Agustín “Soy Rada” Aristarán estrenará la semana próxima “Serendipia”, su segundo especial de comedia en Netflix. Aunque tiene una larga experiencia en el teatro, esta vez le tocó actuar sin público por las restricciones impuestas por la pandemia. Lo hace en un espectáculo en el que comparte cómo fue su infancia en Bahía Blanca, su iniciación en la magia y su efecto sobre citas amorosas y la relación con su familia hasta llegar a este presente en el que tiene millones de seguidores de todo el mundo.
Soy Rada: "De todo lo que hago, en el escenario es donde me siento más seguro"
Por Rodolfo Bella
Rada trabajó en cine y televisión, pero se define como un “bicho de las redes” por elección. En una charla con Escenario, el humorista y actor analizó los riesgos de la fama en la cultura de la cancelación instantánea; el efecto de la corrección política en el humor, la creación y la libertad de expresión y enumeró las ventajas y desventajas de la pandemia que ahora lo obliga a actuar en la soledad de un teatro desierto, pero conservando el humor intacto. El show estará disponible a partir del jueves 27 de mayo por Netflix.
Este espectáculo lo hiciste en Buenos Aires y lo trajiste a Rosario. ¿Qué diferencia va a encontrar el espectador que te vio en el teatro?
La primera es actuar sin público. Van a ver también un show mucho más rodado de lo que lo vieron, pensado para la plataforma con algunas modificaciones, mucho más compacto y mucho mas al hueso. Y esa particularidad de un teatro completamente vacío, con el condimento de una risa grabada que va a ir acompañando la risa del espectador en el living, en el colectivo o donde lo esté mirando.
—¿Cómo te resultó actuar sin público?
—Me resultó muy extraño, pero muy atractivo y muy entretenido. El proceso para darle forma, con el entrenamiento que tuvimos que hacer como equipo para el día de la grabación poder decir “acción” y “corten” al final. Se grabó todo de corrido como si hubiese público. También nos posibilitó esa dinámica haber hecho tanto el espectáculo.
—En el show contás te asustan las películas de terror. Un teatro vacío tiene algo de fantasmagórico...
—Sí, fuertemente, pero yo estaba con gente... (risas) Amo los teatros y esa cosas que tienen de terrorífico, esas historias de los fantasmas que se aparecen, me parece espectacular eso.
—¿Cuáles son las ventajas del streaming?
—La ventaja fundamental es que lo puede ver todo el planeta y la ventaja personal es que justamente me pueden ver en todos lados, se abren nuevas oportunidades y poder decirle a cualquiera, che, quiero ver algo de todo lo que hacés. Y en este caso, siento que este especial y el anterior son lo que más me definen, lo que hago todo tiempo para estar en el escenario que, de todas las cosas que hago, es el lugar donde mas seguro y más tranquilo me siento.
—Se saben las desventajas, pero ¿cuál sería la serendipia de la pandemia, si es que tiene alguna?
—Hablando de lo profesional, creo que la carpintería y mi programa de carpintería en YouTube, si no hubiese existido la pandemia no lo podría haber hecho porque vivo siempre de gira. Muchos de los contenidos que salieron en cuarentena, oportunidades profesionales que se dieron por estar muchos tiempo acá, disfrutar mucho mi casa, estar mucho con mi hija y con mi novia. También buscarle la vuelta a cosas que serían imposibles pero le encontramos la vuelta. La tercera temporada de RadaHouse la hice en primer confinamiento que fue mucho más duro y rígido y estamos súper orgullosos del contenido que quedó.
—Al principio de la pandemia era común escuchar que de esto íbamos a salir transformados. ¿Te transformó en algo en lo personal, te hizo pensar en algo extraordinario?
—Se nos inflaron más los huevos (risas). Respondiendo de verdad, a mi me encantaría seguir sosteniendo esa idea que teníamos al principio de que íbamos a salir todos mejores. Hoy estoy en un día un poquito más pesimista, y creo que un poco también nos mostró la miseria del ser humano. Mostró también que los tienen poder en esto, que es una catástrofe mundial, tienen muchos más poder; se notó mucho más la diferencia de clases. En eso es una mierda. Por otro lado también nos demostró que si hago las cosas mal también estoy modificando y estoy perjudicando a un montó de gente que esta al lado mio sin querer estarlo. Por ejemplo, si no uso barbijo en la calle estoy bardeando a otra persona. Creo que ahí hay algo del tipo de la película “Avatar” que estamos todos conectados.
—Vos naciste en el 83 e internet se empezó a difundir en el 95. ¿Se podría decir que culturalmente sos hijo de internet y más tarde de las redes?
—Los del 80 lo vimos nacer. Yo siento que hoy mi hija es más hija de internet que yo. Yo ya era adolescente. Es como mis viejos que vieron la televisión.
—¿Te considerás un artista de las redes?
—Sin dudas. Me cuesta autodefinirme como artista porque siento que eso solo lo puede decir el espectador. Se supone que el artista es el que conmueve o modifica. Yo no me autoconmuevo porque nunca me vi nunca en vivo. Siempre lo hice en vivo. Me encanta cuando me lo dicen pero me cuesta ponerme en el lugar de un artista. Pero sí soy un bicho de las redes, me dí a conocer en las redes. Por más que yo venía de antes haciendo cosas, con las redes me hice conocer y estoy agradecidísimo a las redes.
—¿Ponés límite a lo que decís o hacés en las redes o en los shows? ¿Hay un límite para el humor?
