La historia de Magalí Gutiérrez y el taekwondo comenzó desde muy temprana edad, ya que tras deambular sin éxito por los deportes convencionales, se topó casi por casualidad con el gimnasio del Sabonim José Sánchez, porque su prima lo practicaba y le generó curiosidad. Y reconocido por ella: “hubo algo que hizo que este sea mí lugar”. Los años pasaron y la pequeña gigante comenzó a ganar terreno en ese mundo, tal fue así, que desde muy chica empezó a dictar clases. Aunque muchas veces se tornaba difícil, ya que al ser una niña, los padres no depositaban mucha confianza en ella. Pero como dice un viejo dicho, “el tiempo pone a cada uno en su sitio”. Y así fue, poco más de una década después de haberse iniciado, la Dan en taekwondo puede darse el lujo de decir que tiene dos escuelas propias en la provincia y más de 30 chicos a su cargo. Una en San Benito, de donde es oriunda, que cuenta con espacio propio hace casi ocho años. Y otra en Paraná, que comenzó a funcionar al comienzo de este mes en el club Vida. Allí le brindaron un espacio para ampliar la actividad.
Magalí Gutiérrez, del sueño a la realidad
Por Gerónimo Flores
Foto: UNO/Juan Manuel Hernández
Magalí Gutiérrez, del sueño a la realidad.
Por otra parte, existe la creencia popular de que al ser un deporte de contacto, se lo puede catalogar como violento. Sin embargo, lo que muchos no saben es que la filosofía del taekwondo exige que la persona desarrolle habilidades mentales que le permitan mejorar su personalidad y tener mayor autocontrol para lograr extenderse en la vida cotidiana. Justamente, eso es lo que intenta inculcar Gutiérrez en su pequeños guerreros. Ya que al final de cada clase, siempre se toma unos minutos para sentarse en ronda, plantear diferentes situaciones y resoluciones posibles. Siempre haciendo hincapié en que la mejor pelea es la que se evita.
Un lugar para el desarrollo de los más chicos
La realidad del taekwondo en nuestro país carece de apoyo del Estado. Ni siquiera, la medalla de oro ganada por el correntino Sebastían Crismanich en los Juegos Olímpicos 2012 hizo el ruido suficiente como para que los administradores del deporte en la Argentina le den la importancia que a este le corresponde. Pero Magalí no se queda en lo que no se hace, sigue adelante y cada día aporta su granito de arena para que este deporte sea parte de las opciones para nuestros gurises.
En diálogo con UNO, la entrerriana habló de su pasión por este disciplina que le ha dado tanto.
“Creo que desde siempre hubo algo en mí interior que me decía que los deportes o actividades más convencionales no eran lo mío. Después de haber pasado por otras actividades como danza, gimnasia, entre otras. Llegué al gimnasio del Sabonim José Sánchez, con el dobok (es el uniforme del taekwondo) porque una prima me lo había prestado. Hubo algo que hizo que sea mí lugar y que empiece a formarme en esta disciplina que me ha dado muchísimo”, indicó la joven de 23 años sobre sus comienzos en la disciplina.
“Desde el primer momento acompañaron (por su familia), llevándome a las prácticas, los torneos y apoyando las escuelitas. Ven la pasión que hay detrás de cada explicación y cada clase. Hoy, también acompañan a mis alumnos, pensando en algún regalito o yendo a las competencias y exámenes para alentar a los chicos. Y eso también trasmitimos a las familias que deciden confiar y traer a su hijo a las prácticas, el sentido de pertenencia y la importancia que tiene para el niño estar en una actividad y mirar que un poquito más allá está su familia para apoyarlo”, agregó Gutiérrez.
El taekwondo es uno de los deportes mayoritariamente elegido entre las mujeres para su práctica diaria en las escuelas.
“Actualmente se ha avanzado muchísimo. En mi niñez, casi no había chicas, competía con una compañera o con chicos. Hoy, la presencia femenina es mucho más abundante, ya que hay un poder de elección mayor. Las prácticas son mixtas y el taekwondo se adapta a cada chico independientemente de su género. La disciplina alcanza a todos, sin distinción de ningún tipo”, aseveró la taekwondista.
