“Las pequeñas decepciones son que no fuimos escuchados o no nos hicimos ver. Hay candidatos que no mencionaron la palabra desarrollo económico”, observa Alberto Jozami, expresidente de la Corporación para el Desarrollo de Paraná (Codepa), al momento de analizar el crónico atraso de la capital provincial y su paso por dicha institución. El empresario –quien actualmente gestiona un emprendimiento vinculado al turismo– admite “el pánico” que existe en comerciantes y empresarios al momento de incorporar mano de obra, para lo cual esbozó una serie de ideas enfocadas en el sector de las micropymes y monotributistas.
"Paraná no tiene políticas públicas que faciliten la inversión"
Foto UNO/Mateo Oviedo.
Foto UNO/Mateo Oviedo.
Todo básquet
—¿Dónde naciste?
—En Paraná, en Bavio y Libertad, donde viví hasta que me casé –a los 26 años.
—¿Cómo era el lugar?
—Era barrio y ahora microcentro, con la escuela Bavio, el Club Recreativo, calles tranquilas, jugábamos a la bolita en la vereda y a las figuritas. Cada cuatro cuadras había un club, característica única en el mundo.
—¿Había un límite que no podías trasponer?
—Desde los 10 u 11 años iba solo a Buenos Aires y me manejaba con el subte y los trenes –ya que mis tías vivían en Lomas de Zamora. Pasando la vía de calle Libertad –una zona más humilde– era un límite, aunque el club era integrador porque había chicos de allí.
—¿Otros lugares de referencia?
—El almacén de don Pérez –que ahora continúa Agustín– era un punto de reunión. Yo iba al Colegio La Salle, así que era una doble vida, porque era otro barrio.
—¿Cuál fue el primer gran descubrimiento en Buenos Aires?
—Andar solo en los medios de transporte me dio un sentido de la ubicación, que el GPS me lo está haciendo perder.
—¿Otros juegos?
—Fuimos monotemáticos con el básquet a partir de los 8 años.
—¿Qué actividad laboral desarrollaban tus padres?
—Mi mamá era ama de casa –muy buena– dedicada a los hijos, y papá tuvo sastrería y casa de artículos del hogar, luego lo transformó en mueblería y continué yo. Fue una vida bastante cómoda –como la de quien se dedica a la intermediación–, porque quienes en Argentina se dedican a la industria son héroes. Y el que se dedica a la política quiere ser cómodo y no dar soluciones.
—¿Te gustaba el básquet o te llevó tu padre?
—Cuando el padre está en una institución el hijo mama todo eso. Me depositaban en el club durante cuatro o cinco horas, y por eso todavía tenemos ese gran sentimiento y añoranza, y seguimos colaborando.
—¿Pensabas en una carrera?
—El profesionalismo no existía y no teníamos los ídolos que hoy se ven por televisión y se quiere imitar. Lo máximo era jugar el Provincial o ir a Santa Fe. En 1978 –a los 18 años– tuve el premio de ir a Estados Unidos y una novia me dijo que desde allí cambié.
—¿No te entusiamó quedarte?
—No, porque estaba muy ligado al terruño, pero me planteé ser ciudadano del mundo, ya que visualicé los intercambios estudiantiles y me di cuenta que existía otro mundo. Vi las primeras tribunas plegadizas, tableros electrónicos, las universidades…
—¿Sentías una vocación cuando niño?
—No, la única preocupación era jugar bien al básquet –hasta los 25 años–, aunque no se vivía del deporte. Y convertirme en galán.
—¿Cómo influía don Beto en aquel sentido?
—Nos dio poca bola –aunque mucho cariño– a los hijos y no lo vi jugar, solo por mentas supe que había sido uno de los mejores jugadores de su época. Veía que yo ponía todo lo que podía hacer y se daban los resultados, aunque nunca fuimos campeones. Me enseñó a absorber los pocos golpes de la vida que tuve.
—¿Leías?
—No, salvo los periódicos. Ni siquiera leí libros en la escuela, ya que nos enseñaron un método muy bueno de asociación y síntesis que hasta hoy utilizo. Todo se razonaba.
—¿Qué materias te gustaban?
—Geografía, Matemáticas y relacionar cualquier tema.
—¿Qué elegiste hacer al terminar la Secundaria?
—Había que elegir lo que había en Paraná. Nunca me vi como ingeniero pero cursé cuatro años, y no me aguanté reprobar tres veces la misma materia. Ya estaba trabajando en el comercio así que tenía los ingresos de un ingeniero recibido con varios años. En dos años hice diez sucursales de la mueblería, que me servían también para andar de vago. Por ese entonces era más importante atender la cantina de Recreativo, aunque tuviera un examen al otro día.
