“Todo pasa” era la frase de cabecera, grabada en su costoso anillo, del mandamás del fútbol argentino Julio H. Grondona. Y parece ser la radiografía más notable de la Argentina. Todo pasa, rápida e irreflexivamente. El Censo 2022, no es la excepción, ya nadie habla de los errores, las fallas, las críticas y las quejas ante este acontecimiento que estaba llamado a ser histórico.
Censo 2022, ya nadie habla de las fallas y las quejas
Por Valeria Girard
Foto UNO/Mateo Oviedo
Gentileza Juan Mateo Aberastain - Parques Nacionales
Andanadas de quejas de personas por no haber sido censadas, censistas y autoridades que juraron nunca más participar de un operativo en esas condiciones, trabajadores escasamente capacitados o, directamente, sin capacitación, una aplicación para dispositivos móviles que facilitaría todos los procesos y, tal parece, funcionó mal, o –definitivamente- no funcionó, todos saldos de un operativo del que ya nos olvidamos.
Los resultados de los censos son esenciales para establecer partidas presupuestarias, desarrollar programas educativos, sanitarios, planificar obras de infraestructura urbana y rural y hasta fijar la cantidad de representantes que elige cada distrito en el sistema democrático. Este último punto representa un interés particular dado que, según nuestra Constitución, el pueblo gobierna a través de sus representantes y en su artículo 45 especifica “Después de la realización de cada censo, el Congreso fijará la representación con arreglo al mismo…”, sin embargo, desde 1983 no se modifican esos números. Por ejemplo, dado que las proporciones están establecidas en función del censo de 1980, ¡Cuando éramos 28 millones! En provincia de Buenos Aires, un diputado representa a 228.000 personas, mientras que en CABA, un legislador marcha en nombre de 115.000, una auténtica desproporción, además de un flagrante atropello al federalismo.
Pero volviendo al operativo censal, pareció representar una experiencia traumática para algunos participantes del mismo. Sin pretender conclusiones generales, sí podemos referir experiencias cercanas de participantes del operativo en nuestra zona.
En su mayoría personas con dificultades para llegar a fin de mes vieron la posibilidad de reforzar sus alicaídas finanzas, sin contar con que el pago llegaría mucho después de las tareas (de hecho aún no existen novedades sobre el tema) y en un contexto inflacionario que se devora minuto a minuto la, ya de por sí, magra remuneración. Pruebas al canto: en 2010 un censista cobró 250 pesos por su tarea, lo que representaba un aproximado de U$S 62.50. En 2022, en cambio va a percibir 6000 pesos, lo que al momento de efectivizarse el pago alcanzará –con suerte- algo más que U$S 30.
Pero lo que muchos trabajadores del operativo criticaron, en general en off, fue la anárquica capacitación del personal. Con la intención de facilitar los procesos se realizaron en forma virtual en una plataforma destinada a tal fin. En la misma se subían materiales y vídeos y se proponían evaluaciones de opción múltiple, con indefinidas posibilidades de aprobación. Por otra parte, el sistema seleccionaba la nota más alta de todos los intentos del postulante. Es decir, se hacía la prueba tantas veces como se quisiera hasta conseguir la aprobación. También se contemplaba una capacitación presencial, la cual, en muchos casos no se realizó.
También hubo quejas por largos períodos en que la plataforma de capacitación no funcionaba y no fueron pocos los casos de censistas que –habiendo realizado el curso- no recibieron su certificado on-line.
Un capítulo aparte merecerían los vídeos que mostraban como era “el día del censista” en el que todo se desarrollaba normal y armónicamente y su tarea era relajada y apacible. La realidad mostró que tuvieron innumerables contratiempos, tales como:
*Errores en la confección de planos, es decir que las zonas marcadas en los mapas no se condecían con la realidad en terreno.
*Superposición de censistas en ciertas zonas y ausencia en otras.
*En zonas mixtas, se comprobaron casos en que ciertas viviendas figuraban como urbanas, pero al ser visitadas, ya habían sido relevadas por censistas rurales.
*La aplicación para celulares demostró serias falencias y –en algunos casos- no funcionó.
*Personas que habían realizado la encuesta on-line obtuvieron códigos incorrectos (con menos caracteres de lo que debían tener).
*El llenado de planillas y su posterior control fue más engorroso y arduo de lo que se indicaba en la capacitación.
Resultado de lo anterior, no fueron pocas las ocasiones en que los establecimientos estuvieron abiertos hasta altas horas de la madrugada, con la intención de terminar con el trabajo.
Vale aclarar que, según se indicaba, el censista sólo necesitaba cargar los datos en la aplicación CENS.ar, evitando el llenado de complejas planillas. Sin embargo, ante la imposibilidad de utilizar el programa digital, todo desembocó en la burocrática tarea de rellenar todo a mano.
Sin ponernos en jueces y evitando la diatriba, sí sería deseable para que, de una vez, seamos un país predecible que estas cuestiones sean realizadas con un nivel superior de eficacia. Tal vez, romper con esa lógica de baja responsabilidad de los funcionarios en sus tareas. De última, buscar la excelencia. Aunque sea una utopía, tender a mejorar. De otro modo estaríamos dilapidando recursos de manera inútil. Sólo así estaríamos rompiendo con esa perversa lógica del “todo pasa”.