Liliana Montórfano encontró en la narración oral, además de una nueva forma de relacionarse entrañablemente con los libros, la posibilidad de continuar vinculada con la escuela y los alumnos tras jubilarse como docente. Por estos días prepara, junto con Malena Sarrot y Víctor Villarraza, un espectáculo que tendrá lugar próximamente con motivo de un nuevo aniversario de la creación de la Escuela Normal José María Torres, de la capital provincial.
Enseñar y narrar, dos vivencias entrelazadas por un sentimiento
Por Julio Vallana
El ¡Upa! y el Paso a paso
—¿Dónde nació?
—En la ciudad de Buenos Aires, en el barrio de River, pero según mi padre yo era de Boca, aunque el fútbol no me interesa.
—¿Hasta cuándo vivió allí?
—Vine a Diamante, porque mi papá era de acá, cuando tenía 3 años, a una casa grande con un patio muy grande, donde estuvimos un año y de donde recuerdo las langostas. Vinimos a Paraná, a la casa de mi abuelo en calle Nogoyá, entre San Martín y Corrientes, y después mis padres hicieron una casa en calle Antillas, actual Nux.
—¿Qué lugar tiene más presente?
—La casa de mi abuelo y la casa paterna. Se llamaba barrio La Campanilla, donde en la esquina había un viejo almacén y despacho de bebidas con una vereda de ladrillos, alta. En la zona de Tejeiro Martínez que desemboca en Bertozzi, había cañaverales y era peligroso, pero nunca tuvimos problemas. Los domingos por la mañana los chicos del barrio íbamos a jugar a la (fábrica de) cerámica y juntábamos pedacitos de yeso para escribir.
—¿A qué más jugaba?
—A la rayuela, el policía y el ladrón, la embopa y la estatua.
—¿Otros lugares de referencia?
—El parque y el Club Estudiantes, del cual nos hicieron socias, así que en vacaciones íbamos mañana y tarde.
—¿Qué actividad laboral desarrollaban sus padres?
—Mi papá trabajaba en la Policía Federal y fue policía ferroviario, y mi mamá en casa.
—¿Sentía una vocación?
—Desde chica dije que sería maestra. Cuando terminé la Primaria, pasé a la Escuela Normal.
—¿Leía?
—Mucho. Comencé leyendo el libro ¡Upa! a los 4 o 5 años, con el cual reconocía letras y las relacionaba con figuras, después me mandaron a la Universidad Popular donde hice 1° año, con el libro Paso a paso, rendí libre 1° superior, y pasé a 2° grado en la Escuela del Centenario.
—¿Otras lecturas influyentes?
—El libro ¡Upa! me habilitó el universo de las letras, del cual conservo restos porque se usó para recortar figuritas, y el Paso a paso también. A los libros de lectura de la escuela Primaria los leía enteros antes de hacerlo en la escuela.
—¿Desarrolló alguna afición regularmente?
—Natación; corrí algunas carreras de estilo pecho pero no era muy dotada. Me hubiera gustado estudiar piano.
—¿Qué materias le gustaban?
—Las humanísticas; primeramente pensé estudiar profesorado de Historia o Geografía, pero fue de Castellano, Literatura y Latín.
Profesores y personajes
—¿En función de qué decidió?
—En 5° año tuve a la profesora Martínez Fallo, quien mi hizo inclinar por Lengua y Literatura. Nos hizo querer la materia y conocer la literatura española de Jorge Manrique, El Marqués de Santillana, Cervantes… y la literatura argentina y latinoamericana.
—¿Cómo era la Escuela Normal por entonces?
—Muy linda. Me encuentro con gente de mi época que no la quiere ni recordar, pero mis recuerdos son muy buenos, aunque no tenía un gran grupo de amigas. Con una amiga muy querida, quien vive en Rosario, nos reencontramos y todavía nos vemos.
—¿Otros profesores destacados?
—¡Uh! El profesor Armando Brasesco, un gentleman, Ángela La Tola Bobolini, Lidia Guggiari, quien está espléndida y sigue dando clases, la profesora Miss Soler, en Inglés y que era muy viejita, el doctor Rossi, en Anatomía, la señora de Lezcano, de Castellano, Susana Olivera, El gato Parera, un personaje rarísimo…
—¿Qué características sobresalían de la ciudad?
—Era muy vivible; no salía mucho de noche pero cuando lo hacíamos volvíamos tarde, sin problemas, cuando no nos iban a buscar. Era más limpia y ordenada que ahora, y la gente siempre saludaba y contestaba el saludo.
—¿Formadores importantes durante el profesorado?
—La doctora Celia Montoya, la señora de Echegorri, en Literatura, Rubén Turi, también en Literatura, Marcos Rosenberg, Miguel Andreetto, en Latín, Osvaldo Melella, en Griego… muy buenos profesores.