—Creo que no existe el límite en el humor. Creo que en el humor se pueden hacer chistes con lo que se te ocurra, hasta lo más oscuro y más bajo que quieras, lo que pasa es que hay un contexto que te da el límite. Seguramente vos con tus amigos en un asado haces chistes bravísimos que no los hacés en otro lado. Ahí es cuando le discuto a cualquiera que en el humor no hay límites. Lo que pasa es que si me subo a un escenario y cuento los chistes que hago con mi novia que tiene un humor súper ácido o con mi mejor amigo que me conoce de toda la vida, soy un boludo. No me estoy dando cuenta dónde estoy haciendo la comedia. Mi estilo de humor, el que me sale y el que me gusta hacer es bastante blanco, entonces ese es mi límite interno que lo conozco así que soy muy consciente de lo que estoy diciendo.
—Hace poco cuestionaron al zorrinito de los dibujos animados por acosador y al príncipe de Blancanieves por el beso no consentido. ¿Creés que la corrección política, esos límites autoimpuestos, pueden ser un corset para el humor, la creatividad, la libertad de expresión?
—No sé si eso está coartando la libertad de expresión. Creo que sí se juega la inteligencia del comediante para poder decir lo mismo de otra manera y que no moleste. Por suerte cambió el humor argentino. Yo no cuestiono el humor de la revista o el de Olmedo, pero por suerte cambió ese humor y no existe más ese humor en el que la mujer era un objeto, solamente un adorno. Gracias a la vida eso cambió. En lo particular no tengo un estilo de humor que pueda molestar ahí, pero también me doy licencias. Yo hablo mucho sobre la marihuana que a otra persona le puede molestar mucho y en un momento sugiero la pedofilia de los curas y que la Iglesia católica me cae como el orto. Yo lo digo en el show y probablemente haya un católico que le moleste, pero si no entendés que es un chiste, todo bien, me la juego a que vos te ofendas.
—Por otra parte, cada persona que hace humor tiene un estilo y determinado público, y el que lo ve sabe con qué se va a encontrar...
—Además si yo hoy levanto una bandera de denuncia y diciendo que todo lo que dijo Olmedo es una mierda, me estoy olvidando del contexto en el que se dijo. Insisto: no estoy de acuerdo con ese estilo de humor, pero eso pasó en ese momento. ¿Estaba mal? Sí, por supuesto, pero por suerte hoy tenemos todas herramientas sociales y culturales para darnos cuenta que eso estaba mal. Podría analizar por qué estaba mal, pero hoy cuestionar el beso de Blancanieves, me parece bien para visibilizarlo, para decirle a las generaciones futuras que eso no está bien porque el chabón le da un beso mientras la mina está dormida, porque no hay consentimiento, pero eso forma parte del pasado. Veámoslo, analicémoslo, listo.
—Lo de Blancanieves dejó unos memes muy buenos...
—Sí, hicieron uno conmigo haciéndole la corneta (risas)
—Las redes aceleraron la difusión y también la cancelación. Tenés 1,5 millones de seguidores en Instagram, casi 400 mil en YouTube, 114 mil en Twitter, 535 mil en TikTok, 1,2 millones en Facebook. Esa masividad se da en una cultura de la cancelación instantánea. Le pasó a personajes públicos de Argentina hasta Woody Allen. ¿Esa masividad se puede volver en contra por un error?
—Son las reglas del juego también. Yo sé dónde me estoy metiendo con tantos seguidores. Yo no le tengo miedo realmente porque sé de dónde vengo, qué hice hasta ahora y qué estoy haciendo, pero también es parte del juego que tal vez mañana diga algo, un periodista me saque de contexto o alguien extraiga dos palabras, o editen un video y termino diciendo “hay que matar a todos los perros chiquitos”, algo así... Está esa cuestión y puede pasar. También hay algo que es cierto que es cuando dicen “es tendencia en Twitter porque...”. Twitter es chiquito, es un espacio, y eso no define todo lo que hacés. Por supuesto que hay cosas detestables, que está bien la denuncia, pero después pasa que mañana sacan de contexto a alguien y te van a salir a matar.
—Trabajaste en cine en “Re loca”, “Los adoptantes”; hiciste televisión con Guinzburg, tuviste participaciones. ¿Elegiste posicionarte en las redes, por fuera de los medios tradicionales?
—Fue una elección, totalmente. Decidí en los momentos que la tele me ofreció hacer cosas que no gustaban. Y no despotrico con la tele, no soy de los que dicen que es una mierda. No, en absoluto, pero sí decidí dar un paso al costado estando en la tele y en propuestas que me llegaron y porque quería posicionarme en otro lugar.
—¿Qué propuestas te llegaron?
—“ShowMatch”, cuando estaba en Canal 9 y había un concurso de magia, para el “Bailando”, la primera temporada de “MasterChef”. No lo estoy diciendo orgulloso, como diciendo “yo le dije que no a...”. No. Llegaron propuestas que sentía que no tenía que estar ahí porque estaba en otro rumbo. Me encantaría que llegue un producto que me guste para la tele y hacerlo. O ficción en la tele que me encanta. Igual estoy en un proyecto muy lindo para alguna cosa que ya lo contaré.
—¿Cine, televisión, teatro?
—Ficción, nada más que eso. No puedo adelantar nada porque firmé un montón de papeles, pero cuando pueda lo voy a contar a mil voces.













