Héctor de los Santos / De la Redacción de UNO
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El gaucho uruguayense en billetes de 50 pesos
Bandido, pendenciero, analfabeto, anarquista sin saberlo. Pero leal con sus amigos y con su tierra, a punto tal de terminar preso en Inglaterra luego de recuperar las Malvinas. Así lo pintan al gaucho Rivero distintos historiadores locales y hasta partes ingleses cuando 1800 llevaba consumidas ya dos largas décadas.
El gaucho Rivero reúne todas las condiciones para convertirse en un héroe popular, de esos que casi no necesitan libros o historiadores que lo rescaten, porque permanecen en el imaginario colectivo. Y con esto es suficiente. Su figura se agiganta por estos pagos, por su pertenencia a Concepción, de acuerdo a un acta de nacimiento que figura en el libro de la Basílica, aunque algunos sitúan su nacimiento en Villa Mantero, en Arroyo del Gená.
Y en estos días volvió a ser noticia, al estar en la calle el nuevo billete de 50 pesos, que lleva el nombre de “Islas Malvinas. Un amor soberano”. En el reverso, aparece el gaucho entrerriano.
Antonio Rivero llegó a las islas Malvinas en 1827, trabajando como peón en Puerto Soledad atrapando ovejas y cerdos a los que luego amansaba. Fue amigo y guía de los gauchos e indios que trabajaban en las islas, todos mal pagos, acumulando odios desde tiempos ancestrales. Las islas estaban comandadas por tres extranjeros llegados desde las “europas”: el capitán Onslow, el francés Juan Simón, y el irlandés William Dickson. Seis años soportaron Rivero y sus amigos la bandera de la Unión Jack flameando en suelo patrio. Seis años conteniendo rabia e indignación, mientras veían cómo los “Rubios Albión” se alimentaban con lo mejor, abusaban de las riquezas de las islas, mientras ellos pasaban penurias en el helado paisaje malvinense.
Hasta que dijeron basta. “Hasta acá aguanta un gaucho”. El 26 de agosto, ocho peones mal pagos y entrazados se levantaron contra el poder y el abuso de los europeos. Atacaron la comandancia y mataron a Brisbane, a Dickson, a Simón y a otros dos más. “Los gauchos, llevados casi al frenesí, con una furia patriótica, sacaron la enseña inglesa y, delirantes, enarbolaron la de Belgrano. El resto de los pobladores, con las mujeres y los niños fueron respetados”, dice el historiador Martiniano Leguizamón en su libro Toponimia criolla en las Malvinas.
De este modo el gaucho Rivero y sus hombres recuperaron las Islas Malvinas y mantuvieron dominio sobre ellas durante seis meses, ignorados totalmente por las autoridades de Buenos Aires y sin que los reconquistadores pudieran comunicarlo. La bandera del Reino Unido dejó de flamear desde agosto de 1833 hasta enero de 1834. La suerte de los restablecedores de la soberanía nacional sobre las islas Malvinas tuvo un vuelco significativo cuando llegó a las costas de Puerto Soledad el barco inglés Challenger, el 8 de enero de 1834 con el teniente Henry Smith junto a cuatro suboficiales y 30 soldados de Marina para que busquen al grupo liderado por Antonio Rivero. Recién el 21 de enero los ingleses logran recuperar el control de Puerto Soledad. La persecución fue más punzante, y Rivero y su gente debieron pedir pequeñas treguas por la falta de alimentos. El primero en entregarse fue el gaucho José María Luna ante el capitán Seymour el 11 de enero, y el último fue el gaucho Antonio Rivero, el martes 18 de marzo de 1834.
Agrandando su leyenda, Rivero es llevado a Londres para ser juzgado por un tribunal militar. De ahí regresa, obligado pero queriendo sin dudas, a Buenos Aires. Una vida de aventuras románticas si se quiere, de esas que el imaginario popular toma como suyas, como la que cualquiera de ellos sueña con protagonizar. Poco se sabe de su muerte, aunque muchos dicen que la encontró en la Batalla de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, peleando nuevamente contra los ingleses. Como cantaba Zitarrosa: Toditos duros, parejos, mirando al frente. ¡Qué los parió a los gringos, que se nos vienen!”.