Soledad Mizerniuk
Diario UNO de Santa Fe
“Si no entraba un cliente, creo que me violaba o me mataba”
Doble fractura en el rostro; lesiones en el ojo izquierdo; en la oreja y en la mano derechas; politraumatismos en la cabeza y las huellas del delincuente en el cuello, que quedaron grabadas mientras intentaba asfixiarla. El registro fotográfico logra captar las secuelas físicas del ataque sufrido por María Esther este fin de semana e incluso parte del miedo, dolor y bronca que brota de la mirada de esta joven santotomesina de 20 años.
La panadería en la que trabaja abrió sus puertas hace menos de dos meses, en la esquina suroeste de la intersección de Saavedra y Monseñor Zazpe, de la capital provincial. A una cuadra de allí se encuentra otro comercio del mismo rubro que suma ya siete asaltos. Y a una cuadra también se encuentra la Seccional Nº 2 de la Unidad Regional Uno de Policía de la provincia de Santa Fe.
“El sábado a la siesta estaba trabajando. A las 15 hacíamos el cambio de turno y a las 14.30 ingresa un chico y me pregunta si no se necesita un panadero, que él había hecho un curso sobre eso. Se puso a hablar unos 10 minutos conmigo, contándome que necesitaba trabajo porque había sido papá hace poco en Rafaela, que su mamá había muerto cuando él tenía seis años”, comenzó a relatar María Esther, en diálogo con Diario UNO.
Y continuó: “Yo le ofrezco tomarle los datos para pasarlos después al dueño. Me da el primer y segundo nombre y el apellido y me dicta un teléfono con característica de Rafaela. Yo me di cuenta que estaba nervioso, que miraba para afuera todo el tiempo; pero no pensé que me iba a robar. Cuando dejo el papel con sus datos en el mostrador, él me agarra, me tapa la boca y me lleva para atrás”.
El relato de la joven es tan descriptivo y enfático que transporta a la angustia de ese momento: “Me dijo que me iba a atar, que no grite y no paraba de pegarme. Me empezó a tocar y me dijo que me meta en el baño. Le contesté que no, me siguió pegando y me empezó a asfixiar. Yo no podía respirar, sentía que sangraba por la nariz y la boca. Sentía los golpes y me veía el pelo con sangre. No sé de dónde saqué fuerzas, zafé una mano y le pegué”.
“Recién ahí me empieza a pedir plata. Me decía que le diga dónde estaba la plata y él me daba la mitad. En medio del forcejeo él me decía que no me quería pegar y yo le contestaba que me estaba matando. «Yo estoy enfermo. Me voy a entregar», me decía y me seguía pegando. Ahí me insiste en que me calle y que otra vez me iba a atar. Me siguió pegando hasta que entró una persona a la panadería”, contó María Esther.
—¿Cómo reaccionó cuando escuchó que entró alguien?
—Me dice que me quede ahí, callada. Sale, saluda al cliente, abre la caja registradora, saca la plata. Agarra unas latas de energizante y las toma ahí nomás, rápido. Abre mi mochila, me saca 700 pesos y mi documento. Yo salgo y le pido que no se lleve el documento, estaba incluso mi moto con las llaves puestas y todos los papeles. De la documentación se llevó sólo mi DNI, agarró la llave del local y salió corriendo.
—¿Y el cliente qué hizo?
—Cuando entra y ve que no hay nadie, sale este chico después y ve cómo actúa, sale rápido y llama a la policía. Pero él pensó que el chico estaba solo ahí. Cuando me ve a mí salir con todo el buzo ensangrentado se desesperó. Salgo corriendo yo, le toco timbre al dueño del local, y después ya me acuerdo directamente cuando estaba toda la policía y yo en el piso antes de que me lleven al Hospital Cullen.
“Se cruzaron vecinos que escucharon los gritos e incluso hubo clientes que vinieron a verme. Los dueños de la panadería se portaron muy bien también, estuvieron al tanto todo el tiempo y me acompañaron en todo. Ahora incluso ellos se encargaban de la ART para que me brinden atención psicológica, porque tengo pánico de todo. Me da miedo que en cualquier momento pase algo”, agregó.
Identificado
“Él tenía intenciones de violarme, no me pidió plata hasta el último momento. Quería a toda costa meterme en el baño”, asegura María Esther a Diario UNO.
“Cuando entró no pensé que me iba a robar, pero estaba muy drogado. Abría y cruzaba los brazos todo el tiempo y le costaba hablar, tenía como apretados los dientes, la mandíbula. Quizás por eso me dio sus datos verdaderos”, agregó.
—¿Corroboraron ya que eran verdaderos los datos?
—Sí, porque quedó el papel en el que yo le había tomado los datos. Después de que me dieran el alta en el hospital, vinieron efectivos de la policía, creo que de una dependencia de la Mujer, para que hiciera una especie de identikit. Pero antes me muestran una foto dejando que viera sólo los ojos y lo identifiqué. Era él. Me había dado su nombre verdadero y tenía ya antecedentes delictivos.
“Quiero que lo encuentren”
“Yo me siento cómoda trabajando ahí, pero siento pánico ahora. Lloro todo el tiempo, tengo miedo. Pienso que se llevó mi documento y en por qué lo puede haber hecho. Ahí figura mi dirección y tengo miedo”, expresa María Esther.
“Muchas veces pensé que me iban a robar, pero nunca me imaginé que me podía pasar esto. Ni siquiera me lo imaginé cuando entró, que me tuvo 10 minutos de psicóloga, contándome su vida y sus problemas. Quiero que lo encuentren, que la policía lo busque. Ya saben quién es. Incluso salió corriendo, ni siquiera estaba con moto o bicicleta y estaba solo, y no lo agarraron”, finalizó la joven.