—¿El mejor momento con el básquet?
—La gira de nueve partidos en universidades de Estados Unidos –algo inusual. Fue impactante. Acá, lo mejor era ganarle a Ciclista, Echagüe y Quique –nunca–, que tenía un rebotero extraordinario como Padula.
Negocios y familia
—¿Qué claves aprendiste de don Beto en lo comercial?
—Varias: nunca sacamos un crédito, no tuvimos plazos fijos, nos apresurábamos para pagar, no apretábamos a los proveedores, relación jocosa con los empleados y nunca fuimos a un abogado. Incluso hicimos plata perdiendo, al no tener quilombos, e invertimos en mercadería.
—¿La crisis más fuerte?
—Siempre ahorramos en las épocas de vacas gordas, así que no tuvimos problemas, sólo que dejamos de ganar. No tuvimos auto importado de lujo, grandes inversiones o Punta del Este. Siempre fuimos pequeños y no quisimos crecer.
—¿Por qué?
—Para tener una vida más familiar.
—¿Tu primer emprendimiento propio?
—Las sucursales y luego con el boom del paddle, cuando hicimos 21 canchas, más dos de squash. Fue muy exitoso –aunque a algunas no las amortizamos– y organizamos 130 torneos. Luego seguimos jugando al tenis, cuando comenzaron Juliana y Betina.
“Proyecto Betina”
—¿Cómo nació el “proyecto Betina” (extenista)?
—Tuvo una precocidad tremenda, que fuimos acompañando con Andrea para que no le faltara dinero, afecto y planificación, desde los 8 a los 16 años, durante lo cual quemó etapas. Fue un tiempo envidiable, porque de golpe fuimos ciudadanos del mundo. Por distintas circunstancias, dejó a los 19 años, cuando lo psicológico le pasó factura.
—¿Fue complicado ser manager y padre?
—No nos interesaba el dinero. Por nuestro camino fue más feliz y quizás por el otro hubiera llegado más lejos. Privilegiamos lo familiar y que terminara la secundaria; fue 110a en el mundo y olímpica –lo cual prioricé. El futuro dirá si estuvimos bien o mal. Me hubiera gustado que siguiera, aunque con una vida más tranquila.
—¿Chocabas con los entrenadores?
—Algunos me puteaban pero no les permitía opinar, porque no era nuestro camino y no hubiera sido olímpica.
—¿Qué te llamó la atención de ese ambiente?
—No me sentía cómodo y Betina, a veces, tampoco. Es un ambiente de competencia, egoísmo y sin amigos. Con Andrea seguimos jugando en veteranos y nos permite viajar.
Instituciones sin resultados
—¿Siempre tuviste preocupación por lo social?
—Me dediqué al comercio y a medida que las hijas crecieron tuve más tiempo para ocuparme por el interés general, a la par que la pobreza seguía creciendo. La falta de empleo ha sido la mayor preocupación que he tenido en los últimos 15 años, porque veo que cada vez que un chico lleva un currículum al negocio, no lo tomás. Los políticos no encuentran un rumbo. Me metí en el Centro Comercial, en el Rotary y luego en la Corporación para el Desarrollo (de Paraná, Codepa), e hice un período de aprendizaje de cómo funcionaban las instituciones. Pero vi que no había manera de hacer algo: en el Centro Comercial todos los años son los mismos problemas y no hay soluciones, así que me retiré. En Rotary, mucha actividad social pero no se profundiza.
—¿En La Salle no militaste, teniendo en cuenta la época?
—Siempre tuve en un punto intermedio, entendiéndolos a todos, como ahora.
—¿Codepa fue un ámbito propicio para alguna concreción?
—Fui socio fundador porque me pareció ingenioso para pensar a Paraná y tratar de incidir en las políticas públicas, sin meterse en la política partidaria. Siempre fui un comerciante menor y en las instituciones generalmente están personas más representativas.
Paraná, intereses y desorden
—¿Qué idea conformaste sobre la ciudad desde esa visión.
—Paraná es una ciudad administrativa y comercial, con planificación desordenada, sin políticas públicas que faciliten la inversión y donde ningún intendente da en la tecla. Estoy conforme con el trabajo que hicimos.
—¿Cómo influye en la falta de desarrollo económico el sobredimensionamiento e ineficacia del Estado municipal, y otros factores?