Lo ideal, lo real y los déficits
—¿Cómo se imaginaba siendo docente?
—Como los docentes que había tenido, parados frente al aula, dando sus clases y pidiendo resultados. Fue lo que aprendí pero luego en la práctica hay que acomodarse a las circunstancias, los alumnos y la institución.
—¿Trabajó en muchas escuelas?
—Cuando me recibí fui a Rosario porque quería hacer el título universitario, cursé un año pero me salieron unas horas de cátedra en Cruz del Eje, donde fui y trabajé en escuelas secundarias, en el profesorado y una escuela religiosa. Estuve cuatro años durante los cuales estudié Inglés, me puse de novia y me casé acá. Luego estudié italiano, en la Dante (Alighieri) y ahora estoy haciendo otro curso, avanzado. Acá trabajé en escuela Primaria, Secundaria e hice una suplencia en diferenciada.
—¿Ha leído literatura inglesa en ese idioma?
—No, no, sí literatura inglesa en español.
—¿Sus conocimientos originales le resultaron insuficientes para la práctica docente?
—Sí, en cuanto a la literatura contemporánea, porque nuestra formación estaba orientada hacia lo clásico, y también en cuanto a lo pedagógico. En esa época saltó el Boom latinoamericano.
—¿Cómo la atravesó el cuestionamiento hacia el normalismo y el enciclopedismo?
—No me hago muchos problemas. Tiene sus valores y disvalores; ahora nos fuimos hacia el otro extremo, por lo cual debiéramos tener una elaboración más equilibrada.
—¿Qué gustos literarios desarrolló?
—En las vacaciones, porque hubo una época en que trabajaba en el Consejo de Educación, me iba a una escuela Primaria y a la noche tenía otras horas, así que no tenía tiempo para lectura recreativa. En general, me inclino por la literatura latinoamericana y española, algo de la francesa e italiana, y no me atrae demasiado la inglesa.
Teoría y aplicación errónea
—¿Cuántos años de docencia?
—Treinta y cuatro años.
—¿Cuáles son los puntos de inflexión en el sistema educativo durante ese lapso?
—Cuando conocí y me puse en contacto con la Teoría psicogenética (de Jean Piaget), tan mal empleada en las escuelas.
—¿Por qué?
—Porque no hay suficiente base y conocimiento para llevarlo a la práctica y se cometen errores. A mí me abrió un panorama totalmente distinto cuando estaba en el área técnico-pedagógica del Consejo de Educación.
—¿Qué destaca específicamente?
—Mostró cómo en realidad los niños se apropian de un sistema tan difícil como es el de la lectura y la escritura. Es muy discutido. Un ejemplo actual: a los chicos no les corrigen las faltas de ortografía argumentando la Teoría psicogenética, pero no es así. Lo que dice es que hay que dejar que el chico exprese lo que quiere decir y sobre eso mostrarle que hay una letra, por ejemplo “g”, que suena distinto si la acompaña la “u”, y que si no la acompaña la palabra es otra y el objeto designado es otro o no existe.
—¿Esa instrumentación distinta se vincula con el déficit en la formación docente o responde a otros factores?
—Es una instrumentación defectuosa que responde a que la escuela está en una crisis creciente que también, y fundamentalmente, implica a la formación de los docentes.
—¿En qué momento ubica el comienzo de la crisis?
—No lo podría decir… hace bastante… 30 años. Hubo muchas teorías que no sé si fueron mal adaptadas a nuestra escuela o responden otras realidades. No sé.
Un club para narrar
—¿Cuál fue la primera aproximación a la narración oral?
—Los libros me atraen grandemente, entonces en 2003 me inscribí en el Club de Narradores del Departamento de la Tercera Edad de la Facultad de Ciencias de Educación. Me encantó.
—¿Por qué fue?
—Porque me había jubilado y me ponía en contacto con los libros; además no tenía muy buena formación en literatura infantil, y estaría en contacto con la escuela. El Club de Narradores semanalmente va todas las semanas a una escuela a contar cuentos.
—¿Le quedaban ganas de ir a la escuela?
—Sí, sí; los martes tenemos clases y los miércoles vamos a un jardín de infantes, escuela Secundaria, Federación de Jubilados, hospital San Roque, Biblioteca Popular...
Boca, corazón y cerebro
—¿Qué descubrió teniendo en cuenta que siempre había trabajado con la palabra?
—Hay una frase que dice “de la boca al corazón y del corazón al cerebro”. Narrar es llevarle a otro, a través de su oído, algo que le llegue al corazón y lo conmueva, y que conmueva el pensamiento. Es poder hacer que se traslade, como el narrador, a otro tiempo y lugar, y se transforme en otro personaje.
—¿Usted se conmovió?
—Desde el primer momento.
—¿Cómo fue la primera experiencia de narrar en una escuela?
