser símbolos de la historia pero aquellas tumbas que no tienen mantenimiento o pagos, se liberan.
Expensas y pagos
El Cementerio Parroquial de San Benito cuenta con una expensa anual que ronda en los $45.000 para las fosas y $60.000 los nichos. Para el mantenimiento del espacio, se invierten unos $22 millones mensuales fijos. El reglamento sugiere que a los 5 años de falta de pago por parte de los familiares, se puede sacar el difunto y llevar a la fosa común: “Para la iglesia es un campo santo ”.
En la fosa común, que lleva el nombre de Cura Brochero, se les pone una cruz de madera para darle un poco de dignidad a esos cuerpos. Hay tres o cuatro cuerpos por espacio. Aunque, personalmente, Hillairet explicó que aguardan casi 12 años antes de tomar tan drástica decisión.
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Reducciones
Previamente a la fosa común se dan posibilidades para evitar el traslado. Luego, unos 25 años después se realiza la reducción. “Hay gente que nos dice ‘hagan lo que quieran’, e incluso a veces prestamos los espacios para ver qué puede hacer el familiar ante una muerte inesperada”. Cuando los allegados visitan el cementerio, pueden encontrar en la tumba un cartel que dice “Pasar por Administración”. Eso significa que lleva unos cuatro años de falta de pago. El estatuto también reglamenta que el familiar es el encargado de arreglar la tumba.
Hoy en día se están construyendo nichos nuevos por la sobrepoblación que hay en el cementerio: “De no ser por las reducciones y cremaciones, no habría lugar”. Además, hay otros deseos que se respetan, por ejemplo, en el caso de la comunidad gitana que buscan nichos que no hayan sido utilizados antes para que sus almas continúen limpias en el mas allá, así no se “manchan” con otros espíritus.
“Aquí se notan mucho las dificultades familiares. Hemos tenido problemas por panteones, faltas de pago y demás. Por eso tratamos de ser lo más claros y pacientes posibles”, explicó el director del cementerio y reflexionó: “Se nota mucho la miseria humana”. En ese sentido, el director invita a la comunidad a ver al cementerio como un espacio de esparcimiento y no de angustia y tristeza.














