Lo que se dirá en esta columna sobre las tareas de cuidado no remuneradas no incluye las excepciones. Hecha la aclaración se puede afirmar que tareas de cuidado no remuneradas están a cargo de mujeres (9 de cada 10, con un promedio 6,4 horas diarias, tres veces más del tiempo que ocupan varones). Se refiere a quehaceres domésticos (limpiar, lavar, planchar, ordenar, hacer compras, cocinar); cuidado (infancias, adultos mayores, personas con discapacidad); apoyo escolar, acompañamiento a actividades, cuidado de la salud, trámites y otras tantas tareas que, además, se vieron sobrecargadas durante la pandemia del Covid-19.
Tareas de cuidado: "que sepa coser, que sepa bordar"
En esta distribución asimétrica se asienta una de las patas del sistema y explica por qué las mujeres tienen más precariedad en el mercado laboral, más desprotección social y sanitaria y, al no sumar tiempo de aportes, más dificultades para acceder a una jubilación.
Al ser las tareas de cuidado sostenidas por mujeres, los varones pueden estudiar, trabajar y realizarse fuera del hogar. En este panorama desigual está naturalizado que la mujer sobrelleva estas tareas “por amor a su familia”. Es más, desde niñas se las prepara para ello.
Pero, cómo se valoran las tareas de cuidado. Según el informe elaborado por la Dirección, el Trabajo Doméstico y de Cuidados No Remunerado (TDCNR) éstas representan 15,9% del PBI y es el sector de mayor aporte en toda la economía, seguido por la industria (13,2%) y el comercio (13%). Si se calcula una retribución monetaria se debería equiparar las horas trabajadas en el hogar con el salario de empleadas de casas particulares, por ejemplo, aun cuando éstos son los salarios más bajos y precarizados del mercado. En tanto, el mismo informe confirma que 75,7% de las tareas del hogar y cuidados son realizadas por mujeres que, en su totalidad como género, dedican diariamente 96 millones de horas de trabajo no remuneradas.
Para arribar a estos porcentajes se invitó a mujeres a calcular su salario teniendo en cuenta la categoría más baja de la escala de empleadas de casas particulares de 8 horas de lunes a sábado solo en tareas de limpieza (sin cuidado de niños, adultos mayores, personas con discapacidad u otras tareas más especializadas). Este cálculo no implica que se exija una remuneración por el trabajo del hogar, pero es una forma de calcular y visibilizar el trabajo que realizan las mujeres y del cual depende y se asienta la vida laboral y social de muchos varones. Por otra parte, se demuestra que las tareas de cuidado aportan riqueza a la economía, aunque a costa de horas del trabajo independiente, del estudio, actividades recreativa y ocio de las mujeres.
La demanda actual del feminismo es la redistribución equitativa de las tareas de cuidado al interno del hogar y que, desde el Estado, se provean estructuras como jardines maternales donde se puedan dejar los hijos mientras las mujeres salen a trabajar o a estudiar, o subvención de cuidadores para adultos mayores o personas con discapacidad, sobre todo para aquellas mujeres de bajos ingresos que no pueden solventar el servicio de manera privada. En tanto, las mujeres de mayores recursos que delegan las tareas de cuidado en otras mujeres a cambio de un salario, siguen a cargo de tareas administrativas y organizativas de mayor complejidad y se convierten en trabajadores multitareas, dentro y fuera del hogar.
Todo lo dicho se complejiza si se trata de adultas mayores, jubiladas y pensionadas que con un haber mínimo no pueden acceder a servicios de cuidado, pagar un alquiler o un geriátrico, y dependen de sus hijos, si los tienen, o bien terminan manteniendo a hijos desocupados, con sus familias. El panorama no mejora en mujeres de mediana edad. Datos del Ministerio de Economía indican que solo una de cada 10 mujeres en edad de jubilarse, tienen más de 20 años de aporte y la posibilidad de hacerlo. Y esto tiene que ver con la informalidad laboral que afrontan las mujeres y la cantidad de años de aporte que pierden al no estar en el mercado laboral en etapas de cuidado de hijos pequeños y las dificultades al querer reinsertarse. Otro dato desalentador es que, cuantos más hijos tiene una mujer, menos años de aporte puede conseguir, debido a que la maternidad las expulsa del mercado laboral. A la sazón, las situaciones descriptas se dan en un marco de deterioro del salario, altas tasas de desocupación, subocupación, precarización y pobreza.
Otra de las tantas aristas del problema es que cuando las mujeres de menores recursos salen a trabajar, las tareas de cuidado se trasladan a sus hijas adolescentes o a sus madres (es decir a las abuelas) mujeres que repiten un esquema que va carcomiendo sus vidas y sus futuros.