—El espacio físico de la ciudad no es muy grande para crecer, la migración interna que se radica es permanente, las fábricas que se incorporan son muy pocas, entonces estamos condenados a vivir sin planificación. Hay un choque de intereses tremendos al momento de querer desarrollar algo. Para dar soluciones de empleo, a veces, hay que intervenir lugares que no cuadran con la defensa del medio ambiente. Involuntariamente los gobernadores no han sido equilibrados a la hora de priorizar obras –que tienen que ser desarrolladoras. Es vital el entendimiento entre el gobernador y el intendente, un mayor equilibrio entre las dos costas para que la ciudad se desarrolle. Es una de las capitales de provincia más retrasada del país: el aeropuerto es de tercer nivel, no nos subimos a la ola de la reactivación aeronáutica y perdimos oportunidades, el parque industrial no crece ni se amplía –el mayor problema– y los espacios están desordenados, Si no se invierte, no se produce, no se genera empleo y no se tributa, entonces sólo se arreglan los pozos. Aumenta la marginalidad y la ciudad se vuelve más insegura. Sólo se ha trabajado con continuidad y bien en turismo, y hay mucho por hacer, como un pabellón o estadio de usos múltiples, una de las propuestas –con inversión privada– de Codepa. En cuanto a la provincia soy optimista –a diez o quince años– traccionada por Santa Fe y Córdoba.
—¿Pueden ser útiles los fideicomisos, teniendo en cuenta que son propuestas que demandan considerable inversión?
—Nuestras propuestas están basadas en esa figura. En primer término tienen que ser fideicomisos locales; si el ahorrista local se duerme, que se joda. Hasta ahora las pequeñas inversiones han sido de afuera. El eje de la propuesta es crear fideicomisos industriales, de logística, para turismo, etc. Es una forma de que el ahorro local vaya al desarrollo local. Si no se logra, recurrir a inversores de otras provincias, nacionales o internacionales. Pero para vender la ciudad, hay que ordenarla.
—¿Te sentiste frustrado al terminar la gestión en Codepa, frente a la realidad de la ciudad?
—Fue reconfortante por el trabajo que hicimos, que está escrito y con las propuestas de cómo hacerlo, ya que con cada una, hay un plan de negocios e inversiones –sin que el Estado ponga dinero. Las pequeñas decepciones son que no fuimos escuchados o no nos hicimos ver. Hay candidatos que no mencionaron la palabra desarrollo económico.
“Hay que favorecer a las micropymes y monotributistas”
Jozami señala –desde su propia y larga experiencia como comerciante y emprendedor– los elementos que juegan como impedimentos al momento de contratar y despedir mano de obra –lo que ha llevado al actual estado de situación– y propone una fórmula alternativa a la polémica y postergada reforma laboral.
—¿Por qué te obsesiona el tema empleo?
—Es un tema nacional y la raíz de todos los problemas, vinculado con las facilidades para contratar y despedir. He consultado a abogados, funcionarios, gremialistas, y elaboré una pequeña propuesta, también basada en que fui pyme y micro pyme. Es para aproximadamente un millón de empresas y monotributistas. Uno de los problemas por los cuales no se da empleo ni invierte es el costo laboral y la incertidumbre por los gastos ante los posibles despidos. Una reforma legislativa estructural no se puede hacer, entonces hay que comenzar por los monotributistas –que carecen de representación en las entidades– y las mini micro pymes. Un acuerdo –por ejemplo, con un sindicato poderoso como el de Comercio– y redireccionar programas y fondos que no tienen el éxito necesario, para quien transcurrido determinado período de prueba quiera prescindir del empleado. Un fondo de ayuda al despido.
—¿Por qué está focalizado en ese sector?
—Porque hay que discriminar y favorecer a los más chicos, ya que las grandes y medianas empresas no tienen escrúpulos al momento de optimizar sus recursos. Es el universo de empleos básicos en sectores de comercio, construcción, textil, transporte, servicios y campo, que pueden repercutir directamente en el mercado interno. Hay una enorme potencialidad de fuerza laboral que se incorporaría al sistema, con el consiguiente beneficio para los gremios.
—¿Cuáles serían, en síntesis, los puntos claves de la propuesta?
— Es para monotributistas y mini micropymes de menos de tres empleados, sólo se podría incorporar un empleado por empresa, se extendería el periodo de prueba a 12 meses –importante aporte gremial, que incorporarían más afiliados–, creación del fondo de ayuda al despido, y consensuar diferentes alternativas de: cupos, períodos, cantidad de beneficiados y número de corte de clasificación de mini micro pymes.