—Fue en la escuela N° 18. En común estaba la relación establecida entre el narrador o docente, y los alumnos u oyentes. La diferencia es que como docente uno tiene una responsabilidad y exigencia, en cambio cuando se narra es para entretener y enriquecer con la imaginación, y no pedimos que hagan un trabajo o que dibujen. Narramos y si les gusta, contamos otro.
—¿Le sirve alguna herramienta didáctica para ser mejor narradora?
—No sabría decirle, posiblemente la experiencia de pararme frente al auditorio. Uno se forma con la práctica. Los martes practicamos los cuentos nuevos y la coordinadora, primeramente Mirta Cossia, luego Elín Rodríguez, y ahora María Lothringer y Silvina Suárez, nos señalan si el cuento puede ser o no, y para qué grado, año o tipo de oyente, qué podemos corregir, los gestos, la mirada…
—¿Con quién aprendió las claves de la narración?
—Los fundamentos, con Cachita Pacher, la fundadora del club. Me di cuenta de que no era tan fácil, que al cuento había que pensarlo, prepararlo y practicarlo bien, cada frase, oración y gesto que acompaña a la narración, para llegar al oyente. Siempre hay algo que se puede mejorar. A veces uno se da cuenta de que salió muy bien y otras, aunque el oyente está satisfecho y prendido con la historia, uno no lo siente tanto.
—¿Un lugar o grupo particular donde haya narrado?
—El año pasado fuimos a un hogar de niñas, nos reunimos en un fondo muy amplio y arbolado. Son chicas de entre 13 y 16 años con problemas familiares, quienes viven allí o pasan el día. La devolución fue retaceada… porque son chicas cerradas, unas más y otras menos. Pero fue una buena experiencia.
—¿Ha tenido reacciones o devoluciones imprevistas?
—Sí, en un multigrado de la Escuela Hogar, con problemas de conducta. Comenzamos a contar, algunos díscolos molestaban, les dijimos que no teníamos problema de que se fueran si no estaban a gusto, se quedaron, siguieron haciendo caritas un rato hasta que se quedaron totalmente ensimismados en los cuentos. Eran chicos de 16 o 17 años.
—¿Qué le resulta efectivo para lograr un clímax?
—Todos los días se aprende y depende de cada cuento. Si es un cuento de terror, hay que intensificar palabras y gestos; si es romántico, es otra cosa… es un conglomerado de cuento, los oyentes, el narrador y la circunstancia.
—¿Hay un género con el cual se siente más cómoda?
—No, depende. Leemos mucho, pero de todo elegimos uno. Nos ha pasado de comprar libros y solo nos gusta un cuento, porque no todo es contable. Cortázar me encanta pero es imposible de contar, por la estructura.
Recuerdos en clave de cuentos para escuchar por Youtube
El próximo Día del Maestro, oportunidad en que se conmemorarán los 150 años de la creación de la Escuela Normal, Montórfano, junto a sus pares Malena Sarrot y Víctor Villarraza, narrarán una serie de cuentos elaborados a partir de vivencias propias y de quienes también transitaron por las aulas de la histórica institución.
—¿Cómo se gestó y en qué consistirá el espectáculo Azulunala?
—Es una idea de Víctor Villarraza y con las cosas como están se decidió hacerlo por Youtube. Todavía no nos hemos visto, pero tenemos un encuentro semanal por Zoom, para corregir. Los cuentos están basados en anécdotas y hechos que conocemos y nos contaron.
—¿Ustedes recopilaron y redactaron el material?
—Sí, con la gente más cercana, y sobre eso hemos elegido y escrito.
—¿Algo novedoso o descubrimientos?
—Al remover recuerdos aparecen cosas olvidadas. Es una tarea muy linda y nos trae a la memoria hechos bien vívidos, las figuras de los profesores, travesuras de distintas épocas… Cada vez que repasamos los cuentos, cambiamos algo.
—¿Son construcciones colectivas?
—Con Malena (Sarrot) y Víctor hacemos el papel de coordinadores cuando cada uno narra el cuento que armó.
—¿Qué duración tendrá?
—Una hora y media.
—¿Se puede hacer algún adelanto?
—¡Nooo (risas)!
—¿Cuándo será?
—El 11 de setiembre, Día del Maestro, a las 17, por Youtube. Tiene un costo de 300 pesos y quienes quieran participar pueden comunicarse al 154258383. Hacen una transferencia, se manda una foto a ese número e inmediatamente le mandan el código de entrada para Youtube. Espero que muchos puedan acceder porque la escuela lo vale.
—¿Qué significa para usted la Escuela Normal?
—Es una parte importante de mi vida, la escuela y el edificio. Estuve cinco años estudiando el magisterio y después otros cuatro estudiando el profesorado.
—¿Qué le provoca narrar sobre esto?
—Me emociona, es muy lindo y una forma de retribuir todo lo que me dio. Son muy buenos recuerdos.