La infancia de Magalí se vio atravesada por esta actividad, y luego de 14 años, logró tener dos escuelas propias tras un largo proceso: “Significa esfuerzo y disciplina, no fue nada fácil. Empecé de muy chica a dar clases y al principio costaba que las familias confiaran sus hijos a alguien que era mucho menor que ellos, poco a poco se fue consolidando y el disfrute fue mayor. La escuela que funciona en la ciudad de San Benito cuenta con 30 niños y niñas de diferentes edades. Y la que inició en el club Vida en Paraná, está en proceso de crecimiento. Fue mucho crecimiento personal y aprendizaje, adaptándome a las necesidades particulares de cada uno y sembrando en ellos la semillita de la confianza que después les permite alcanzar importantes logros, no solo en lo deportivo, sino también en la vida diaria. Con errores, aciertos, aprendiendo cada día, sabiendo escuchar, teniendo como pilares los principios del taekwondo y creando un espacio seguro, se llega. Cuando la familia o la escuela nota cambios y te lo dicen, o los chicos llegan corriendo a abrazarte, sabés que vas por el camino correcto”.
Gutiérrez dio su visión sobre el apoyo que recibe la disciplina en la provincia e hizo hincapié en lo que falta para que a este deporte se lo valore como tal: “El apoyo siempre se hace presente desde algún lado, al prestar algún espacio para la realización de un torneo o exposición. Colaborar con medallas, publicidad o algún material. Es una disciplina que enseña el valor de la vida propia y de los demás y si se crearan escuelas municipales gratuitas, muchos chicos, adolescentes y adultos podrían acceder a la misma y tal vez, tendríamos grandes competidores y representantes de nuestra provincia”.
“Cada año, chicos de diferentes departamentos compiten por un lugar en los juegos Evita. El año pasado tuve la oportunidad de acompañar al equipo femenino y mi instructor, al equipo masculino, junto con colaboradores. Para algunos, era la primera vez que viajaban y hacerlo con la disciplina que amas no tiene precio. El deporte trae como consecuencia beneficios no solo físicos, sino, también sociales y psicológicos. Por lo que es importantísimo que se acompañe y colabore a que las personas accedan a esto”, siguió.
Esta arte marcial tiene gran incidencia a la hora de frenar el bullying, ya que los chicos recuperan su confianza al saber defenderse, en lo que pueden poner en su lugar al agresor, sin necesidad de golpear: “Totalmente, tanto para víctimas como para victimarios. El taekwondo trae consigo un gran aumento del autoestima y por lo tanto, también de consciencia sobre el propio cuerpo y el ajeno. No solo se brinda una formación sobre defensa personal, sino también de resolución de conflictos a partir de la palabra y del pedido de ayuda. Está en nosotros, los instructores, la responsabilidad de poder generar un espacio seguro, donde los chicos se animen a contar lo que les pasa en otros espacios y donde venga una demanda de ayuda que sea respondida. En lo personal, siempre me tomo los últimos minutos de la clase para sentarnos en ronda y plantear situaciones hipotéticas y resoluciones para esto, los chicos son espontáneos y te traen enseguida sus experiencias. Poder poner en palabras y reconocer al otro como alguien a quien también le está pasando algo, nos sitúa en un lugar de empatía. Las explicaciones siempre son bajadas a sus realidades y en todos estos años nunca vino algún familiar a decirme que su hijo había golpeado. Desde este lugar priorizamos el pedido de ayuda, el salir de la situación, sabiendo siempre que la mejor pelea es la que se evita”.
Magalí Gutiérrez destacó las primeras normas que les da a sus alumnos antes de enseñarles a combatir.
“Un poco lo que decía anteriormente. En lo deportivo, el objetivo es buscar los puntos que necesitamos para ganar. Siempre tomarse unos segunditos para evaluar a quien tenemos en frente y hacer una pelea lo más limpia posible, marcando los puntos y saliendo. Evaluar si el contrincante requiere un poco más de velocidad, de fuerza, entre otras cuestiones. Pensar la estrategia que más me conviene, escuchar siempre a los jueces y dirigirnos con respeto a toda la competencia. En lo mental, recordarles en cada práctica que lo importante es el crecimiento personal, lo que uno puede dar y siempre hacerlo de la mejor manera posible. Que las cosas pueden salir, como no, y que tanto las victorias como las derrotas son aprendizajes. Después de las competencias, revisamos los videos y corregimos situaciones. Pero que lo más importante es animarse y disfrutar”.
Finalmente, la Dan en taekwondo apuntó a la responsabilidad que implica saber un arte marcial: “La responsabilidad está en la manera en la que transmitimos el conocimiento a nuestros estudiantes, saber que ellos están siempre mirando nuestras acciones. Por lo que hay que tener una vida coherente a los principios del taekwondo, demostrando siempre con el ejemplo. La responsabilidad está en sabernos con una percepción diferente de determinadas situaciones y en el aprendizaje del autocontrol, ya que las capacidades adquiridas en el entrenamiento siempre deben ser utilizadas en la medida justa y con el reconocimiento del valor de la vida del otro”.