“Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras” es la consigna bajo la cual este miércoles #8M la Asamblea de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y no Binaries de Paraná y la Multisectorial de Mujeres Entrerrianas marcharán desde plaza 1º de Mayo a plaza Mansilla, frente a Tribunales para visibilizar inequidades económicas, la feminización de la pobreza y denunciar todas las formas y consecuencias de la violencia de género que sigue matando. A pocas horas de la simbólica fecha, un femicidio más horroriza a la sociedad. La vida de otra mujer fue arrebatada por un sujeto incapaz de aceptar un No. “Un hijo del patriarcado”.
8M: "Si nuestras vidas no valen, produzcan sin nosotras"
Se volverá a marchar, con consignas reiteradas ante los oídos sordos de una Justicia vetusta, que necesita una urgente reforma, de una parte de la sociedad que naturaliza la violencia y de un Estado que nunca está a la altura de las circunstancias.
En el plano económico, las exigencias son, entre otras, sortear las brechas salariales entre varones y mujeres, terminar con la precarización y equilibrar las tareas de cuidado. Según un informe de Ecofeminita, elaborado con datos de la Encuesta Permanente de Hogares/Indec correspondientes al tercer trimestre de 2022, las mujeres consiguen ingresos 24,5% menores que los varones -sean sus ingresos sueldos, jubilaciones, cuotas alimentarias o subsidios- y sea cual fuere su calificación o jerarquía. Esta brecha se amplía en aquellas trabajadoras que tienen peores condiciones de trabajo como las empleadas de casas de familia, sector que es el más precarizado y que percibe salarios más bajos.
En cuanto a su composición, el Mercado de Trabajo muestra las asimetrías en las distintas ramas de la ocupación. Las mujeres se encuentran mayoritariamente en sectores vinculados al cuidado y a tareas de reproducción como “servicio doméstico”, enseñanza, servicios sociales y de salud. Por su parte, los varones ocupan, en su mayoría, tareas mejores remuneradas en la construcción, transporte, comunicaciones, actividades primarias e industriales. Esta segmentación es conocida como “paredes de cristal” o segregación horizontal que no es otra cosa que la partición del mercado de trabajo en base a estereotipos de género que, a pesar de ciertos avances, todavía persisten.
Las personas ocupadas que cuentan con un nivel educativo superior son, en su mayoría, mujeres. Sin embargo, a igual nivel educativo, sus ingresos son inferiores respecto al de los varones (23.5% en nivel universitario y 41.9% en nivel primario), según la misma fuente.
Estas diferencias salariales tienen relación con la cantidad de horas trabajadas. En promedio las mujeres trabajan 24,58% menos que los varones. Este dato, a su vez, está anclado a las horas que las mujeres dedican a tareas de cuidado no remuneradas y que impiden que trabajen más horas en el mercado laboral asalariado.
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Un dato clave es que el trabajo doméstico recae en las mujeres en un 70% contra el 30% de dedicación por parte de los varones. Este inequitativo reparto influye en las desigualdades de género que se evidencian en el mercado laboral como los obstáculos en el acceso a cargos jerárquicos, la precarización laboral y la brecha salarial por igual trabajo y “responde a un conjunto de normas sociales y estereotipos de género que asignan mandatos diferenciales a varones y mujeres”.
La feminización de las tareas de cuidado socialmente naturalizadas, son atribuidas al “amor que las mujeres profesan por la familia” (pareja, hijos, padres, familiares con discapacidades) recarga a las mujeres en extensas jornadas, les quita tiempo para acceder a trabajos remunerados y les impide su realización personal, laboral y profesional.
Al ser las tareas de cuidado sostenidas por las mujeres de las familias (madre, hijas, hermanas y abuelas) los varones pueden estudiar, trabajar y realizarse fuera del hogar y tener tiempo de ocio. En esta distribución asimétrica se asienta una de las patas del sistema y explica porqué las mujeres tienen trabajos más precarios, más desprotección social y sanitaria y, al no sumar tiempo de aportes, más dificultades para acceder a una jubilación digna.
Los datos son claros y la consigna también.